Mensaje de la Santísima Virgen María del 22 de febrero de 2021
“Queridos hijos:
Deseo bendeciros y agradeceros por haberme acogido en mi obra de CORREDENTORA. Pertenecer a mí significa ser corredentores junto conmigo. Si yo no fuera la Corredentora, tampoco vosotros podríais entrar plenamente en la Redención de mi Hijo y ser corredentores.
Cuando Jesús me ha confiado a Juan y lo ha confiado a Juan a mí, se ha creado un vínculo indisoluble entre la humanidad y yo, porque Juan representaba en ese momento a la humanidad entera.
En la primera Iglesia, Juan y yo habíamos testimoniado y vivido particularmente la obra de Redención de mi Hijo, porque ambos habíamos estado a los pies de la Cruz, donde Jesús nos había confiado uno a otro.
Habría podido hacerlo en otra ocasión, en un día de fiesta, quizás; en cambio lo hizo a los pies de la Cruz. Lo hizo no solamente porque Jesús se habría ido y yo habría quedado sola, sin Él, sino para subrayar que en aquel momento participábamos ambos en su Pasión; yo plenamente, Juan de un modo más limitado, pero ambos deseosos de tomar parte en sus sufrimientos. Juan había sufrido mucho a los pies de la Cruz, porque amaba sinceramente a Jesús, y no por temor de quedar solo sin su Maestro.
También vosotros camináis sobre la huella de Juan, si aceptáis estar a los pies de la Cruz junto a mí. Estabais en Juan cuando él me recibió en nombre de la humanidad y también ahora me aceptáis. Así continuáis su obra que es apostólica, porque Juan hablaba de mí a la primera Iglesia. Mucho de lo que sabéis sobre mí os ha llegado a través de Juan, a quien le había confiado muchas cosas, así como lo he hecho con vosotros. Continuáis la obra de Juan porque habéis aceptado plenamente su testimonio sobre mí.
Sin embargo gran parte de la Iglesia ha rechazado el testimonio de Juan. Las continuas disputas entre los cristianos sobre si yo soy o no Corredentora, testimonian puntualmente que cuanto Juan ha dicho y vivido no ha sido plenamente acogido ni transmitido a toda la Iglesia.
A los primeros cristianos Juan les hablaba abiertamente de Mí como Corredentora. También Jesús, después de la Resurrección hizo otro tanto con los Apóstoles, pero esta revelación no llegó hasta vosotros, así como la revelación sobre la vida del Universo.
Vosotros habéis recibido ambas revelaciones y queréis vivirlas. Sed entonces conscientes que estáis reescribiendo un trozo de la historia de la Iglesia, que se ha perdido en el tiempo. Estáis escribiendo una parte de la doctrina que faltaba hasta hoy. Muchos santos que me han honrado a lo largo de los siglos y me fueron verdaderamente fieles, han intuido pero no han podido comprender plenamente mi obra de Corredentora, ni han podido proclamarla porque no les fue permitido. Vosotros en cambio la habéis comprendido y acogido. Por esto encontráis tantas oposiciones, porque Lucifer teme terriblemente esta realidad; sabe bien que si os unís a mí y me acogéis como Madre, Reina y Corredentora entráis de lleno en la obra y el accionar de Jesús.
Si no hubieseis acogido esta verdad y no me hubieseis reconocido como Corredentora, la VENIDA INTERMEDIA DE JESUS habría sido muy demorada.
Ahora poned en segundo plano vuestros límites y vuestras debilidades. Uníos a mí para entrar siempre más en la obra de Redención de mi Hijo, para superar vuestros límites y vencerlos, o bien para transformarlos en algo precioso a los ojos de Dios. Si vivís vuestros límites como un ofrecimiento a Dios, junto a Jesús y a mí, podéis transformarlos en una gran riqueza.
Mi maternidad ha sido frecuentemente tomada de forma afectiva y devocional justamente porque no fue acogido y comprendido el aspecto de mi corredención que a muchos les da miedo. No olvidéis que muchas personas temen la Cruz y más todavía, temen unirse a la Cruz. Por eso muchos cristianos no me aceptan como Corredentora, porque esto me hace aparecer a sus ojos como una criatura sufriente y no como la mamá dulce que se imaginan. Así mi maternidad, aunque aceptada resulta distorsionada, aparece bajo una luz inapropiada, porque mi maternidad encierra en sí la ternura pero también la fuerza dolorosa de la Cruz, y no está hecha de afectividad edulcorada.
De esto se deriva que también mi realeza es poco acogida y comprendida, porque también ella se deriva de mi perfecta participación en el Sacrificio de mi Hijo, tal como mi maternidad. Soy madre por acogí a Jesús cuando nació y cuando murió. He sido la primera en apretarlo en mi pecho apenas nacido, y la primera en estrecharlo entre mis brazos cuando expiró y fue bajado de la Cruz. Veis entonces que mi maternidad y mi realeza nacen de haber acogido plenamente a Jesús. Lo mismo debería ser para vosotros: si entráis plenamente en la obra de la Redención junto conmigo, sois padres y madres de la humanidad y reináis con Jesús.
Quien no entra plenamente en el Sacrificio de Jesús no puede tener pleno acceso a la vida de la Santísima Trinidad. Esto no significa que una persona no pueda ser tocada por la acción Trinitaria porque Dios ama a todos. Sin embargo solo si estamos unidos a Cristo Jesús nos es posible participar plenamente en la vida de la Santísima Trinidad. Mi Hijo ha venido a la Tierra, aceptó morir y resucitar justamente para sumergiros en la Vida Trinitaria. Sin Él, las personas pueden ser abarcadas por la acción trinitaria, como lo son todas las criaturas-también las piedras, los planetas, las estrellas lo son- pero no por esto pueden entrar plenamente en la vida trinitaria.
Quien no me acoge como Corredentora carga en sí una patología que nace del rechazo de la Cruz y no participa plenamente en el Sacrificio de Jesús, porque no puede hacerlo sin mí. Así no entra tampoco plenamente ni siquiera en la Resurrección. Este es sin embargo el desastre acontecido en una parte de la Iglesia que ha llevado a un progresivo vaciamiento de la doctrina, a la división y a las herejías. Una gran parte de la humanidad me dejado de lado, no solo como Corredentora sino también como Madre y Reina. Mi figura no existe más para muchos cristiano, que de esta forma se encuentran participando de un modo imperfecto en el Sacrificio de mi Hijo, no obstante la buena voluntad de muchos de ellos.
Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.