Queridos lectores:
aunque ya ha pasado la fiesta de Pascua no ha pasado el tiempo pascual, que se extiende hasta Pentecostés que debería ser para nosotros un tiempo de júbilo, en el cual continuamos meditando en los gloriosos eventos de la muerte y de la resurrección de Jesús, para encarnarlos lo más posible en nuestra vida..
El mensaje de Jesús de este mes habla del poder de la fe en Dios que transforma nuestro ser haciéndonos libres de los condicionamientos y de los miedos que a menudo llevamos dentro. Espero que os sea de ayuda para que vuestra fe sea siempre más robusta y vuestra alegría sea completa. Os saludo con afecto, rezo por todos, y solicito vuestra plegaria.
Stefania Caterina
MENSAJE DE JESÚS DE 26 de abril de 2011-
“¡Os saludo mis amados hijos! Hoy deseo hablaros de la fe, la auténtica, aquella que mueve montañas ( cfr.Mt. 21,21 ) pero que frecuentemente confundís con la devoción. La fe no es simple devoción, o sea un sentimiento religioso o una serie de oraciones que se recitan asiduamente; todo esto puede ser útil para la fe, pero no es la fe.
¿Qué es entonces, la fe? Es la confianza total en aquel que os ha creado, que os ama, os protege y os ayuda en cada cosa. Si confiáis plenamente en una persona, entonces también la amáis, le abrís vuestro corazón, y no la buscáis sólo por necesidad, la buscáis porque amáis su compañía y os enriquece el estar con ella. Conserváis esa persona amiga y por eso no pensaríais nunca que os pudiera herir o daros la espalda en las dificultades. Entonces, imaginad que Dios sea vuestro más grande amigo y pensad en el hecho de que el amor de Dios es perfecto. No tiene melindres ni sombras. Dios os ama perfectamente, porque es el ser perfecto, que no tiene límites en sí mismo.
Al contrario de lo que sucede frecuentemente entre los hombres, Dios no busca nunca un provecho. Os ama porque os ama, punto y basta. No espera nada de vosotros porque no tiene necesidad de nada; Dios se basta a sí mismo. Os ama porque sois sus hijos, sus criaturas amadísimas, no porque espera obtener vuestra atención, o para llenar algún vacío suyo. Dios es perfecto, no le falta nada, y en su perfección no pretende ninguna cosa de sus criaturas.
Dios no pretende ni ordena, Dios desea. Sus deseos no tienen nada que ver con los humanos, que frecuentemente, no son otra cosa que caprichos. Los deseos de Dios son elevadísimas aspiraciones de bien para cada uno de vosotros. Si acogéis su amor y si confiáis en El, Dios os regala sólo bienes, porque El es el sumo bien. No podéis amar a Dios ni recibir su amor si no tenéis fe en él, o sea confianza. ¿Cómo podéis amar a alguien si no confiáis en él?
Muchos dicen que no tienen fe, porque piensan que la fe es un conjunto complicado de prácticas religiosas Así, durante toda la vida se mantienen lejos de Dios porque en su mente lo tienen identificado con un “recaudador de oraciones”. La oración es una gran cosa y ¡felices los saben rezar! Pero la oración debería servir para alimentar la fe, debería ser un diálogo vivo con el Creador, y no un ejercicio con fin en sí mismo. La verdadera plegaria brota de la fe; si falta la fe, o es débil, la plegaria es vacía, acaba por resultar una costumbre estéril que no alimenta y que encima oprime vuestro espíritu. Por eso, cuando os pongáis a rezar, permaneced un momento en silencio frente a Dios. Después llamad al Espíritu Santo y pedidle que os haga comprender dónde es débil vuestra fe y en qué cosa no lográis confiaros en Dios, qué cosa querríais todavía resolver por vuestra cuenta..Aquí haced un acto de fe, y decidíos a confiar en Dios, decidle que lo amáis y que deseáis ser guiados por El. Elegid confiaros en su amor, incondicionalmente. Después haced vuestra oración y sentiréis nacer en vosotros una alegría íntima y profunda que os traerá paz. Entonces captaréis con claridad la confianza en Dios, sentiréis que vuestra fe ha crecido.
No penséis que la fe consista en realizar grandes obras; la obra más grande de la fe es la fe misma, porque os abre al amor. Cuando confiáis en Dios y os sentís amados por El, entonces deseáis amar con ese mismo amor, sentís el impulso de comunicar los dones recibidos. Actuando de esta forma resultáis instrumentos a través de los cuales se expande la acción de Dios y se derrama su amor sobre la humanidad entera. Si, hijos, cada uno de vosotros es una pieza insustituible en el gran ajedrez de la obra de Dios. Dejad que Él os mueva como sabe; ganaréis vuestra partida, y ayudaréis a la humanidad entera a vencer el mal y la corrupción.
La fe abre de par en par las puertas a la esperanza. La esperanza os lleva más allá de lo que es humano y limitado, os hace sentir ya presentes en vuestra vida las cosas futuras. Si tenéis fe, en efecto, no podéis no tomar lo que Dios está haciendo ya por vosotros; el bien que hoy recibís de El prepara vuestro mañana, un mañana radiante, porque Dios está siempre con vosotros. El no cambia nunca su actitud hacia vosotros, ni os traiciona. Dios no os deja nunca. Y aún cuando vosotros lo dejéis, Dios continuaría buscándoos; El os espera siempre, y se deja encontrar por vosotros. No importa lo que hayáis hecho; las experiencias que habéis vivido, el dolor que habéis sobrellevado; si llamáis a Dios con fe, El está ya cercano a vosotros, solo espera que le abráis la puerta (cfr.Ap.3,20) para irrumpir en vuestra vida y arrojar toda tiniebla. A Dios no le importa qué cosa habéis hecho, ni qué cosas poseéis, a Dios le importa que os dejéis amar por El para ser felices. Por eso abríos al Espíritu Santo y pedidle que alimente en vosotros el fuego de la esperanza; El lo hará y vuestra esperanza resultará certeza, nada os hará vacilar más. ¡También esto puede hacer la fe! (cfr I Jn.3, 19-22).
Tantas veces os he invitado a ofrecerme vuestras vidas a través del Corazón de mi Madre, y ahora os renuevo esta invitación. Si lo hacéis, Yo tomaré en mis manos vuestra vida con la delicadeza con la que se toma una flor, y la custodiaré dirigiéndola hacia lo que es bueno y útil para vosotros. En mi nombre, el Padre os regalará ampliamente el Espíritu Santo que actuará en vosotros y os orientará incesantemente hacia mí. El será vuestro consolador y no permitirá que seáis engañados en nada. Os comunicará mi pensamiento y podréis contemplar y discernir la realidad tal como es a los ojos de Dios. Así seréis criaturas nuevas.
En fin, la fe os libera del miedo porque abre vuestro espíritu al amor de Dios, el amor perfecto que no conoce el temor. Dios es el ser omnipotente, frente al cual todo otro poder debe replegarse; si su amor vive en vosotros ¿a qué otra cosa podéis temerle?
¿Sois concientes que la potencia de Dios está en vosotros si estáis dispuestos a entregaros sinceramente a El? Su potencia está presente en su Espíritu, el cual vive en vuestro espíritu.
Observad vuestros miedos: ¿de dónde provienen? De un amor que en vosotros es todavía imperfecto, y todavía humano. Esto sucede porque aferráis la vida en vuestras manos, en vez de colocarla en las mías. De este modo vuestro amor imperfecto resulta apego o aversión y genera temor. No os hace fuertes sino débiles. Frente a las pruebas y a las dificultades reaccionáis buscando soluciones humanas y vuestras oraciones resultan simples pedidos de auxilio. En cambio, cuando os encontréis en dificultad ¡recurrid a la fe! Decidid nuevamente poner vuestra confianza en Dios y elegid su amor; dejad que su vida fluya en vosotros y toque todas las situaciones difíciles que os rodean. Dios tiene siempre la solución mejor, y os la mostrará en el momento oportuno. No será quizá aquella que habíais pensado, pero será de cualquier forma la mejor. Dios conoce mejor que vosotros vuestras dificultades, y resuelve las situaciones no en base a un cálculo, sino en base al amor y a la comprensión que tiene por cada uno de vosotros. Arregla cada cosa de forma de recuperar lo mejor para cada persona, y de encauzar hacia el bien aquello que parece un mal. Aprended a comprender que hasta aquello os que parece como un final, en Dios puede ser un comienzo, porque en Dios nada muere, sino que todo se transforma. Este es el milagro de su amor. Por eso, vuelvo a pediros que me entreguéis vuestra vida para que yo pueda transformarla.
La fe entonces es la plena confianza en Dios Creador de la vida; la fe os abre al amor de Dios y os colma de esperanza. Mediante la fe, el amor y la esperanza continúan viviendo en vosotros aún a través de la pruebas de la vida y os fortalecen. Viviendo de esta forma, día a día, os perfeccionáis a imagen de vuestro Padre, que es perfecto (cfr.Mt 5, 43-48), y sois colmados de su amor. Mediante la fe, salváis vuestra vida y resultáis realmente, hijos de Dios.
Yo estoy aquí, junto a vosotros, para amaros y protegeros. Si decidís seguirme, os conduciré a mi Padre, y vuestro Padre, en un camino sincero de fe auténtica. Os comunicaré mi amor por el Padre, y os revelaré a vosotros su amor, aquel amor que no conoce el temor y que arroja todo miedo (cfr I Jn 4, 17-18)
Os bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.