ESPEJOS DE LUZ

Queridos lectores:  estamos cerca de la Navidad y cada uno de nosotros lleva consigo muchas expectativas: todos deseamos que se cumplan grandes cosas en nuestra vida y que el año próximo abra una página hermosa en nuestro futuro. También yo os auguro muchas cosas hermosas para la Navidad y el año nuevo.

Os propongo un mensaje de  nuestra Madre María que he recibido en la fiesta de la Inmaculada Concepción y que ha llegado como un regalo de Navidad, ¡una pequeña joya que guarda tanta luz! Estoy segura  que este mensaje os guiará del mejor modo a alcanzar grandes cosas  de la vida, aquellas  que cuentan de verdad.

 

Las palabras de la Virgen son simples, afectuosas y claras; nos orientan interiormente hacia Aquel que gobierna nuestra vida, y que es el único en condiciones  de realizarla en plenitud.  Junto a María Inmaculada descubriremos en nosotros la capacidad de acoger  a Jesucristo, enviado por el Padre a transformarnos en criaturas nuevas.  Desde aquí comenzará  el cambio de la humanidad entera.

Ruego por todos y os bendigo. Junto a mis colaboradores os auguro una feliz Navidad  y un feliz año nuevo.    

                                                                        Stefania Caterina

           MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA  del  8 de diciembre de 2011-

 

 

“ Hijos míos,  es con alegría que deseo hoy bendeciros. Os traigo todo el amor, la ternura y la bendición de Dios Omnipotente que ha querido, por un privilegio del todo particular, que yo fuera Inmaculada para poder ser hija, esposa y madre del Dios eterno.

Os bendigo para que tengáis  la fuerza, el coraje y la ternura  para enfrentar todos los acontecimientos que os esperan.¡No tengáis miedo! No os anuncio catástrofes  o acontecimientos terribles, sino cosas grandiosas.

 

Os repito  a vosotros aquello que he dicho por mí misma: grandes cosas  hará en vosotros el Omnipotente, si estáis unidos a El  a través de mi Corazón y si sois capaces de acoger su poder y su luz.

 

 

 

 

 

 

Dios es la luz que ilumina a todo hombre. Si os sumergís en su Luz,  si dejáis que ella  penetre en vosotros, entonces también vosotros resultaréis luz para los demás.

Sois como espejos  que reflejan la luz de Dios; pero si el espejo está sucio o empañado no podrá reflejar la luz.

Por esto os invito a la integridad y a la pureza. Las podéis alcanzar a través de mí, porque yo os llevo a Jesús que es la víctima pura, aquel que eleva a Dios el sacrificio purísimo. Así,  a través de mí, os unís a Jesús y llegáis a ser capaces de acoger  íntegramente la luz.

 

Hijos míos, si no sois inmaculados, si no sois íntegros, no podéis recibir plenamente la luz y la verdad de Dios.  Efectivamente, recibís luz en cuanto sois puros por dentro, porque la luz de Dios no puede iluminar lo que está sucio; si lo hace es solo para haceros ver aquello que debéis remover, porque la tiniebla no  puede absorber la luz, al contrario, la rechaza. Por eso, no permitáis que en vosotros vivan las tinieblas.

Os invito a renovar vuestro pensamiento, vuestro ser, vuestro actuar, vuestro hablar.

Deseo que sumerjáis en mí todo vuestro ser para que sea completamente renovado. Entonces, de vuestro ser puro nacerá el obrar puro: todo aquello que hagáis a través de los pensamientos, las palabras  y las obras será un  verdadero canto de alabanza a Dios.

Cuando el arcángel Gabriel se presentó  a mí resplandecía en la luz de Dios y yo me encontré delante de aquella luz.  Habría podido rechazarla, porque, aún siendo inmaculada, era libre; nadie está obligado a nada, ni siquiera a ser inmaculado.  Yo acogí el regalo de Dios, y así, cuando la luz de Dios se manifestó  delante de mí,  el regalo acogido resultó vivo y operante. Puesta frente a la luz, yo libremente decidí acogerla y ella obró en mí todas las cosas. Fue aquella luz la que transformó mi vida.

Entonces, hijos míos,  con coraje, amor y determinación,  continuad sobre el camino que habéis comenzado.  No se os hará faltar nada; yo os prometo que estaré siempre junto a vosotros. Como Madre y Reina abriré el camino delante de vosotros y os acompañaré en este camino.

Yo deseo que todos mis hijos sean inmaculados, íntegros, simples y alegres.  Os ruego: haced que vuestra vida sea simple:  no busquéis grandes cosas, sino buscad a Dios que es la cosa más grande. Todo el resto vendrá según los planes de Dios, en la manera justa y en el momento justo. Confiaos, como yo,  en Aquel  que sabe disponer cada cosa  con suavidad y sabiduría, en el momento justo.

Yo estoy con vosotros y bendigo vuestra vida. A través de vosotros bendigo a todo mi pueblo, a todos los núcleos, a todo aquello  que el Señor desea realizar en este tiempo, y que yo, como Madre, concibo dentro de mí, porque yo concibo a cada hijo de Dios, y también a su pueblo santo.

Os bendigo con mi bendición materna en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

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