El futuro de mi pueblo

Queridos lectores:

Jesús nos propone un nuevo paso, y nos toca  a nosotros cumplirlo de la mejor forma. Buscaré de ayudaros con pocas palabras.

El primer paso lo cumple cada uno, si escoge a Jesucristo en forma libre, responsable y incondicional, a través del Corazón Inmaculado de María. En el Corazón de María se encuentra la vida inmaculada, que Dios nos regala si queremos vivir cara a cara con Él, sinceros, transparentes e íntegros. No se nos pide  ser perfectos, mejores que los demás, sino antes bien, de sumergir humildemente en el amor de Dios nuestros pecados, nuestras límitaciones y necesidades, para vivir como criaturas nuevas, según sus deseos. Paso a paso que crezcamos, encontraremos en Dios nuestra verdadera identidad y la plenitud de la vida.

Haciendo nuestro camino, tendremos necesidad de comunicarnos  con los demás. La vida nace y se desarrolla en la comunión. Ninguno de nosotros se basta a sí mismo y ni siquiera vive sólo para sí mismo; nuestra vida crece comunicándose con los demás.

Jesús nos muestra nuestro crecimiento y la renovación de su Iglesia a partir de pequeños núcleos de personas. ¿Por qué? Es lo normal comenzar una vida de comunión partiendo de pequeñas células, en las cuales las personas viven este proyecto bajo la guía del Espíritu Santo: parejas, familias, amigos, etc. En el núcleo se vive la vida de Dios, se comunica con los demás, se comparten las experiencias, se reza. Es una pequeña Iglesia inserta en la Iglesia Universal, donde las personas  son más abiertas y responsables, se liberan más fácilmente de los temores y de los bloqueos internos. Esto promueve el crecimiento de todos.

Los núcleos de los que habla Jesús, no son abandonados a sí mismos. Las personas que forman parte, en efecto, eligiendo a Jesús de modo incondicional, se unen inmediatamente a cuantos están en Cristo; son rodeados y protegidos por los instrumentos particulares que Dios ha previsto para estos tiempos, que se harán siempre presentes y serán cada vez más reconocibles.(1)

El Espíritu Santo suscita la comunión en el pueblo de Dios, para llevarlo adelante y hacerlo el Cuerpo Místico de Cristo.

Como leeréis en el mensaje, un núcleo no se encierra en sí mismo, sino que ampara en la  comunión  universal. Por esto, también sobre la Tierra, espiritual y físicamente, los núcleos viven en el amor fraterno, expresando cada uno la  propia originalidad. Se caracterizan por el hecho que los propios miembros ofrecen la vida a Dios, los unos por los otros, hasta llegar a ofrecer a Jesucristo la humanidad entera y a toda la creación.  Entonces habrá un único Pueblo de Dios en todo el universo; será la nueva creación.

Estas son las leyes del Espíritu que gobernarán a todos aquellos que desean vivir en Dios. Por nuestra parte, rezaremos  y nos ofreceremos a Dios para que el Espíritu Santo nos sugiera el  modo mejor de ir a vuestro encuentro y ayudaros en el camino emprendido. ¡Fuerza y coraje!

Os saludo y os bendigo en Cristo:  Stefania Caterina

Mensaje de Jesús  del 8 de setiembre del 2011-

“Mis queridos hijos, continuamos la conversación sobre el tiempo en que vivís y sobre los acontecimientos que os esperan. Después de haber hablado de mi acción y de los instrumentos   de los cuales me sirvo en este tiempo,(2) deseo  hoy afrontar el tema del futuro de mi pueblo. Deseo aclararos inmediatamente que  no se trata de una profecía nueva y desconocida, de algo que todavía no haya sido anunciado. En efecto, cuando rezáis el Credo, afirmáis que esperáis “la vida del mundo que vendrá” y la Iglesia profesa desde siempre creer en mi retorno, en la resurrección de los muertos, en el reino de Dios que estableceré al final de los tiempos y entregaré a mi Padre y vuestro Padre. Lo que quiero indicaros hoy es un camino de  preparación que os ayude a ser concientes de lo que acontecerá, para que estéis preparados a responder y participar, con vuestra vida, en la acción de Dios.

Mi pueblo, como ya os lo he dicho, es un instrumento insustituible y poderoso de mi acción; por esto he fundado mi Iglesia. La he fundado sobre la Tierra donde me he encarnado, he muerto y he resucitado. La Iglesia es mi pueblo, que lo he rescatado con el precio de mi sangre, a través del cual se encarna mi  palabra y se renueva mi Sacrificio. Es justamente mediante la Iglesia que la potencia de mi muerte y resurrección  se prolonga hasta el final de los tiempos y extiende sus beneficios a los vivos y a los difuntos de todo tiempo.

Yo no he venido a la Tierra para fundar una nueva religión, sino para llamar a toda la humanidad a la fe en el Dios viviente, AQUEL QUE ES. No un dios fruto de las especulaciones humanas, engendrado por la mente de algún filósofo, sino el Dios verdadero,  que se hizo Hombre en mí. Mostrándome a vosotros, os he mostrado al Padre, porque el Padre y yo somos una sola cosa. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. (3)

Me hecho carne para santificar a cada uno de vosotros y para santificar a todos los que creen en Dios. Después de mi muerte y resurrección, ya no sois solamente hombres, hechos de carne y sangre, sino hijos de Dios, despiertos en el espíritu y hechos dignos de estar cara a cara  con  el Dios Viviente.

La Iglesia no es una institución humana sino divina. Sin embargo fue confiada a los hombres de la Tierra, a pesar de que existen otros hombres en el universo, también mejores que vosotros. Mi Padre ha querido que visitase la Tierra y aquí fundase la Iglesia. ¿Por qué? Porque ha visto la gran miseria de vuestra humanidad y la opresión de las fuerzas infernales sobre vosotros, que no tiene igual en el universo, porque vuestros progenitores han  pecado mucho, han pecado más que otros  contrayendo una tremenda alianza con Lucifer. El Padre os ha socorrido y os ha dado una gran oportunidad para rescataros.

La Iglesia no ha nacido del hombre sino de Dios. Ha nacido para custodiar, manifestar y promover la vida de la Santísima Trinidad, esa vida que le viene comunicada incesantemente por la acción del Espíritu Santo, “que es el Señor y da la vida, y procede del Padre y del Hijo”. La Iglesia, mi pueblo santo no puede contener otra cosa en sí misma que la vida divina y no puede hacer otra cosa que transmitir esa vida al hombre y a lo creado. Todo aquello que en la Iglesia se opone a la vida de Dios corrompe la Iglesia volviéndola impura.

Ahora os pregunto: ¿es pura mi Iglesia? ¿Es mi pueblo un vaso precioso  que contiene la vida de Dios o es cualquier otra cosa? Respondeos con sinceridad, porque la Iglesia ha sido confiada a cada uno de vosotros y no solamente a aquellos que la gobiernan. Todos  vosotros que os llamáis Cristianos habéis sido llamados para ser mis testigos. Me dirijo a vosotros católicos, ortodoxos, protestantes, anglicanos, etc, etc. ¿Quiénes sois? ¿Qué cosa sois? ¿Mis testimonios, o los testimonios de vosotros mismos, de vuestras ideas, de vuestras teologías, de vuestros intereses humanos?

¿Sois representantes de las iglesias nacidas de vuestras divisiones y embadurnadas de preceptos humanos, o de la Iglesia nacida de mi costado desgarrado sobre la cruz? Dejo que seáis vosotros los que respondáis, según vuestra conciencia.

Yo deseo deciros lo que deseo de mi  pueblo, y lo que haré con mi poder. La Iglesia tiene todavía necesidad de que yo la visite  con mi poder que viene de lo alto y no de vuestros códices. Yo colmaré todas las carencias de mi pueblo, realizaré  aquello que todavía no fue posible realizar a causa de las debilidades y de los pecados de vuestra humanidad. Por medio de un pueblo nuevo realizaré  mis promesas del reino de Dios.

  • Mi pueblo será inmaculado como es Inmaculada mi Madre y vuestra Madre, la Madre de la Iglesia. La pureza no es perfección; no pretendo que seáis perfectos,  porque solo Dios lo es. No es tampoco la simple pureza sexual. La verdadera pureza es el despojo de vuestros intereses y ambiciones personales; es la sinceridad total delante de mí y de vuestro prójimo. Es la capacidad de reconocer humildemente vuestros límites, pidiendo ayuda a Dios y a los hermanos, sin esconderos detrás de justificaciones inútiles y perjudiciales, sino colocándoos  de frente a vuestro Maestro. La pureza es sinónimo de integridad.

Os aseguro que no lograréis ser íntegros sin la ayuda de mi Madre, la Virgen pura y santa que os he regalado como Madre. Desde lo alto de la cruz se a he confiado a Juan y él la acogió  en nombre de todos vosotros. No le he confiado a Juan una pobre mujer sufriente, sino una Madre poderosa, la Mujer que ha recibido del Padre la tarea de pisotear la cabeza de la serpiente. Lo ha hecho engendrándome a mí, el Hijo de Dios,  y engendrando los hijos de Dios  como una verdadera Madre. La lucha contra las fuerzas del mal se hará siempre más fuerte. Llegará el día en que el Corazón de mi Madre será para vosotros el único refugio seguro, porque su pureza os pondrá al resguardo de las sutiles insidias del demonio

Os he mandado a mi Madre tantas veces para que su amor os atrajera a mí y su cercanía os ayudara a superar las dificultades de la existencia terrena.  Mi Madre ha aparecido innumerables veces sobre la Tierra.  No ha llegado hasta vosotros para alentar discusiones y mesas redondas sobre fenómenos sobrenaturales, ni para generar fanatismos o sentimentalismos, sino para llamaros a la verdadera fe. La Madre se ha aparecido  en los momentos más delicados de la vida de la Iglesia y de la Tierra para ayudaros a caminar sobre  cualquier dificultad; os ha creado siempre un puente hacia Dios, cubriendo con su misericordia tantos pecados vuestros. ¡No lo olvidéis y arrepentíos por todas las veces que no la habéis escuchado, incluso os habéis burlado y rechazado! ¡Lo digo también a vosotros, pastores: arrepentíos! Sabéis bien porqué.

El futuro de mi pueblo no podrá hacer a menos de María. Mi Iglesia será mariana o no será mi Iglesia. El Hijo del hombre ha sido generado a través de Ella; a través de Ella será generado un pueblo nuevo, que tendrá la potencia y el esplendor de la Madre de Dios.

María reunirá bajo su manto a los hombres de cada planeta del universo y me los ofrecerá, como una verdadera Madre. María es la Reina del universo, como Yo soy el Rey. Como tal será acogida y venerada por todos los hijos de Dios, doquiera se encuentren. Será Madre de toda la humanidad. Cuando un hombre rechaza su propia madre, rechaza la vida. Por lo tanto,  quien rechace a María, no tendrá parte en mi vida.

  • Mi pueblo será libre y autónomo.

Libre, porque dentro estará formado por personas libres; autónomo porque no  estará sometido a la tiranía de los sistemas y de las estructuras.  Será capaz de relacionarse con Dios cara a cara, y  no tendrá más necesidad de preguntar a otros  para saber quién es Dios. Sabrá discernir aquello que está bien, de lo que está mal, y no tendrá otros maestros ni intermediarios por fuera de mí. No será dominado por ninguna jerarquía; nadie podrá llamarse más grande o más pequeño. El Espíritu Santo actuará libremente en mi pueblo y lo educará. Dios será todo en  todos.

No se puede llegar a la verdadera libertad sin pureza, ni existe una verdadera autonomía por fuera de mi Espíritu. Vuestra humanidad ha estado siempre sujeta a leyes y autoridades humanas, que frecuentemente se han mostrado injustas y crueles, pero de las cuales nunca habéis podido hacer a menos. ¿Por qué? Porque tenéis un corazón duro y la mayor parte de vosotros está alejada de Dios. Sois rebeldes por naturaleza y debéis ser domados  como caballos salvajes. No sois ni íntegros ni libres interiormente. Para más habéis rechazado a Dios  pensando ser más libres, pero habéis resultado esclavos de vuestros miedos. Y así, paradojalmente, teméis la libertad más que la esclavitud, porque no queréis asumir la responsabilidad de vivir  íntegros  delante de Dios. Preferís  obedecer a los sistemas corruptos antes que vivir libres y responsables según los deseos de Dios.

Esta situación no podrá durar eternamente sobre la Tierra porque estaréis colocados frente a una elección bien precisa: hombres libres en Dios o esclavos de Satanás. En el medio no quedará más nada. Los sucesos que acontecerán os obligarán a elegir y no podréis escapar.  No os servirán de nada las distracciones que  buscáis, vuestras fiestas y todo el alboroto y el barullo con los cuales buscáis de llenar vuestros vacíos interiores. Ninguna autoridad humana, ni sistema alguno podrán liberaros de la necesidad de decidiros. Deberéis elegir, de un modo u otro.

Os pregunto ahora; ¿qué varones y mujeres queréis ser? ¿Qué futuro deseáis para vosotros y para vuestros  hijos? ¿Queréis ser esclavos de aquellos que piensan en sus propios intereses, os dominan y os gozan,  llenándoos de palabras vacías y engañadoras? ¿No  os agradaría en cambio, ser libres, capaces de discernir por vosotros mismos cuál es el camino mejor y recorrerlo seguro bajo mi guía? ¿No habéis comprendido, todavía, que Dios os ama y desea vuestra verdadera felicidad? El Creador quiere la  paz para sus hijos, la verdadera justicia, la libertad. Puede daros todo eso, solo si aceptáis sinceramente vivir  según las leyes  de su Espíritu que son infalibles, incorruptas, y procuran sólo el bien.  Así viven las humanidades fieles a Dios sobre algunos planetas del universo; se dejan guiar internamente por Dios, reconociendo su omnipotente sabiduría, respetan sus leyes y se someten a ellas con amor. Por eso no conocen el mal, porque en ellos  solo hay deseos del bien. A esto está llamada la humanidad entera del universo, sobre la Tierra como sobre tantos otros planetas donde reina la esclavitud de la corrupción. Por esto he muerto y resucitado, para extirpar la semilla malvada esparcida por el enemigo.  Lucifer es vuestro verdadero enemigo,  no lo olvidéis.

  • Mi pueblo será sacerdotal, profético y real.(4) Enviará  al trono de Dios un ofrecimiento puro: cada uno se ofrecerá a si mismo e intercederá por toda la creación. Vivirá unido a mí. Será sacerdote del universo. Anunciará las obras de Dios, y hablará en su nombre, y  todos se instruirán mutuamente en las cosas de Dios.

El sacerdocio, la profecía y la realeza son prerrogativas inviolables de mi pueblo, porque  manifiestan la dignidad de los hijos de Dios. Dios os ha regalado su Espíritu y ha impreso en vosotros su imagen y semejanza. Os ha llamado a servirlo y servir con amor  a toda la creación en su nombre. No os ha llamado a dominar sino a servir.  El sacerdote es aquel que sirve, el ministro.

Cada fiel está llamado a esto, por eso cada uno de vosotros es sacerdote. Hasta hoy, esto no ha sido valorizado en mi Iglesia,  porque los fieles han puesto en el centro  la figura del sacerdote que  ven habitualmente; el párroco, el obispo, etc. los cuales cumplen un servicio particular a favor del pueblo y lo acompañan espiritualmente. En realidad cada fiel es un sacerdote que ofrece a sí mismo al Padre, uniéndose a mi entrega. Obrando así, recapitula en mí  todo lo que vive y todo lo que está a su alrededor; es el recapitular de  la creación entera.  Mi pueblo será sacerdotal, porque cada miembro deberá vivir su sacerdocio hasta el fondo. Lo vivirá de un modo nuevo, abierto a mi Espíritu, como no se ha visto nunca hasta ahora, porque haré nuevas todas las cosas.

También la profecía se expresará plenamente en el modo justo. Seréis todos profetas, verdaderos profetas que hablan en el nombre de Dios,  y como tal os aceptaréis unos a otros. Nadie perseguirá más a los profetas, ni los colocará en la porción de los charlatanes o visionarios, porque cada uno de mi pueblo vivirá la dimensión profética y la respetará en todos los demás.

Cada uno será rey, porque estará revestido de la plena dignidad de hijo de Dios,  de aquel que es el único Rey del universo. No habrá más tiranos en mi  pueblo, sino verdaderos reyes. Servirán al pueblo y no lo oprimirán,  no impondrán su propia erudición, ni doctrinas, ni filosofías, sino que sabrán expresar la potencia del Espíritu Santo, porque es solo  ésta la que os hace reyes.

  • Mi pueblo vivirá la comunión con los ángeles y colaborará con ellos. El sacerdocio de cada uno estará  particularmente unido al de los siete grandes arcángeles, junto a los cuales participarán en la Liturgia del Cielo  que quedará como la única y verdadera Liturgia del universo.
  • Será un pueblo de padres y de madres. Cada varón y cada mujer de  mi pueblo ejercitará su paternidad y maternidad espirituales a favor de cada criatura. Serán padres y madres lo unos para los otros. A través de ellos la vida de Dios fluirá  en el universo y se comunicará a la creación entera.
  • Será un pueblo compuesto de pequeños núcleos autónomos, pero unidos unos a otros por la verdadera comunión, unidos entre ellos por el vínculo de la caridad. Serán pequeñas familias de Dios, y constituirán  el tejido de toda la humanidad. Cada núcleo vivirá intensamente la vida del Espíritu y la expresará. Vivirá la dimensión sacerdotal, profética y real. Será gobernado sólo por las leyes de Dios. No se verán más las masas que colman vuestras plazas y vuestras celebraciones y que después desaparecen el  gris de la cotidianidad. Al contrario, los núcleos de los que hablo serán células vivas, pulsantes y dinámicas que darán nueva vida a mi Cuerpo Místico.

Estos núcleos se están formando ya por todas partes en el universo. Muchas personas de buena voluntad se están uniendo entre ellas para vivir más intensamente la fe; no viven necesariamente bajo el mismo techo, pero están unidas profundamente en mi Espíritu. Viven con simplicidad, sin ruido y sin banderas; viven como verdaderos cristianos. Podéis hacerlo también vosotros si os sentís preparados. El Espíritu Santo os guiará.

Al final de los tiempos cuando entregue mi Reino al Padre, cada núcleo desaparecerá para dar vida finalmente a un pueblo único, inmenso, que será un solo corazón y una sola alma.  Será la nueva creación.

  • Mi pueblo vivirá la comunión universal.  No existirán más divisiones de pueblos, de razas, de planetas. La humanidad de todo el universo formará una única familia: la familia de Dios. Vivirá un a relación profunda y viva con Dios, con María Santísima, y los espíritus puros  que habitan las dimensiones más altas, Cada núcleo sobre la Tierra vivirá una comunión intensa con todos los núcleos, también sobre otros planetas, porque mi Espíritu los unirá más allá de toda distancia.
  • En fin, mi pueblo  será ofrecido a mí, Cada uno se ofrecerá a sí mismo a Dios, a través del Corazón Inmaculado de María, y formará mi Cuerpo, mi Iglesia. Entonces,  un sacrificio puro se elevará al Padre, por medio del Hijo, en la potencia del Espíritu Santo. Será el Sacrificio de mi pueblo íntegro, vivos y difuntos, unido al mío. Será presentado continuamente ante el trono de Dios por los arcángeles. A él se unirán los espíritus puros  de todos los ángeles y de los santos. Será la fuerza más grande del universo, después de la de Dios, y se opondrá a las fuerzas infernales.

Os invito a reflexionar sobre estos puntos, para entender lo que deseáis vivir, si queréis o no formar parte de un pueblo nuevo. Recordad que este pueblo preparará el camino a mi venida gloriosa. Yo vendré y reuniré a todos mis hijos; los introduciré en la creación nueva, donde vivirán eternamente, en una dimensión espiritual y definitiva. No habrá más distinciones de razas ni de pueblos.  Existirá un  solo Dios y un solo pueblo. (5)

¿Cuándo sucederá todo esto? Depende mucho de las elecciones de la humanidad, porque vuestras decisiones pueden acelerar o frenar los planes de Dios, dado que El respeta vuestra libertad. Sin embargo Dios está ya en la tarea de abriros el camino.  Será un proceso gradual, pero el Padre no esperará eternamente que los hombres se decidan. Os digo que los tiempos nos apremian; es necesario que os decidáis con urgencia a vivir vuestra fe con seriedad, colocando a Dios en el primer puesto y rechazando toda forma de egoísmo.

La humanidad entera del universo está por entrar en una fase decisiva de su historia, en la cual, mi potencia unida a la fe de mi pueblo, pondrán los fundamentos del mundo que vendrá, de la nueva creación. Haced que os encuentre preparados para que yo pueda servirme de vosotros y atraeros a mí. Entregadme vuestra vida y dejad que mi Espíritu os transforme en  criaturas nuevas. Sólo las criaturas nuevas entrarán en la creación nueva.

Dios está preparado. También los instrumentos que ha elegido  para ayudaros  están preparados;(6) ahora toca a cada uno de vosotros. ¡Orad y vigilad!

Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

(1)   cfr.Mensaje de Jesús del 5 de setiembre  de 2011 publicado en este sitio.

(2)   CfrMensaje de Jesús del 29 de agosto de 2011 y del 5 de setiembre de 2011 publicados en este sitio.

(3)   Cfr. Jn 14, 8-11

(4)    Jesús ha hablado con profundidad de su pueblo en el mensaje de Navidad de 2010.

(5)    Cfr Ap. 21

(6)    Ver el mensaje de Jesús del 5 de setiembre de 2011, publicado en este sitio.

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