6. En camino hacia el encuentro con Cristo Jesús

Iglesia de Jesucristo del Universo

A cargo de Mauro

13.12.2025

Acercándonos a la Navidad, creo que es justo, además de hablar de María Santísima, intentar contemplar también a San José, que no fue alguien de poca importancia en el plan de salvación de Dios.

San José es llamado “el justo”, el justo por excelencia. Era un hombre como todos nosotros. Estaba bajo el pecado original. No era como María Santísima, pero era un hombre en quien Dios confió para encomendarle la custodia de su Hijo, el Hijo de Dios, y también la custodia de María Santísima, Esposa del Espíritu Santo y comoquiera su Hija predilecta, en definitiva, una criatura a quien Dios miraba de manera especial.

Era un israelita recto, seguía la Ley. Como todos los israelitas, él mismo nos dice en palabras que hemos recibido[1], que deseaba una familia, deseaba dar hijos a Dios.

Yo pienso que San José puede ser un ejemplo para todos nosotros, una figura aún más cercana a nosotros, un ejemplo de un hombre que busca a Dios, que sabe que viene de Dios y que a Dios debe volver. Así pues, en esta búsqueda de Dios, un hombre que desea conocer a Dios y que por ello permanece abierto, abierto interiormente, abierto a escuchar la voluntad de Dios. Y esto, fijaos, es un requisito que debe estar presente también en cada uno de nosotros, a pesar de todo lo que sabemos, conocemos -podemos conocer la Ley, la Biblia, todos los mensajes de la Reina de la Paz-, pero debemos permanecer en esa escucha de la voz de Dios, de la novedad de Dios.

Me pregunté: ¿por qué San José fue reconocido inmediatamente como «el justo»? ¿Solo porque respetaba toda la Ley? Había otros que hacían lo mismo. Yo creo que respetar la Ley es el punto de partida, por supuesto, es la base, el fundamento es respetar la Ley, pero Dios lo encontró justo porque vio el corazón de José que va más allá de la Ley, que busca a Dios, busca ese amor. ¿Un ejemplo que va más allá de la Ley? No repudia a María. La Ley habría ordenado repudiarla. Y hay otros ejemplos durante su vida, pero el primero es ese: no la repudia, independientemente de lo que dice la Ley. Reconoce en María una pureza, está seguro de que no ha mentido; por lo tanto, no entiende cómo puede estar embarazada y no la repudia. No está obsesionado con la Ley, no es fanático. Al fin y al cabo, la Ley debería ser una guía donde, si te quedas ahí, no te equivocas, pero para ir hacia Dios hay que ir más allá de la Ley.

Es justo porque se cuestiona a sí mismo, cuestiona sus propias convicciones, intenta colocar ante la luz de Dios sus ideas, incluso las más santas, y está abierto a la novedad.

Estos son los requisitos indispensables para que Dios pueda guiarnos, y a José, a San José, Dios pudo guiarlo, y lo hizo a través del Arcángel Gabriel. Mirad, sería lo mismo para cada uno de nosotros: abiertos, justos, preparados para lo nuevo, disponibles para la voluntad de Dios, verdaderamente ofrecidos y entregados a Dios. Dios nos guía y Dios sabe cómo guiarnos. Guiado por el Arcángel Gabriel, en esto ya se ve un requisito que es uno de nuestros pilares, ¿verdad? —ya he mencionado otros, porque el hecho de ser justo es la integridad— la disponibilidad a ser guiado es la oferta, ser guiado por un Arcángel es la comunión. Los tres pilares que hemos acogido, que Dios nos ha dado, han sido válidos desde siempre. Él vive en comunión con los Arcángeles. Sabemos que a Gabriel no se lo encontró solo una vez en un sueño: lo guio cuando le dijo: “Toma al niño y vete[2], los Arcángeles visitaron la casa de Nazaret muchísimas veces[3]. Pero es un hombre que vivió también la comunión con María Santísima, con su esposa, la comunión entre el hombre y la mujer. ¿Cómo contemplaba a María? Consciente de que era algo misterioso, grande, pero se ponía en juego en esa comunión. Y antes dije: ¿por qué ofrecido? Cuestionó toda su vida, cambió toda su vida para seguir a Dios, y fijaos que lo hace teniendo en contra a toda su familia y a todo el pueblo de Nazaret. Porque, quizá, a veces a nosotros nos sale decir: eh, ¿es posible que toda mi familia diga que estoy equivocado? ¿Es posible que todos digan que estamos equivocados? María y José tenían a todo el pueblo en su contra, todo, solo uno de ellos los ayudaba.

No tiene una vida fácil, aparecen las pruebas enseguida. Tan pronto como dice sí al Arcángel, comienzan las pruebas, y en esas pruebas podría haber pensado tranquilamente: bueno, tal vez ese sueño no fue tan real, después de todo, quién sabe si era el Arcángel Gabriel o si era… Seguramente, si hubiera ido a buscar a un sacerdote, le habría dicho que era un demonio y no el Arcángel, como sucede incluso hoy en día (todos los que se aparecen son demonios). En cambio, era el Arcángel Gabriel.

Pero aun en medio de esas dificultades, siguió creyendo. Debió de tener mucha fe San José, mucha. Si observamos su vida, siempre en relación con el Evangelio y no tanto y sólo con nuestros mensajes, es un hombre que sabe contemplar, sabe meditar; contempla a María Santísima, contempla a los pastores cuando llegan al pesebre y le dicen que un Ángel los ha enviado allí. Los contempla. Me imagino cómo habrá contemplado a los Reyes Magos. Yo creo que se puede decir también de San José o, mejor dicho, se debería decir: meditaba en su corazón como María Santísima[4]; miraba, meditaba, oraba y permanecía abierto a la voluntad de Dios.

Siempre contemplando, se encuentra siendo padre de su Dios y esposo de la Madre de Dios. Y ahí también reflexiona. San José es quien nos abre el camino con su originalidad y, repito, es muy similar a nosotros: su originalidad es cercana a la nuestra. Así, podemos decir que Jesús es el Redentor, y debe ser contemplado como tal, Hijo de Dios; María Santísima, Esposa del Espíritu Santo y Corredentora, unida de modo especial a Jesús. Pero José debe ser contemplado por nosotros como el hombre que se une a la redención y a la corredención, el hombre que intenta entrar en comunión con María y Jesús. Lo hace como padre, como esposo, y cada uno de nosotros debe hacerlo en su propia originalidad. Él es el primer hombre que une su vida al Redentor y a la Corredentora, algo que nosotros debemos y queremos hacer en cada Santa Misa y en toda nuestra vida.

San José está enamorado de María Santísima, está enamorado de Jesús, no solo como Hijo de Dios, sino precisamente de María como María y como mujer, y de Jesús como niño, a quien vio crecer, a quien crio; es su hijo, humanamente hablando. Pero también se deja transformar por ese amor, no lo impone; tiene una parte de ese amor que es, diríamos, humano. No tiene nada de malo, y como tal, tiende a proteger, tiende a poseer, lucha por darlo todo, a diferencia de Jesús y María Santísima. Y yo pienso —quizá me equivoco— que precisamente por este amor que siente por María y Jesús, no supo llegar hasta el pie de la cruz, no habría podido. Sublimar ese amor que sentía por María y Jesús era demasiado para él, no habría podido resistir ver cómo los trataron, porque trataron mal a ambos; por eso murió joven.

Yo creo, estoy seguro, que para mí José es más que los apóstoles. A menudo decimos que la figura de los apóstoles —se dice de Pedro, pero todos son así— es hermosa para nosotros porque son la figura de hombres que saben llegar de todos modos al Cielo, que saben cómo elevar su propia humanidad, que saben cómo superar sus limitaciones y errores. Para mí José lo es mucho más. Es verdaderamente el ejemplo de cuando hay amor por Dios, de la búsqueda de Dios, el ejemplo de cómo el amor de Dios se inclina ante el hombre y lo lleva a la plenitud. Para mí es una alegría saber esto: un hombre sencillo, un carpintero, que no pudo sublimar su amor hasta el punto de estar bajo la cruz —y podéis añadir todo lo que queráis—, pero que amaba sinceramente a Dios, amaba sinceramente a María Santísima y a Jesús, y que por los planes de Dios da toda su vida, en su sencillez. No predicó, no participó en la vida pública de Jesús, pero es “el justo” por excelencia, es Padre de la Iglesia junto con María.

A un hombre así, Dios pudo confiarle toda la obra de la redención, de la corredención, y yo digo incluso la obra que vivimos nosotros del fin de los tiempos. A mí me parece que esto nos da a todos una normalidad o, mejor dicho, una excepcionalidad, lo excepcional dentro de la normalidad, lo sobrenatural dentro de la normalidad, lo que debería ser la vida de todo cristiano. Vivió plenamente, como he dicho, la integridad, la oferta y la comunión.

Que así, una vez más, San José nos guíe a contemplar adecuadamente la Navidad y todo el proyecto de Dios para este tiempo, a contemplar en particular el proyecto que Dios tiene a través de María Santísima para este tiempo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

[1] Cfr. Mensaje de Sant José del 18 de marzo de 2021 con título “Maria, la Donna nuova”, publicado en el libro “Verso la Nuova Creazione – Vol. VIII, Anno 2021”, pág. 38.

[2] Cfr. Mt 2, 13

[3] Ver nota 1

[4] Cfr. Lc 2, 19