8. En camino hacia el encuentro con Cristo Jesús

Iglesia de Jesucristo del Universo

A cargo de Mauro

17.12.2025

En la economía de Dios, en su plan de amor, en la plenitud de su pensamiento, los ángeles y Arcángeles también ocupan un lugar especial. Fueron creados antes del hombre y, con la creación del hombre, siendo ellos espíritus puros, fueron creados y enviados para ayudar al hombre en la dimensión del espíritu, para ser una barrera, una protección, una ayuda para toda la dimensión del espíritu del hombre. Por lo tanto, se comprende lo importantes que son, sabiendo que en nosotros, creados espíritu, alma y cuerpo, todo parte del espíritu. Incluso lo que vemos encarnado y concreto, siempre ha nacido y se ha originado primero en el espíritu.

Creo que llena de paz y de alegría, y de fuerza, ver una vez más cómo en Dios todo está ordenado. Está ordenado, pero nunca es estático; todo es perfecto y todo está en continua evolución. Y los ángeles y los Arcángeles participan en esta acción de Dios, renovando su sí a Dios, y en ese sí a Dios, renovando su obediencia, su servicio, dispuestos a salir a ayudar al hombre en toda su realidad.

En Dios, todos tienen su plenitud, pero todos están al servicio el uno del otro, y todos tienen necesidad del otro. Es un orden que no tiene jerarquías, solo hay amor y gratitud; cada uno está agradecido por el servicio del otro sin envidia ni celos, siempre en ese orden perfecto.

Precisamente en esta economía, los ángeles se dividen en siete huestes. Cada hueste es encabezada por un Arcángel, y San Miguel está a la cabeza de todos. Pero a la cabeza, como antes decía, en el servicio, en la responsabilidad. Es hermoso ver cómo cada Arcángel está al servicio quien del Padre, quien del Hijo, quien del Espíritu Santo, quien de María Santísima -que además es Reina de todos los ángeles-, y quien se ocupa de la ciencia, de la medicina, de la comunicación, de la creación. Sobre esta dimensión de los Arcángeles y de los ángeles custodios, os invito a leerlo de nuevo en el libro «Más allá de la Gran Barrera«.[1] En cualquier caso, todos los ángeles y Arcángeles están listos para partir por orden de Dios para ayudar al hombre. Y, una vez más, ¡cuánto amor tiene Dios por el hombre! Una vez más, ver cómo los espíritus puros, en el pensamiento de Dios y por amor a Dios, están al servicio del hombre, porque el Padre ha dado al hombre una dignidad y un amor, a sus ojos, que es… que es infinito, que conmueve. ¡Cuánto cuenta el hombre para Dios!

A lo largo de los siglos, lamentablemente, se ha perdido la conciencia de la protección y el amor que los ángeles tienen por nosotros, se ha perdido el placer de preguntarles, de pedirles ayuda, de hablar con ellos, de sentir su presencia. Sabemos lo presentes que han estado a lo largo de toda la historia de la salvación, presentes durante el éxodo del pueblo judío.

Los siete Arcángeles se presentan de muchas maneras, con los nombres que os hemos dicho varias veces, sin embargo, es evidente que a lo largo de la historia, además de usarlos poco y creer poco en ellos, de los siete, han quedado tres, y se ha reducido la importancia del ángel custodio. Creo que es hora de recuperarlos porque, si queremos llevar a cumplimiento el proyecto de salvación, que aún no se ha completado hasta el retorno glorioso de Jesús, también los ángeles y los Arcángeles deben recuperar su lugar en la Iglesia, en el hombre; de lo contrario, no… no es el programa de Dios. No nos salvaremos sin los Arcángeles, no nos salvaremos sin María, no nos salvamos, seguro, sin Jesús, no nos salvamos sin nuestros hermanos fieles: o todos o nadie.

Los Arcángeles son sacerdotes a partir de su “sí” a Dios, después de la traición de Lucifer y de una parte de los ángeles. Primero estaban al servicio de Dios precisamente por su dimensión, la espiritual, de los espíritus puros, pero con el sacerdocio de Jesús, con el sacerdocio después de su Encarnación, el sacerdocio de los Arcángeles ante el trono de Dios pasó a ser también a favor de los hombres. Están y celebran ante el trono de Dios por los hombres. A nosotros nos corresponde la dimensión de la Tierra, eso es, llevar todos los sufrimientos, todo el…, hacer que todo sea redentor, confiar todas las oraciones a Dios, todas las súplicas; y los Arcángeles, ante el trono de Dios, junto con los sacerdotes nuevos, presentan todo a Jesucristo y Jesucristo al Padre. También son sacerdotes en nuestra dimensión terrestre. Son parte activa en el camino de la Iglesia y lo serán cada vez más en nuestros tiempos, que son los últimos, pero solo hasta su retorno glorioso, cuando estarán alrededor de Jesucristo; cuando veremos a Jesús, rodeado de sus ángeles y Arcángeles. Están presentes en cada una de nuestras celebraciones y, de manera especial, al lado de cada sacerdote está un Arcángel diferente.

En cuanto a los ángeles custodios, ellos son mucho más activos y están involucrados en la esfera personal de cada hombre. Son ellos quienes de manera especial lo ayudan en las pruebas, lo protegen y lo acompañan siempre hasta que entran en el Paraíso y luego a la nueva creación. También lo acompañan en el Purgatorio y continúan hablándole a su «protegido» —llamémoslo así— de Dios. Procuran despertar la imagen de Dios en el alma, procuran hacerle sentir la ternura, el amor, alejar las vibraciones negativas, envolverlos con el amor y con las vibraciones positivas. Todo esto es obra de los ángeles, quienes a su vez forman parte de una hueste que está encabezada por un Arcángel. Esto, en la economía de Dios es el orden, no las jerarquías. Un ángel custodio no vale menos que un Arcángel, un Arcángel no vale menos que San Miguel; cada uno tiene su propio servicio.

 Pidamos también a ellos su bendición, para comprenderlos, entenderlos y para entrar así cada vez más en esa mirada amorosa de Dios que ha previsto, creado, ordenado y enviado toda gracia para que el hombre vuelva a Él y vuelva a ser hijo de Dios, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

[1] Ver el capítulo 3. Ángeles y Arcángeles, págs. 51-72.