El Rostro de Dios

Queridos Lectores:  en el mensaje que os propongo San Rafael Arcángel  nos invita a contemplar el rostro de Dios para recibir la luz y la potencia y  manifestarlas a todos. Nos recuerda que también la creación espera la manifestación  de los hijos de Dios, de la que habla San Pablo en el  capítulo 8 de la carta a los Romanos.

Os auguro que busquéis y encontréis el rostro de Dios, pleno de amor y de bondad, para ser felices vosotros, para hacer felices a todos los que  amáis y para ayudar a esta nuestra  humanidad tan sedienta del amor de Dios y tan incapaz de buscarlo .

Os saludo y os bendigo en Cristo. Dios os de paz.

 Mensaje de San Rafael arcángel del  2 de julio de 2013-

 

¡Queridos hermanos y hermanas de la Tierra! Os encontráis en un tiempo de gran confusión: confusión en los corazones, en las familias, en los pueblos. Vuestra humanidad está recorriendo un camino resbaladizo e incierto. No obstante las muchas y repetidas invitaciones del Cielo los hombres no se convierten a Dios, incluso se alejan cada vez más de él. ¿Por qué sucede esto? Porque la mayor  parte de los hombres no busca a Dios, no quiere contemplar su  rostro.

 

El rostro de Dios es el único espejo en el cual el hombre puede verse a sí mismo, porque sois creados a imagen y semejanza de Dios. Por esto, buscar el rostro de Dios significa  olvidar la imagen que  tenéis de vosotros mismos  o la que otros os  han endosado encima, para encontrar la imagen pura de vuestro ser, tal como salió de las  manos del  Creador. Podéis llegar a esto solo si estáis cara a cara delante de Dios, sin esconderos, sin quitar ni añadir nada a lo que  sois. En el rostro de Dios encontráis vuestra verdadera identidad y la originalidad de vuestra persona. Cuando Dios os mira lo hace con amor. Recordaos del episodio del joven rico que se dirige al Señor; el evangelio cuenta: “Entonces Jesús, mirándolo, lo amó…”(Mc. 10,21) La  mirada de Dios es siempre una  mirada de amor. Aún cuando  revela vuestra pobreza, su mirada no hiere, no humilla sino que hace ver lo que sois y  aquello que podríais ser, lo hace porque desea  realzaros a la dignidad de hijos de Dios.

El rostro de Dios es un rostro radiante sobre el cual resplandece la luz de la verdad. Por eso quien vive en las tinieblas no desea arrimarse al rostro de Dios.  El hombre que no ama a Dios  huye de la verdad de su rostro. No quiere ser mirado  por Dios, se cierra a su amor. Así ha hecho Lucifer, el engañador y príncipe de la mentira: se ha rebelado a Dios y ha rechazado su mirada. Por esto, Lucifer no puede ver más el rostro de Dios. El no ha accedido a la  dimensión del puro espíritu, no puede sobrepasar la gran Barrera del cielo. Después de su ruinosa caída una sola vez Lucifer se encontró con el  rostro de Dios: en el rostro de Jesucristo. Estuvo cara a cara con  él para tentarlo en el  desierto, lo ultrajó durante la pasión, ha creído verlo vencido sobre la cruz. Pero Jesús resucitó y Lucifer lo volverá a ver solamente al final de los tiempos, en el día en que estará cara a cara con Jesucristo, para ser juzgado  por él.

Este es más grande castigo para Lucifer: no  poder ver más el rostro de Dios; él que fue al principio un potente ángel de luz, aquel que más de cerca contemplaba el rostro de Dios. Igualmente, quien no está con Dios y sigue a Lucifer no puede ver el rostro de Dios; primeramente en sí mismo porque no ve más su imagen y semejanza con Dios, y después en los demás. Cuanto más rechaza el hombre ver a Dios  más deja de buscarlo; y el cerco se cierra. El hombre resulta prisionero de su propio egoísmo y se pone bajo la mirada del mal: Lucifer sabe como inflar la soberbia y la ambición, sabe cómo utilizar a un hombre egoísta. ¡Buscad a Dios y llamadlo, para no caer en las manos del enemigo!

Dios desea que la humanidad de todo el universo sea recapitulada en Cristo. Este es  el programa para estos tiempos que son los últimos. Este tiempo precede al retorno glorioso de Cristo.  De esto se os ha hablado extensamente. Nadie puede ser recapitulado en Cristo si primero no ve su rostro: quien no quiere ver el rostro de Cristo no entrará en el nueva creación prometida por Dios al fin de los tiempos. El rostro de Jesús es rostro visible del Dios invisible (Col.1,15) y es el espejo en el cual el hombre se refleja y se encuentra a sí  mismo.

 

También lo creado espera la manifestación de Hijos de Dios, como os lo ha recordado el glorioso apóstol san Pablo (Rom8,19-23). Lo creado tiene  necesidad de ver el rostro de Dios, cierto que en su manera, dado que las diversas criaturas no poseen el espíritu sino solo el hálito de la vida. Son, empero, siempre emanaciones del Espíritu de Dios y por eso las criaturas merecen respeto; sin embargo no tienen la imagen y semejanza con Dios. A pesar de esto la creación busca el rostro de Dios  porque es la fuente de la vida.

 

Mirar el rostro de Dios no es simplemente una hermosa expresión, sino una necesidad profunda de la creación íntegra. Lo creado puede ver el rostro de Dios sólo a través de los hijos de Dios. Mirad en cambio lo que sucede en la Tierra: la mayor parte de los hombres no refleja más el rostro de Dios sino el de Satanás. Esto corrompe la creación y genera catástrofes, porque la naturaleza  se rebela al hombre no reconociendo en él el rostro de Dios, que es fuente de vida, y ve en cambio un rostro que genera muerte.

¿Qué espera Dios de sus hijos? Espera que  manifiesten plenamente su rostro y su imagen, para que a través de ellos pueda alcanzar a la creación entera. Esta es la  primera y gran tarea y el primer gran testimonio  de los creyentes: manifestar plenamente el rostro de Dios. La nueva creación será habitada solamente por  hombres que reflejarán  continuamente la gloria, la potencia y la belleza del rostro de Dios. Toda la creación absorberá esa potencia y a su vez la reflejará sobre el hombre;  será un intercambio continuo y recíproco de potencia y de esplendor.

El rostro de Cristo es el rostro de Dios  hecho  carne, no solamente para la humanidad de la Tierra sino para todas las humanidades del universo. Dios, en su infinita bondad ha querido encarnar su rostro en Cristo, hacerlo manifiesto para que todas las gentes pudiesen verlo. En la nueva creación Jesús estará en medio de su pueblo y cada uno verá continuamente su rostro. La belleza y la luz del Hijo de Dios se reflejarán sobre los hombres y las criaturas y Jesús ofrecerá continuamente al Padre el esplendor de su pueblo y de la creación entera; será el sacrificio perenne de alabanza.

Dios desea que los cristianos de la Tierra emanen su potencia; así él podrá sanar vuestra humanidad.  Sin embargo esto es  difícil sobre la Tierra: el rostro de Dios no es amado ni buscado por la mayor parte de los hombres, aún más, es continuamente desfigurado como lo fue sobre  la cruz, donde, en el rostro de Cristo fue desfigurado el rostro de Dios.¡Qué gran pecado pesa sobre la humanidad de la Tierra!  Ella hirió, ultrajó, ensangrentó  hasta desfigurarlo el rostro de Dios. No solamente,  continúa haciéndolo en los  hijos de Dios, ultrajados y despreciados como lo fue Cristo. Pero el rostro sufriente de Cristo sobre la cruz se ha transfigurado en la resurrección y su ros tro resucitó espléndido.  El rostro del Crucificado y el del Resucitado son dos rostros  de Dios que se manifiestan continuamente sobre la Tierra.

También lo creado sufre al ver el rostro de Cristo crucificado y sufriente en los hijos de Dios. Goza cuando lo ve resurgir. Os invito a  manifestar siempre más la potencia del  rostro de Cristo, aun cuando estéis crucificados, para que también vuestro rostro resurja como en Jesús y sea radiante como el suyo.  Las criaturas entorno a vosotros lo percibirán. Ellas participan en vuestros sufrimientos  y los absorben en buena medida: en cierto sentido se inmolan aun cuando no puedan ser concientes. Pensad en esto cuando miráis a vuestro perro o a vuestro gato, cuando paseáis en un bosque,  cuando admiráis la belleza de la naturaleza. Ofreced a Dios el sufrimiento de las criaturas e implorad para ellos su protección para que estéis protegidos también vosotros. Pedid perdón a Dios por la crueldad con la que el hombre de la Tierra  hiere a las criaturas y al  ambiente. Recordad siempre que el hombre y la creación forman en conjunto la  obra   maravillosa de Dios;  y juntos entrarán en la nueva creación.

Manifestar el rostro de Dios a toda la creación es una misión  que no  podéis descuidar. No se os pide que seáis fanáticos, como a menudo sucede sobre la Tierra, en relación con los animales o con el ambiente. Se os pide que comprendáis de modo justo y equilibrado vuestra responsabilidad de  hijos de Dios  frente a lo creado.

El hombre está llamado a gobernar la creación; esto significa que Dios os confía las criaturas para que las cuidéis y las hagáis vivir sumergiéndolas en la gloria de Dios. Estáis llamados a esto; por lo tanto, los lugares en los que vivís y las criaturas que os rodean deberían reflejar vuestra belleza de hijos de Dios y sentir vuestra continua bendición.

Os digo más: quien no busca el rostro de Dios no puede recibir  el Espíritu de Dios, ni puede gobernarlo. El Espíritu de Dios no se deja poseer por nadie,  tanto  menos por quienes desprecian a Dios. El Espíritu del Señor es libre, no puede ser enjaulado,  instrumentalizado, pisoteado. ¿Puede acaso el Espíritu Santo obedecer al hombre? Si obedeciera al hombre no sería más Dios. ¡Sería una catástrofe para la humanidad si Dios obedeciera al hombre! Y   sin embargo la soberbia del hombre no tiene límite y  a menudo trata de poseerlo  a Dios para obtener aquello que más le agrada. Pero el Espíritu Santo  no  obedece a los hombres y sopla donde quiere. El desciende allí donde el Padre y el Hijo lo envían y donde él mismo desea. Nadie puede darle órdenes al Espíritu Santo en nombre de ningún sistema, de ninguna investidura y de ninguna fórmula. Estad bien concientes de esto para no  pecar como  pecó Lucifer.

Cuando el  hombre se cierra en su propio egoísmo Dios no  puede actuar en su espíritu.  Sucede frecuentemente que el nivel espiritual del hombre es  tan bajo que no se distingue mucho del animal. En estos casos la imagen y la semejanza de Dios permanecen inertes en el hombre, no producen frutos. El animal tiene un límite en cuanto animal, privado de espíritu; por eso el Espíritu Santo no puede actuar en el animal como lo hace en el  hombre. El hombre tiene el espíritu, el cual no tiene límites, porque el Espíritu Santo puede actuar ilimitadamente en el espíritu humano; pero es necesario que el hombre lo permita. Sin embargo es el hombre el que pone frecuentemente el  límite delante el cual Dios se detiene; no se detiene como sucede en el animal, por respeto de un límite objetivo, sino por respeto a la libertad humana.   Muchas veces los hombres le ponen un límite a Dios, le embarran el camino; por esto os dije que  permanecen en un nivel tan bajo que no se diferencian mucho de los animales. Esta fue la experiencia de vuestros progenitores después del pecado original. El animal ni tiene culpa de su límite pero el  hombre sí, porque decide concientemente rechazar a Dios  y oponerse a su acción. Muchas veces el hombre se vuelve peor que los animales, porque lleva consigo una culpa que el animal no tiene.

 

Los hermanos del universo fieles a Dios manifiestan perfectamente el rostro de Dios, aunque están también penalizados por el  pecado del resto de la  humanidad que nos les permite alcanzar niveles más sublimes. Por justicia  divina, el límite que una parte de la humanidad se puso a sí  misma grava también a las humanidades fieles. Sin embargo estas humanidades están en niveles espirituales tan superiores a los vuestros que su sola presencia manifiesta el rostro de Dios. Por eso la naturaleza de  sus planetas es  diferente y por eso cuando estos hijos de Dios descienden sobre otros planetas manifiestan una potencia tal que hasta los  aparatos dejan de funcionar. Por este motivo Lucifer teme grandemente a estos hermanos: no sólo  por su nivel espiritual y porque son incorruptibles, sino por su poder que está en condiciones de anular  su fuerza y la de sus seguidores.

 

Lucifer teme que la venida  de los hermanos fieles pueda alterar las leyes que él ha puesto como fundamento de su  reino. El reino de Lucifer tiene sus leyes con las cuales esclaviza al hombre y a la  naturaleza. Sobre la Tierra, de modo especial, pero también sobre otros planetas del bajo universo, Lucifer trata de subvertir el orden divino, imponiendo leyes contrarias a la vida de Dios: engaños, miedos, atropellos, violencia, servilismo, fraude, deshonestidad, etc.  leyes que veis funcionar a la perfección  en vuestros sistemas políticos, económicos, sociales y hasta religiosos. Si los hermanos fieles llegasen a la  Tierra, el reino de las tinieblas    se deshace.

También la plegaria es contemplación del rostro de Dios. Os pregunto ¿contempláis el rostro de Dios cuando oráis? ¿Estáis en condición de absorber su potencia, para ser semejantes a él y llevar a otros potencia divina?  Si la respuesta es no, quiere decir que vuestra plegaria es un ejercicio estéril. Quizá nadie os lo ha explicado. Para muchos de vosotros  contemplar el rostro de Dios es una frase romántica, distante de la vida cotidiana. En cambio Jesús ha dicho  que los puros de corazón verán a Dios (Mt.5,8) Os digo que esto puede suceder no solamente en el  paraíso sino ya aquí sobre la Tierra. Si, es verdad, en efecto,  que no veréis a Dios físicamente, lo que no significa  que no lo podáis ver  en vuestro espíritu: Dios está bien presente en el espíritu del hombre que lo busca y el espíritu del hombre puede y debe contemplar .el rostro de Dios; pero debe ser un espíritu purificado.

La nueva creación no bajará desde lo alto, mágicamente. Ella es el reino de Dios que crece dentro de vosotros,  una semilla que se desarrolla y os lleva a contemplar siempre más la belleza y la  potencia  del rostro de Dios.

La nueva creación crece junto a vosotros, está preparada por la fe del pueblo de Dios,  por hombres y mujeres que desean recibir la vida divina y ser transformados, de gloria en gloria (2 Cor. 3-18) en aquella imagen que fulgura  sobre el rostro de Jesús.

A la luz de todo esto os invito a todos vosotros a estar delante el rostro de Dios.  Invito sobre todo a vosotros, padres y educadores, para que los niños y los jóvenes puedan ver reflejada en vosotros la imagen de Dios y estar orientados en la vida de modo justo. Imprimid en ellos la potencia del amor divino, enseñadles a buscar el rostro de Dios que salva de la confusión del mundo y nos pone al reparo del pecado.

Llamo al Papa, a todos los pastores y a cuantos ocupan cargos de responsabilidad  en la Iglesia, a contemplar y a manifestar al pueblo el rostro de Dios, no el de una organización que se llama Iglesia.  Manifestad  el rostro misericordioso  de Dios pero también  su potencia,  que no se deriva de vuestra cultura o de vuestras hermosas prédicas, sino de la íntima y filial relación con Dios, de la plegaria,  que  a menudo os falta. Poneos  delante el rostro de Dios y  dejaos guiar por Él, dejaos iluminar  en lo más íntimo: os hará comprender lo que debéis corregir en vosotros. Entonces podréis ayudar a los fieles y ser creíbles; que no os suceda ver la pajita en el ojo del hermano antes de haber visto  la viga en vuestro ojo.(Mt.7,4-5)

La confusión  aumentará sobre la Tierra  en proporción al alejamiento de la humanidad de Dios. Ahora, más que nunca los cristianos están llamados a mirar a Dios cara a cara, para recibir la luz de su rostro y reflejarla sobre un mundo cada vez  más cerrado en las tinieblas. Oraré por vosotros.

Os bendigo en el nombre del  Padre,  del Hijo y  del Espíritu Santo”.

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