Queridos lectores: en el mensaje que os propongo Santa Clara de Asís habla de la contemplación que es el culmen del amor y de la oración. Os auguro que descubráis siempre más la mirada amorosa de Dios sobre vosotros y que dirijáis a El vuestra mirada de amor.
Ruego por vosotros y os acompaño en mi plegaria.
Stefania Caterina
Mensaje de Santa Clara de Asís (1) del 20 de mayo d e 2013
Queridos hermanos y hermanas, ¡paz y bien a todos vosotros! El Señor Altísimo me ha pedido que os hable de la contemplación. Sabéis bien que mi existencia terrena no fue otra cosa que contemplación; por eso os hablo con alegría.
¿Qué es la contemplación? No es un ejercicio ascético, una acrobacia espiritual, un concepto abstracto sino que es la respiración, el reposo del alma. Cuando Dios creó al hombre deseaba que fuese su colaborador, que participase en su obra de gobernar la creación. Se os ha explicado tantas veces que el destino del hombre no era el de fatigarse para sobrevivir sino el de vivir en la alegría de servir a Dios. El trabajo debía ser la participación en la creatividad divina hecho posible por la capacidad del hombre de comprender y utilizar las leyes de Dios.
El pecado original cometido por los progenitores volvió esclava a la humanidad de la Tierra que no conoció más el descanso. El trabajo sobre la Tierra fatiga al hombre y es siempre fuente de preocupación ya sea cuando es mucho o ya sea que es demasiado escaso. Del trabajo depende la ganancia y la ganancia no es nunca suficiente para los hombres: si son pobres quieren llegar a ser ricos; si son ricos quieren ser más ricos aún y no tienen nunca paz; pobres o ricos están siempre preocupados.
Jesús ha dicho “No os preocupéis…(Mt.6-25) Él quería llevar al hombre a la verdadera relación con el Padre; quería hacernos comprender que Dios está en condición de proveer a la necesidades del hombre y que en el servicio a Dios el hombre encuentra no necesario y más aún. Estamos creados para Dios y para buscar su Reino que no es de esta Tierra; estamos llamados a vivir según las leyes divinas que no son terrestres y carnales. Dios sabe de qué cosas tenemos necesidad, porque nos ha creado, por eso nos regala siempre lo necesario para vivir, siempre que decidamos vivir para Él.
Cuando estamos dispuestos a vivir para Dios, cuando deseamos pertenecer solamente a El y nos entregamos a El entonces nace la verdadera contemplación que es fruto del abandono confiado a Dios. La entrega de la vida a Dios es la llave que abre nuestro espíritu en el cual Dios ha puesto su tesoro. Sí, queridos hermanos, quien ama a Dios despierta a vida verdadera, quien está dispuesto a entregar todo recibe todo del Padre amoroso.
Quien ama desea contemplar el rostro del amado y admira todo lo que el amado hace, sabe reconocer cada acto suyo de delicadeza y de amor. Así, entre el hombre y Dios florece una historia de amor que no acaba ni siquiera con la muerte; más aún: en la dimensión de la eternidad el amante y el Amado resultan una sola cosa.
La contemplación es la actitud de estupor y de silencio frente a la grandeza de Dios: la criatura se somete al Creador no por servilismo o por miedo sino por amor. De esta actitud nacen la sabiduría y el conocimiento de las leyes de la vida. El hombre se hace dócil bajo la mano de Dios y comienza a trabajar en la luz: sus obras son buenas, edifican al pueblo de Dios. El hombre trabaja para el Señor pero no siente más el cansancio porque está colmado por la presencia divina que es descanso para el alma.
La fe auténtica lleva siempre a la contemplación porque el hombre que vive de esperanza contempla cada día los regalos de Dios con los cuales El cumple sus promesas. Solo un ciego no se daría cuenta de los pequeños y de los grandes regalos que colman la vida de cada día. Por la mañana, al despertar, mirad alrededor y comenzad a contar los regalos que Dios os hace durante el día, comenzando por el Sol y por el aire, sin los cuales no podríais vivir; a la noches os daréis cuenta que habéis recibido mucho. Entonces agradeceréis y admiraréis a vuestro Dios. También esto es contemplación.
El amor, si es amor florece en contemplación. Ya os he dicho que quien ama desea mirar a su amado. La contemplación es hija del amor y no es nunca fin en sí misma: la contemplación impulsa al amor porque contemplando el amor de Dios el hombre se siente colmado por ese amor y se mueve hacia el prójimo. Ama a los demás con el amor de Dios y descubre en los hermanos ese mismo amor. Y también esto es contemplación.
Por todo esto podéis comprender que todos estáis llamados a la contemplación y que esta forma parte de vuestra vida; verdaderamente la vida de los cristianos debería ser vida contemplativa. Sin embargo, muchos reducen la contemplación a la experiencia de monjes o de hermanas en los conventos o en las clausuras, cuando en verdad todos habéis nacidos para contemplar a Dios.
Algunos deciden dedicarse a la contemplación como servicio, eligiendo una vida retirada del mundo; grande es este servicio que los hombres no siempre comprenden porque no entienden qué es la contemplación. Sin embargo todo hombre debería saberlo. El espíritu humano está hecho para conocer a Dios, pero no puede conocer lo que no ve. Justamente para esto sirve la contemplación: es la mirada del espíritu vuelto a Dios, que permite conocer a Dios tal como él es.
Dios que es Espíritu habita en el espíritu del hombre. La presencia del Espíritu Santo en vuestro espíritu es como una fuente en medio de un jardín. Si amáis a Dios y os ofrecéis a El vuestro espíritu florece como un jardín porque la fuente del Espíritu lo riega continuamente. La presencia de Dios rechaza el mal de vuestro espíritu
El se hace un jardín cerrado, protegido, porque Dios cuida celosamente lo que es suyo. En vuestro jardín cerrado podéis contemplar a Dios y descansar en El. Es un vuestro espíritu que reposáis, más que todos los otros lugares del mundo. Por esto la contemplación es el verdadero reposo, el que el hombre conocía antes del pecado. Jesús vino para introducir a la humanidad en el verdadero reposo de Dios; abrió un camino nuevo y viviente hacia el Padre. Por eso todo será recapitulado en Cristo y él introducirá a la humanidad entera y a todas las criaturas en la creación nueva, donde el hombre y la creación reposarán en Dios para siempre, sin más lágrimas y cansancio, sin corrupción.
Sólo Dios conoce el momento en que todo esto sucederá. Sin embargo, ya desde ahora podéis pregustar el reposo en Dios buscándolo en la intimidad de vuestro espíritu, ahí donde Dios ha excavado un pozo de agua viva. El viene para vivir en vosotros, si lo llamáis, si lo deseáis con todas las fuerzas. El es el pozo del cual sacáis un agua que ningún otro os puede dar, gracias a la cual no tendréis ya más sed. (Jn4,14)
Os aconsejo beber esta agua purísima del pozo de Dios que está en vosotros; no hagáis como tantos hombres de esta Tierra que beben en las charcas llenas de barro y vuelven a tener sed. Recordaos del pozo de agua viva que es Dios en vosotros, buscadlo en vuestro espíritu, y lo encontraréis.
En mi vida terrena no me cansé nunca de buscar el rostro de Dios. Me he surtido continuamente de su pozo de agua viva y cuanto más sacaba más me llenaba; de todo mi ser rebalsaba mi amor y se expandía en torno mío, llegaba a tocar tantas almas lejanas, aunque vivía en el silencio de san Damiano. No os canséis nunca de buscar a Jesús y de contemplar su rostro que está lleno de amor por vosotros. Dejaos envolver por su mirada y encontraréis el verdadero reposo; entonces contemplaréis a Dios también en la vida de cada día, ahí donde se desenvuelve vuestra existencia.
Os acompaño con mi plegaria y os amo en Dios. Recibid mi bendición:
El Señor os bendiga y os proteja.
Haga resplandecer su rostro sobre vosotros.
Y os regale su misericordia.
Dirija su mirada sobre vosotros
Y os de la paz.
El Señor esté siempre con vosotros
Y haga que vosotros estéis siempre con Él
1- (1) Clara nació en Asís en el 1194 de familia noble. Todavía joven decidió pertenecer sólo a Cristo. Concurrió a aconsejarse con san Francisco que aprobó su resolución de retirarse del mundo; el mismo la revistió con la túnica y le preparó para ella una pequeña habitación junto a la iglesita de san Damiano. En seguida fue seguida por otras jovencitas de Asís; así nació la Segunda Orden franciscana llamada “Las damas pobres de san Damiano” y después “Clarisas”.Clara vivió siempre en san Damiano en la pobreza y en la contemplación. Murió en el año 1253 y dos años después fue declarada Santa por el papa Alejandro IV. Su cuerpo reposa en la Basílica a ella dedicada en Asís.