Queridos lectores:
Os saludo, queridísimos lectores: Nos acercamos a la fiesta de los santos Arcángeles, el 29de setiembre. Los arcángeles y los ángeles ocupan un puesto importantísimo en mi mida y en mis experiencias, como ciertamente habrán comprendido cuantos han leído mis libros donde he transmitido tantas palabras de los arcángeles.
Los ángeles son importantísimos también para el camino del pueblo de Dios; abren el camino a los hombres de buena voluntad, están a su lado, los sostienen, los protegen en la lucha contra el mal. Hoy, sin embargo, su culto está drásticamente reducido en la Iglesia; encima, muchos movimientos no cristianos han usado y abusado de los ángeles reduciéndolos a figuras mágica, irreales, confusas. Frente a la expansión de la corrupción en el mundo, a las muchas seducciones que mal hoy nos propone, es más necesario que nunca rezar a los ángeles, amarlos, y buscar la protección y ayuda.
En esta luz os propongo un mensaje que San Miguel arcángel me ha dictado hace pocos días, precisamente el 20 de setiembre, primer día de la novena a los arcángeles, que estoy acostumbrada rezar cada año al aproximarse su fiesta. San Miguel ha dicho que quería dedicar estas palabras particularmente a vosotros que seguís este sitio, y a través de vosotros, a todo el pueblo de Dios.
Os dejo con sus palabras; os abrazo y os bendigo en Cristo. Os confío a sus ángeles.
Mensaje de S. Miguel Arcángel
Del 20 de setiembre del 2010
Os bendigo y os traigo el saludo de Dios Altísimo del cual soy servidor. Soy el arcángel Miguel y contemplo el rostro de Dios; soy su testimonio en cada parte del universo. Intercedo continuamente por vosotros, junto a todos los ángeles, de los cuales el Señor del universo me ha puesto a la cabeza. Oigo la voz del Padre y veo su rostro; he sido llamado a servirlo de modo especial y soy agradecido y valiente. Esto comporta para mí el deber de rendirle honor y testimonio. Por esto me dirijo a vosotros: deseo que mis palabras puedan transmitiros todo el amor y la bondad de Dios .
Atestiguar la vida de Dios es el primer deber del cristiano. ES también el deber de la Iglesia Universal, que no está circunscripta solo a la Tierra, sino que comprende a María Santísima, nuestra Reina, los ángeles, los santos, todos los hombres fieles a El y las almas del purgatorio. Así como Jesucristo vino al mundo para dar testimonio del Padre, para revelarnos su rostro, así cada uno de vosotros está enviado para rendir testimonio al rostro de Dios que contempla en sí mismo, porque en cada uno de vosotros está impresa la imagen de Dios. Este testimonio solo puede ser efectivo mediante la comunión, el amor, la vida de Dios vivida por cada miembro del pueblo de Dios
La Iglesia universal atestigua la luz que vive; por eso es importante que ella esté cada vez más inmersa e la luz divina. En esto consiste la obra de Cristo, que intercede junto al Padre a favor de toda su Iglesia.
Esta es también la obra de nosotros los arcángeles y de los ángeles todos; ellos ayudan al pueblo santo de Dios a alcanzar la plenitud. Es tiempo que el pueblo de Dios logre la plenitud de la gracia, viva y operante, para ser instrumento perfecto de salvación.
Jesucristo continúa a operar a través de cada un y a través de la Iglesia Universal de la cual es el único Señor y la cabeza. Jesucristo es el Sumo Sacerdote y el Pastor Supremo. Nadie en el universo puede igualar su poder. Recordaos que todos vosotros, si ofrecéis sinceramente la vida a Dios, resultáis miembros vivos de la Iglesia universal, miembros de Cristo. En esto reside vuestra dignidad y vuestra responsabilidad de hombres, y de hijos de Dios.
Vuestra humanidad vive un tiempo de turbación y de confusión. Los cristianos mismos, divididos entre ellos y débiles en la fe, no son más capaces de comunicar la esperanza: en muchos de ellos parece apagada la chispa divina, que sin embargo debería estar bien visible en cada uno. Y sin embargo, también hoy, como a lo largo de los siglos el Señor continúa hablando de muchas formas, y suscitando santos y profetas. Pero su voz es sofocada por el clamor del mundo y por la arrogancia de muchos: o bien se pierde en las largas naves de las catedrales vacías. ¡ Muchas, muchas voces de profetas se transforman en gritos de dolor!
Vine a deciros hoy, que el Señor del cielo y de la tierra, ha oído una vez más la voz de su pueblo fiel, que grita día y noche. El está trabajando en el Universo para separar de una vez por todas la luz de las tinieblas; para separar a los hijos de Dios de los hijos del mundo. La separación de la cual os hablo no es una fantasía: es ya visible para aquellos que tienen los ojos de la fe, y lo será cada vez más.
Os invito a estar preparados, a dejar finalmente vuestro egoísmo y vuestras miradas estrechas, entregando todo vuestro ser a Dios por medio de Jesucristo, a través del Corazón Inmaculado de María. Poned a un lado vuestra lógica humana; no le hagáis a Dios preguntas que no sirven para otra cosa que para postergar vuestras decisiones; sed honestos con vosotros mismos. Pedid ayuda a Dios; El está siempre al lado de vosotros. Di os abandonáis en sus manos viviréis en el Espíritu Santo que os indicará los pasos a dar y os llevará a ser criaturas nuevas. No esperéis para más tarde, no posterguéis para mañana vuestras elecciones porque los tiempos son veloces y la gracia pasa velozmente por el lado; tratad de aferrarla, antes que el Esposo cierre las puertas de la Nupcias.
Vosotros hombres, y nosotros ángeles somos hijos del Altísimo y testigos del Omnipotente. Os invito a un testimonio fuerte y auténtico No vayáis en vuestro nombre, sino en nombre de Dios, sabiendo que no estáis nunca solos, porque en realidad sois parte de la Iglesia Universal. Cuando anunciáis a otros la salvación de Dios testimoniando vuestra pertenencia a Cristo, detrás de vosotros se mueve la potencia de la Iglesia Universal. Estáis protegidos por María Santísima, ayudados por los ángeles, confortados por la plegaria de los santos, de los justos y de las almas del purgatorio que ofrecen sus sufrimientos por vosotros. Dios no os manda sin medios a enfrentar al mundo; os transporta sobre alas de águila, y no permite a las fuerzas tenebrosas derrotaros. Os pone a prueba, si, pero no para haceros caer, ni para confundiros, ni mucho menos para castigaros; pone a prueba vuestra fidelidad y vuestra respuesta. Si os abandonáis a El con confianza, ofreciéndole vuestras dificultades os fortificáis día a día. Así crecéis en santidad y poder, y aumenta vuestra luz interior.
De esta forma resultáis el reflejo de su potencia que os vuelve profetas, mártires y apóstoles, pues estáis insertos plenamente en la vida de la Iglesia universal. No os está pedido hacer grandes cosas o pronunciar discursos memorables; os está pedido entregaros a Dios para que Dios se haga carne en vosotros. Entonces vuestra presencia, aunque silenciosa, vuestro andar entre la gente afanosa y distraída, no será sin fruto. Donde os encontréis seréis testimonios de una vida nueva y redimida, seréis hombres y mujeres resucitados con Cristo. En cualquier lado estéis, ahí estará presente también Dios y se manifestará a través de vosotros, más allá de vuestros límites y de vuestras debilidades, porque la potencia y el amor de Dios son infinitamente más grandes que vuestra debilidad.
Nunca tengáis miedo de aquello que debáis enfrentar; cualquier preocupación es un veneno que corrompe vuestra fe. Tened confianza en el poder de vuestro Creador. El os ama con un amor infinito y se inclina sobre vosotros para sosteneros en cada paso; os transmite su fuerza para que estéis en condiciones de afrontar cada situación. Os regala a su Madre, manda a los ángeles y a los santos para confortaros en cada dolor. Su inteligencia os guía para comprender los pasos justos y las decisiones que tomar; su Espíritu reposa sobre vosotros.
Cuando un hombre ofrece su vida a Dios, Dios mismo se hace presente en ese hombre; los demás perciben esta presencia y son tocados interiormente. Como el viajero busca una fuente de agua para saciarse, así los corazones buscan a los santos, aquellos en los cuales vive Dios. La santidad es vuestro verdadero destino y vuestra auténtica felicidad. No existe nada más grande que el percibir a Dios que vive en un hombre. ¡ No os dejéis engañar por falsas imágenes de santidad, no creáis que es inalcanzable! La santidad verdadera es simplicidad; es el fluir silencioso e imparable de la vida de Dios, aún en los gestos simples de cada día. Es la vida eterna que brota del seno del Padre, pasa a través del Hijo, y os es comunicada por el Espíritu Santo.
Nosotros los ángeles somos espíritus puros, no manchados por el pecado; no conocemos debilidades, vivimos inmersos en la luz de la Verdad de Dios. También nosotros, como todos vosotros estamos llamados a vivir en plenitud nuestra santidad, que proviene de Aquel que es Santo. Contemplamos la santidad de Dios y atestiguamos su vida. Como flechas encendidas de amor, atravesamos el universo para llevar a cada criatura el amor de Dios, su paz, su alegría, y su bendición. Esta es nuestra misión y nuestra eterna felicidad. Buscadnos si habéis decidido servir a Dios entregándoos a El; os ayudaremos a hacerlo mejor. Buscadnos cuando os sintáis solos, cuando vuestra fe vacila, cuando el mundo os traspase con sus penas. Nosotros somos ángeles, muy distintos de vosotros, sin embargo os entendemos muy bien, porque el amor de Dios, que es el único y verdadero amor, habla una sola lengua. Llamadnos con el amor de Dios, y en aquel amor os responderemos. Dios desea que nosotros y vosotros vivamos en plena comunión.
Os bendigo hoy en nombre del Altísimo para que resultéis testimonios del Omnipotente. Sed testimonios pacíficos, llenos de gracia, y Dios trabajará en vosotros y con vosotros; estará siempre a vuestro lado. No cedáis nunca frente a la mentira, sed auténticos, colmados de esa verdad que habéis conocido en Cristo y que deseáis vivir. Testimoniad a vuestros hermanos y a cuantos esperan la resurrección, la vida de Dios; testimoniad que sois hijos de un Padre que os ama, que vive en los cielos y en vuestros corazones.
Os aseguro mi plegaria y velo sobre cada uno de vosotros junto con mis ángeles.
Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
Publicado en “ Verso la Nuova Creazione