06/01/2018
Mensaje del Arcángel San Miguel – Fiesta de la Epifania del Señor.
Muy queridos hermanos y hermanas de la Iglesia de Jesucristo de todo el universo
Que está viviendo sobre la Tierra:
El Señor me manda hoy a vosotros con su potente bendición para prepararos a lo que le espera a la humanidad en este tiempo.
Como sabéis se ha concluido la evangelización del bajo universo. En realidad esta afirmación no es del todo correcta, porque el bajo universo no ha sido todavía completamente evangelizado. Falta el planeta crucial: la Tierra. La Tierra no ha visto todavía la potencia de Dios que precede a la venida de Cristo.
La evangelización del bajo universo ha dado buenos frutos a pesar de que no todos se hayan convertido. Quiero haceros una aclaración: vosotros pensáis que los hermanos fieles se presentaron a los planetas del bajo universo con su flota de astronaves de una manera impactante. En realidad los hermanos fieles se entrevistaron primero de todo con los poderosos que gobiernan los planetas y los advirtieron sobre todo aquello que el Señor tenía previsto realizar. Les solicitaron una conversión personal para que esto pudiese ayudar a la conversión de sus pueblos. Algunos, especialmente los de los planetas más pequeños y alejados respondieron positivamente y esas poblaciones se convirtieron fácilmente. Por el contrario en los planetas más grandes y más avanzados desde el punto de vista científico y tecnológico no se obtuvo la misma respuesta. Los poderosos que los gobiernan, sobre todo aquellos que pertenecen a la Confederación de la luz, no se convirtieron, incluso han engañado y confundido a sus pueblos.
Luego los hermanos se entrevistaron con aquellos que el Señor les indicó: individuos, pequeños grupos, comenzando a trabajar con ellos. Estos respondieron y se transformaron en una levadura en medio de sus pueblos: en silencio y ocultamente, pero con gran poder del espíritu actuaron y acompañaron a los hermanos fieles en la evangelización de sus propios planetas. Sin embargo no todos se convirtieron. Queda una buena parte de la humanidad que no ha querido acoger la voz del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Ahora falta la Tierra, un planeta fundamental en el bajo universo. También aquí los hermanos harán lo mismo que ya hicieron en otros lugares: os visitarán primero a vosotros que durante estos años habéis creído y actuado. No se entrevistarán con los poderosos de la Tierra, porque ya han sido frecuentemente interpelados a lo largo de la historia y no se merecen tantas atenciones. Irán directamente al pueblo. Además de vosotros visitarán a individuos y a pequeños grupos dispuestos a recibirlos.
La gran manifestación de las humanidades fieles o por decirlo mejor, de los hijos de Dios, sucederá poco antes del retorno de Cristo. Dios desea que los hombres se conviertan por la fe y por la participación en el pasaje pascual de Jesucristo y no por signos impactantes. Si no fuera de esta forma, y los hermanos se manifestaran con todo su poderío en los planetas que visitaran habría sido demasiado fácil. A todos se les ha pedido la misma fe que se os pidió a vosotros en estos años.
En el universo medio las cosas se dieron de un modo diferente porque esas humanidades tuvieron siempre contacto con las humanidades fieles y no se trata para ellos de una gran novedad.
Hecho este pequeño panorama vengamos a la Tierra. Os corresponde a vosotros la evangelización de la Tierra, como se os ha dicho. Sin embargo ya no se trata más de la evangelización tal como lo habéis entendido todo este tiempo. No se trata tampoco de la evangelización que la iglesia oficial ha llevado adelante durante los siglos mediante prédicas, palabras, obras y también violentas imposiciones. La evangelización de la que hablo es la evangelización del espíritu. Esto significa que se os pide sobre todo una gran acción en el espíritu. Ella solo puede brotar solamente de vuestra profunda unión con Jesucristo, por medio del Inmaculado Corazón de María, en el silencio de vuestro corazón, en la plegaria, en la contemplación, en la profundidad de vuestro espíritu. Por eso no se le pide a este pueblo una actividad frenética ni recorrer el planeta entero. Esto ya se hizo sobre la Tierra y como lo podéis ver no ha producido mucho.
Dios desea que pongáis en práctica todas las cosas que se os han explicado y que dejéis al Espíritu Santo completamente libre de actuar en vosotros, para que pueda despertar todos los dones que ha puesto en vuestras almas. Esto solamente puede suceder si realmente os entregáis a Dios y si entráis en la profundidad de vuestro espíritu y de vuestra llamada. Dios no espera de vosotros grandes obras; estas las hará El a través de vosotros. La primera gran obra que espera de vosotros es vuestra fe. Os lo vuelvo a repetir: no os metáis en la cabeza lo de hacer grandes obras. Los hermanos vendrán y os acompañarán pero la evangelización de la Tierra toca a vosotros. Debéis participar plenamente en la acción de Dios con la ayuda de los hermanos.
Se os pide una gran humildad para reconocer que no sois vosotros los que haréis algo sino que es Dios quien actúa a través de vosotros. Se os pide la simpleza de vida: simplicidad del pensamiento, de las acciones y también en la predicación. No os entrometáis en los senderos tortuosos de las teorías abstractas y de los discursos largos porque son inútiles. Precisáis pocas palabras llenas de espíritu; pocas acciones llenas de calidad. Dios os acompañará con toda su potencia pero ahora es necesario que vayáis en profundidad. Hasta ahora habéis debido enfrentar muchas cosas y hacer muchas acrobacias para manteros en pie. A Dios le agradó vuestro empeño y está contento de vosotros y de cuanto habéis hecho pero ahora os invita a entrar siempre más en la calidad.
Por eso como pueblo rogad al Señor no tanto para que vengan nos hermanos, que vendrán como lo ha prometido Dios. Sino rogad sobre todo para entender bien y profundamente qué tipo de evangelización es necesaria hoy, en el mundo en que vivís, en la vida frenética y superficial de vuestro planeta. Debéis brillar como estrella y diferenciaros de la mentalidad de este mundo que va en otra dirección, hacia el activismo desenfrenado, hacia una vida vivida a las corridas, sin reflexión, donde cada uno dice lo suyo pero nadie sabe qué cosa dice. No tiene que ser así con vosotros.
Reclamo a los sacerdotes de este pueblo a ser verdaderos padres para los hermanos y hermanas y a caminar decididos en el camino que les fue enseñado.
Reclamo a todo el pueblo a ser dóciles a las enseñanzas de Dios que os llegan a través de los sacerdotes que os fueron dados, a quienes debéis respetar y ayudar en su misión. De este modo, en la unión profunda con Dios y en la comunión fraterna, Dios hará su parte. Si en cambio no hacéis la vuestra tampoco Dios podrá hacer la suya, porque deberá esperar una vez más la conversión de la Tierra.
Sé que responderéis porque veo en vosotros la buena voluntad. Nosotros los ángeles los acompañaremos. Los instrumentos extraordinarios están ya orientados hacia la Tierra. El Núcleo Central trabaja mucho en los grandes santuarios del universo, donde Dios recoge las almas para prepararlas. Los ángeles concentran su atención especialmente sobre la Tierra. Los hermanos fieles se preparan para el encuentro con vosotros y con el pueblo de vuestro planeta. De vuestra parte debéis hacer lo mismo: no solo pedir al Señor que os mande a los hermanos fieles sino preparaos para encontrarlos.
El Señor os hablará siempre y os dará la luz necesaria; pero ahora, antes de todo, sed simples, humildes, concretos. Cuando digo concretos entiendo decir que cada día penséis en vuestra conversión, porque cada día es una ocasión para afinar vuestro ser y ponerlo en armonía con Dios. Los repito: sed simples, concretos, humildes, y dóciles a las enseñanzas de Dios; entonces el Señor manifestará su gloria como lo dijo el profeta (1) y como os lo digo a vosotros: “álzate resplandeciente, pueblo de Dios, porque debe brillar sobre ti la gloria del Señor” y la gloria de Dios brillará.
Cuando sea completada la evangelización de la Tierra, y sólo Dios sabe cuándo sucederá porque sólo El escruta los corazones y sabrá cuándo habrán entrado en la salvación todos aquellos que ha llamado; entonces sucederá la gran manifestación del pueblo de Dios, sobre todo aquellas de las humanidades fieles que se rebelarán en toda su potencia. Esto sucederá en la Tierra pero será visible en todo el universo. Sobre la Tierra comenzó la gran obra de la Redención y sobre la Tierra se concluirá; aquí vendrá por segunda vez el Señor Jesús y recogerá todo lo que le pertenece, y descartará todo lo que ha rechazado.
Os invito a una fuerte plegaria. Sed un pueblo unido, no os dividáis entre vosotros y no corráis detrás de vuestras pequeñeces. El Señor dispone de todo el poder para resolver vuestros problemas y para ayudaros en la conversión, pero vosotros deberéis moveros. Ofrecedle al Señor todo lo que os suceda, para bien o para mal, por la gloria de Dios y de su pueblo, y la ayuda no os faltará. ¡Partid con la fuerza de Dios!
Bendigo hoy a cada uno de vosotros, a través de vosotros, al pueblo íntegro de la Fundación y al pueblo de la Tierra que os sigue, muchos más de los que os podéis imaginar. Bendigo a los que sufren en el espíritu, en el alma y en el cuerpo. Os bendigo para que tengáis en vosotros la fuerza de Dios y estéis seguros de su ayuda, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
(1)Isaías 60; 1-6