19 de marzo 2020 – solemnidad de san José
MENSAJE DE SAN JOSÉ
Queridos hijos:
Os bendigo y os agradezco por todo el camino que habéis hecho en estos años. Bendigo vuestra paternidad y maternidad y a todo el pueblo que os está confiado. Aunque os hablo raramente estoy siempre presente en medio vuestro con María Santísima, mi Esposa.
Desde siempre he sido considerado el custodio de la Sagrada Familia. Ser custodio significa algo muy grande. Efectivamente, todos vosotros sois custodios los unos de los otros, de la vida de Dios y de toda gracia que se os es dada. Custodiar significa sobre todo vivir. Debéis custodiar para vivir, para recordar, para elevaros. Sin la custodia de las cosas de Dios es difícil elevarse al cielo. Los hombres de la Tierra malgastan las gracias que reciben y de las que están rodeados, las desperdician de modo superficial porque no saben custodiarlas.
Por eso vuestro mayor empeño interior debe consistir en custodiar lo que habéis recibido. Sin custodia no hay conocimiento ni tampoco memoria. Vuestra primera tarea es ser custodios de cuanto os ha sido revelado. No debéis afanaros mucho por hablar y predicar a los demás porque cuando custodiáis o hacéis memoria de lo que tenéis, la gracia se expande a través de vosotros, no se disipa pero se difunde.
Esto hacíamos María y yo en la casa de Nazareth: custodiábamos cada palabra que salía de la boca de Jesús. Habéis leído en el Evangelio que Jesús, cuando era todavía niño hablaba con los doctores del templo.(1) Su sabiduría era infinita. Aquel Niño nos instruía continuamente con su vida, su presencia y su palabra. Trabajar con él en mi taller significaba crecer en una catequesis continua.
María y yo custodiábamos todo lo que nos era dicho. Nuestro corazón era como una caja fuerte. No queríamos retener sino custodiar. Custodiar no significa guardar la realidad de Dios para sí, o apoderársela, sino más bien dejar que esa realidad penetre en lo profundo del espíritu y se haga un memorial para ser entregado un poco por vez.
Todos vosotros debéis ser como un balde colocado bajo el chorro de agua de una fuente: se llena y después comienza a rebalzarse. El agua que desborda corre por el terreno y se entrega generosamente, mientras el balde no se vacía y continúa llenándose. Esta imagen represente la custodia de que os hablo. María y yo custodiábamos en nuestro corazón todas las cosas que Jesús decía y crecíamos junto a Él. Haced así también vosotros. Estáis llamados a custodiar y a administrar sabiamente lo que el Señor ha depositado en cada uno de vosotros desde la concepción.
Es importante que también todo el pueblo custodie cuanto ha recibido. Vais hacia un tiempo de grandes luchas por la Tierra. En estos días veis que ha comenzado la gran batalla cósmica entre el Bien y el Mal, que debe desarrollarse sobre vuestro planeta. ¿Qué deberá hacer la Iglesia de Jesucristo del Universo? Deberá regalar poco a poco, a todos los hombres de buena voluntad el tesoro que guarda dentro de sí. No podréis y no deberéis dar todo a todos, sino que debéis discernir, con buen sentido, a quien dar y a quien no, comportándoos honestamente sin chocar con ningún poder o autoridad. Vuestra tarea no es derribar a los poderosos de sus tronos, porque esto le corresponde a Dios. Vuestra tarea es vivir y difundir en torno vuestro la gracia que habéis custodiado y de la cual tenéis memoria, hasta el punto que ya es parte de vosotros. La palabra de Dios debe encarnarse en vosotros.
Ya os he hablado del silencio virginal (3), mediante el cual podréis custodiar todas las cosas dentro de vosotros. No me refiero a un silencio muerto, sino a un silencio que es vida. Eso hace que todo aquello que recibís de Dios, día a día, desde el exterior y sobre todo desde adentro sea parte de vosotros. Para eso os hace falta el silencio de los labios pero más aún el silencio del corazón. No os pongáis en la cabeza que debéis predicar a todo el mundo. Debe prevalecer vuestra acción en el espíritu, esta es la viga portante de vuestra misión, como lo fue para María y para mí.
La memoria de los acontecimientos no permaneció cerrada en María o en mí: todas las cosas que leéis en el Evangelio sobre la infancia de Jesús, pocas en verdad, porque muchas fueron suprimidas, ¿quién podría contarlas, sino nosotros dos? Nosotros dábamos a las personas el fruto de nuestras experiencias de modo justo y en tiempo justo. Es de este modo que la memoria se hace conocimiento y el conocimiento se difunde, porque está hecho para ser compartido. Si no es compartido en el modo justo, el conocimiento se transforma en imposición, en un alarde superficial de sí mismo. Muchos cristianos hacen del conocimiento que poseen, frecuentemente racional, una fuente de privilegios, o un instrumento de poder. Pero no debe ser así.
Mi figura ha estado frecuentemente marginada, pero solamente por aquellos que han querido marginarla. Los santos, a lo largo de la historia me han invocado siempre y yo he estado particularmente cercano a ellos. Ningún santo me ha descuidado nunca. Esto sin embargo no es muy importante. Lo que es importante es que todo el Cuerpo Místico de Cristo esté vivo dentro de vosotros. No basta con recordar a los santos sino que es preciso que custodiéis hagáis memoria de la experiencia de santidad de la Iglesia a través de los milenios. Ella está hoy enriquecida y potenciada por la experiencia de las humanidades fieles y de cuantos en todo el Universo invocan el Nombre de Jesús. La experiencia de los santos os pertenece; forma parte del enorme bagaje de conocimiento que tenéis en vosotros, porque lo que han vivido los santos no está perdido sino que se trasfunde en todos vosotros.
El conocimiento de Dios está compartido entre los miembros del pueblo; no lo posee uno solo, transformado en instrumento de poder. Esto es lo que hace Satanás: el conocimiento que posee es su instrumento de poder, con el cual aplasta a todos. En cambio en Dios, el conocimiento está compartido con el pueblo y resulta memoria y memorial, elevación y ciencia verdadera.
Mi Esposa y yo estamos siempre con vosotros y estaremos siempre para ayudaros, pero debéis aceptar las dificultades y los obstáculos que os causa la energía disgregante presente sobre la Tierra. ¿Pensáis acaso que la energía disgregante de Herodes no nos afectaba? ¿Podéis imaginaros las persecuciones que soportamos María y yo? Aunque estábamos ´protegidos por una gracia extraordinaria, éramos un hombre y una mujer, como Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre. Hemos sufrido, superado y vencido todo en el Nombre de Jesús.
El Anticristo quiere tomar todo el poder sobre la Tierra. Que se sirva de un virus, o de un arma atómica, o de cualquier otro medio es indiferente. Lo que cuenta es que vosotros sepáis que sí va a la batalla pero que es Dios quien tiene en sus manos las riendas de la historia.
El Anticristo no puede sobrepasar los límites que Dios le ha impuesto; no tiene un poder ilimitado, como se ilusiona Satanás. Tiene el poder que le ha dado la humanidad de la Tierra y nada más; mientras vosotros en cambio, estáis al servicio de Dios y de su Omnipotencia.
Ahora debéis actuar en silencio, con simplicidad, como lo hemos hecho María y yo sin poneros a discutir con nadie. Atesorad cuanto habéis recibido y permitid a la Energía Primaria que está en cada uno de vosotros y en todo el pueblo, que actúe para contrarrestar a la energía disgregante. No estáis solos en esta batalla: toda la Iglesia del Universo actúa en comunión con vosotros. Podréis sufrir y soportar los dolores del mundo, pero no seréis sobrepasados ni perseguidos más de la cuenta, porque en ese momento Dios debe prevalecer con sus ejércitos.
En la prueba que la Tierra está atravesando por causa de la pandemia del coronavirus (4) vuestra victoria se da por descontada, porque si tenéis fe nada os será imposible, como ha dicho Jesús (5). Vosotros combatís con las armas de la fe, de la esperanza, y del amor. Sin embargo debéis ser prudentes como lo he sido yo cuando debí huir a Egipto aunque estuviese protegido por Dios. Pero no debéis tener miedo porque la fe no os permite temer. Vosotros estáis protegidos pero haced lo que se os dice que hagáis. Yo también me puse en camino para cumplir con el deber del censo. Me costó fatiga y pena por mi Esposa encinta, por todo lo que habíamos sufrido, pero ambos nos comportamos como buenos ciudadanos. También vosotros debéis ser buenos cristianos y buenos ciudadanos, personas honestas.
Os bendigo junto a María y a todo el Cuerpo Místico de Cristo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
——————————————————————————————————————–1- cfr, Lc2,41-51
2- en estos días se está desarrollando una grave pandemia causada por el corona virus covi-19,que está cobrando muchas víctimas y obliga a los ciudadanos de muchas naciones a permanecer en sus viviendas para evitar los contagios.
3- Ver Mas allá de la Gran Barrera
4-ver nota 2-
5-cfr Mc9, 23 22-marzo-2020