Recapitulados en Cristo – Busco tu rostro, Señor (Salmo 26,8)

 

Reflexiones y oraciones

A cargo de Tomislav Vlašić

 

2ª parte

 

Queridos oyentes, comenzamos este encuentro en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que la potencia de Dios uno y trino, su vida impresa en nosotros reavive la imagen de Dios en nosotros, que florezca, se manifieste y hable a todo el universo.

Después del mensaje de St. Raphael dado a través Stefania Caterina con el título «El Rostro de Dios» (Publicado en la web  http://www.versolanuovacreazione.it), en nuestra reflexión de hoy tenemos el tema «Busco tu rostro, Señor.» Pongo el énfasis en nuestra participación, en nuestro caminar para llegar a sumergirnos en el Espíritu de Dios, el Espíritu que viene del Padre y del Hijo, que une al Padre y al Hijo, y une a todos los hijos de Dios. Nosotros buscamos el rostro de Dios,  voy a tratar de ayudaros, para que podáis progresar, particularmente a aprender a orar en el Espíritu Santo para alcanzar el rostro de Dios. Alcanzar el rostro de Dios y ver el rostro de Dios no es una experiencia mística, no es una experiencia carismática, no es una visión, no es ni siquiera una aparición o cosas por el estilo. Todo lo que Dios nos da como un don, nos empuja más allá para encontrarnos en el Espíritu de Dios que nos conduce por medio de Jesucristo a ver el rostro de Dios, porque nuestro espíritu por medio del Espíritu Santo penetra en las profundidades de la vida de Dios.

Como sabéis, en el capítulo 13 del Evangelio de San Mateo, Jesús hablaba en parábolas a la gente, pero a los Apóstoles se las explicaba aparte. Expresó su sentimiento de dolor cuando la gente no quería ver o no era capaz de ver, y escuchar para no convertirse. En cambio a los apóstoles y los discípulos les dijo: sois bienaventurados porque vuestros ojos ven y vuestros oídos oyen. Os aseguro que muchos profetas y muchos hombres justos desearon ver lo que veis, pero no lo vieron. Muchos habrían deseado oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron (Cfr. Mt 13,16). Ver el rostro de Dios quiere decir comprenderlo en el Espíritu Santo.

Como sabéis, Jesús explicaba la parábola y decía de aquellos que escuchaban pero no entendían, que estaban expuestos, y Satanás se llevaba las palabras. Así pues, ver el rostro de Dios se entiende como la capacidad del hombre, del espíritu del hombre por medio del Espíritu de Dios a través de Jesucristo, para sumergirse en la vida de Dios, escrutarla, contemplarla, como hacen los santos y los beatos. Esta es la gracia que Dios da a los que le buscan, a todos los que le buscan. Hoy, en nuestro contexto de reflexión cuando miramos todo el universo, que es la gracia de estos tiempos, de poder contemplar la acción de Dios en todo el universo, lo que nos corresponde a nosotros es entender y recorrer este camino para ser recapitulados en Cristo. En esta reflexión voy a utilizar el capítulo 8 de la carta a los Romanos, voy a tomar algunas ideas y os dejo lo demás para que lo leáis durante esta semana, profundizad, comprended esta riqueza que San Pablo expresa en este capítulo. Presupongo que tenéis la Sagrada Escritura y que sabéis usarla, ya que es necesario.

Entonces, San Pablo dice: «Pienso que las aflicciones del tiempo presente no son en absoluto comparables a la gloria que Dios nos manifestará. El universo entero espera con gran impaciencia el momento en que Dios mostrará el verdadero rostro de sus hijos «. Así pues, nos sentimos empujados, tenemos la necesidad de alcanzar el verdadero rostro de los hijos de Dios, cada uno de nosotros, encontrando dentro de nosotros esa identidad que está en Dios, que es la plenitud de nuestra realización, aunque por ahora, como dice San Pablo, en la esperanza. San Pablo añade: «Sabemos que hasta ahora la creación entera gime y sufre como una mujer dando a luz, y no sólo la creación, sino también nosotros mismos, que ya tenemos las primicias del Espíritu Santo sufrimos porque esperamos que Dios, liberándonos  totalmente, manifieste que somos sus hijos, ya que es cierto que estamos salvados solo en la esperanza”.  Entonces, todo el universo, la materia, todas las criaturas, incluso los ángeles están esperando que llegue este momento de la plenitud de todos los hijos de Dios. Lo esperan los hermanos fieles a Dios, lo esperan a aquellos que han perdido la memoria, no conocen a Dios, no recuerdan nada de Dios; lo esperamos nosotros que hemos recibido las primicias del Espíritu Santo que en nuestro interior grita : Abba, Padre, que por medio de Jesucristo nos sumerge en esa relación con Dios, y nosotros sentimos aquella relación filial con Dios Padre.

Hagamos una breve mirada al universo, a las humanidades que se encuentran en el universo. Ante todo, sabemos que los ángeles, los espíritus puros, contemplan el rostro de Dios. Los hombres fieles a Dios están casi sin velo, tienen un fino velo en su memoria como resultado del pecado de las humanidades rebeldes, pero esos hombres recuerdan toda su historia, recuerdan la creación, recuerdan el inicio de la vida. Estas personas beben de la fuente de la vida que está en Dios, fuente de la vida que esta en su espíritu, al mismo tiempo, porque Dios se comunica con sus hijos. Toda su ciencia, toda su técnica procede de esta potencia, todo esta en harmonía con el hombre, no degrada, no destruye, no contamina, todo tiende a la perfección y a la armonía. También ellos esperan este verdadero rostro de los hijos de Dios cuando seremos transformados, llevados a la nueva creación donde nos espera nuestra Madre, que fue ascendida al cielo en alma y cuerpo.

Además de estos hombres fieles a Dios en el universo hay los que son rebeldes. Hay una diversidad de planetas, poblaciones, pero hemos visitado ciertos planetas, porque Dios lo ha permitido, hemos visto la tragedia. Os presentamos solo un ejemplo, un planeta, donde no hay familias, no hay matrimonio, los niños varones de tres años son separados de sus madres y todo esta orientado a convertirlos en soldados, fríos, sin relación, sin sensibilidad hacia su padre, hacia su madre. Las chicas, separadas con el fin de prepararlas para su trabajo y para engendrar, dar a luz; son una fábrica de producir niños. Dado que todos los hombres son militares, todo el trabajo corresponde a las mujeres. Es una miseria. Estos hombres no recuerdan nada de su creación, en su memoria no hay ni siquiera una pista de lo sucedido. Hemos conocido otras humanidades, por ejemplo, las que recuerdan, por una tradición transmitida de generación en generación, la creación del hombre, el pecado, la promesa de una mujer que traería un Hijo para salvar la humanidad, eso es todo, pero es una traza. Somos nosotros, aquí en la Tierra, que hemos recibido la revelación de la Santísima Trinidad, hemos recibido el Espíritu Santo. El Espíritu Santo, que nos lleva a la unión con el Padre a través del Hijo. Y nosotros hemos recibido la impronta de que somos hijos de Dios, la marca de que nos espera la heredad. En este punto, es momento de hacer una pregunta: ¿los cristianos han olvidado el Espíritu Santo? ¿lo conocen? ¿Se sumergen en el Espíritu Santo cuando oran? ¿Permiten que el Espíritu Santo pueda expresar en ellos el deseo de Dios para llevarlos a ser semejantes Dios? ¿Conocen este poder que Dios ha dado, por medio de  Jesucristo, a los apóstoles? ¿Los cristianos conocen este poder?, ¿Esta sabiduría?, ¿Este conocimiento del Espíritu Santo? ¿y se sienten capaces de manifestarse los verdaderos hijos de Dios, aquí en la Tierra, y  también testimoniarlo por todo el universo? Es justo pararse aquí.

Señor, somos olvidadizos, también nosotros. A menudo, recordamos las verdades de nuestra fe como hechos históricos, otras veces como eventos rituales, las fiestas  materializadas, como festivales. Cuando rezamos, giramos siempre entorno a aquello que deseamos nosotros, estamos encerrados en nosotros mismos, en nuestra incapacidad, en nuestras culpas, en nuestra incapacidad, nuestros defectos, nos culpabilizamos nosotros, culpabilizamos los demás.

Oh Señor, concédenos la gracia de conocer tu Espíritu de saber sumergirnos en tu Espíritu para orar en el Espíritu Santo, para vivir en el Espíritu Santo para que manifiestes tu rostro.

¿Qué es la vida en el Espíritu Santo?, ¿qué es la oración en el Espíritu Santo? En este punto me gustaría recomendar el libro de Stefania Caterina «reescribir la historia» (Stefania Caterina „Riscrivere la storia – Vol I – Nel pensiero di Dio”, ed. Luci dell’Esodo 2010, p. 41 3), hay un hermoso mensaje de la Virgen que habla de la oración en el Espíritu Santo. Todas las oraciones son buenas, pero aquí hablamos de la oración que nos lleva a la fuente, a encontrar el Dios vivo, para que entre Dios y nosotros pueda fluir la vida, vibrar la vida. En este punto, nosotros, que hemos recibido el Espíritu Santo, a menudo reflexiono sobre mí mismo, miro las plantas, parecen más inteligentes que yo, los animales tienen el instinto, tienen una inteligencia que les ha dado Dios, y nosotros no sabemos sumergirnos en la potencia que Dios nos ha dado, y no sabemos ser una expresión del rostro de Dios hacia  la creación, hacia todos los hombres. Entonces, ¿qué significa orar en el Espíritu Santo? Todos vosotros habéis tenido experiencias que podemos usar como imagen. En el invierno, cuando hace frío, algunas veces habéis sentido frio y no teníais abrigo, cuando habéis entrado dentro, donde esta el fuego, la llama, os habéis calentado. En un cierto momento habéis tenido la necesidad de cerrar los ojos, no os servía de nada que alguien os explicara que es el fuego, como actúa el fuego, teníais la necesidad de sentir ese fuego dentro, te relajaba, te daba vida. La oración en el Espíritu Santo va más allá de todos los conceptos, incluso mas allá de las apariciones. ¡Ay de los que se quedan en el plano de la imagen!. Cada don de Dios es un regalo que nos lleva a descubrir el rostro de Dios, del Dios invisible que sólo nuestro espíritu en el Espíritu Santo puede conocer, puede contemplar. San Pablo, en el mismo capítulo de la carta a los Romanos, habla del Espíritu Santo que nos ayuda, nos ayuda en nuestra debilidad y hace surgir de nuestro interior las necesidades profundas que Dios ha impreso en nosotros y intercede por nosotros con voces inefables. No es algo inconscientes, fantasioso; a los amigos de Dios el Espíritu Santo les revela cada vez más el pensamiento de Dios, el afecto de Dios, a conocer a Dios. Y cuánto conocimiento estamos perdiendo, porque nuestra cabeza está llena de conceptos humanos, teológicos, religiosos, de recetas. Después de eso no sabemos que hemos encontrado, que hemos visto. Cuando uno ora al Espíritu Santo, debe orar porque ama al Espíritu Santo, porque desea que el Espíritu Santo este en él. Algunas personas recurren al Espíritu Santo para pasar un examen en la escuela, muchos recurren al Espíritu Santo por los carismas. No, esto es consumismo. Al Espíritu Santo, a Dios, nos dirigimos para estar con Dios, en Dios, ni siquiera el amor de Dios puede ser separado de Dios, porque Dios es la fuente. Si recogemos el agua de la fuente, la consumimos, pero cuando tenemos a Dios dentro de nosotros, lo tenemos todo, la vida fluye dentro de nosotros y nos lo comunica todo. El Espíritu Santo lo podemos tener sólo si amamos a Jesucristo, los Hijos de Dios, si queremos ser similares a Él, si queremos glorificar a Dios en nuestras pruebas, estemos seguros de que Dios será glorificado en nosotros y seremos glorificados en Él.

Dice San Pablo, que está previsto que seamos similares  al del Hijo de Dios, y el Espíritu Santo perfecciona en nosotros esta imagen. No es suficiente conocer al Jesucristo histórico, como un hombre. Jesucristo está en la gloria en el Espíritu Santo, con el Padre. Cuando lo amamos como Él es, como se ha presentado, como nos ha dado la vida y como nos llama a entrar a la vida eterna, entonces, es el Espíritu Santo que nos socorre. Entonces el Espíritu Santo actúa en nuestro interior si queremos ser transformados en Jesucristo, si queremos estar místicamente unidos a él, ser un solo cuerpo con él, por supuesto en él también con nuestros hermanos y hermanas. San Pablo también dice que estamos llamados a ser partícipes de su gloria. ¡Qué grandeza!

Señor, Dios nuestro, perdónanos.

Tu eres todopoderoso, quieres derramar dentro de nosotros la plenitud de la vida, nosotros, creyentes, acogemos las migajas, queremos tu consuelo. Nuestra transformación para ser hijos de Dios que tu manifiestas en nosotros, a los hombres, a la creación, permanece como una teoría, no como una cosa viva, como algo que no nos interesa por encima todo. Despierta en nosotros este deseo de ser transformados y vivir con el Primogénito Jesucristo.

Vivimos tantas pruebas, tanto sufrimiento, las pruebas que vivimos hoy, creo que vamos a experimentar mayores pruebas porque Dios quiere atraernos a Él, y el hombre por lo general ante las pruebas, se detiene. San Pablo en este capítulo no se detiene, quiere introducirnos en el poder, abrumador poder de Dios que está a nuestra disposición, la luz plena, el conocimiento; quiere que en nuestro interior fluya la potencia de los hijos de Dios que han recibido en herencia, por medio de  Jesucristo, para ser hijos de Dios. Dice San Pablo: «Pero, en todas estas cosas obtenemos la victoria más completa gracias a aquel que nos ha amado. Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni otras autoridades, potencias Celestes, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del cielo, ni las fuerzas de la Tierra, nada, nadie nos podrá separar de este amor que Dios nos ha revelado en Jesucristo, nuestro Señor” (Rm 8,37-39)

¿Habéis experimentado sumergiros en esta fuerza? ¿habéis dedicado el tiempo, la atención para descubrir esta fuerza? Si no es así, ¿cómo podéis entender vuestra  vida que está en Dios, que viene de Dios? Es diferente para los hombres, a diferencia de los animales de la creación, porque el hombre es libre, tiene que elegir. Estad despiertos para decidir, dedicar tiempo para conocer a Dios, porque Dios os revele quién sois, qué gloria ha preparado para vosotros, que esta haciendo Dios en todo el universo, que Dios es vuestro Padre, que quiere comunicaros la vida y su acción.

Oremos:

Una cosa pido al Señor,

sólo ésta deseo:

vivir toda la vida en la casa del Señor

para disfrutar de la bondad del Señor

 y velar en su templo.

 Escúchame Señor,

 te invoco, ¡ten piedad de mí! Respóndeme.

Pienso de nuevo en su palabra: ven a mí,

y yo vengo ante ti, Señor.

No escondas tu rostro,

 no trates con ira tu siervo.

Tú eres mi ayuda.

No me rechaces, no me abandones;

mi Dios, mi Salvador.

Aunque mi  padre y mi madre me abandonaran, el Señor me acogerá. (Salmo 26, 4-10)

Después de la oración, que podéis repetir vosotros mismos, prestad atención, quedaos en silencio para que este rostro os ilumine, el rostro de Dios, y esta mirada de Dios os ame, os comunique la vida, podéis permanecer en silencio.

Podéis cantar o recitar “El Señor es mi pastor, nada me falta”, podéis hacerlo en el coche mientras conducís, cuando estáis tumbados en la playa o en el agua del mar, se puede vivir en cualquier momento si os  impulsa poco a poco a alcanzar la profundidad de la relación con Dios y ver su rostro.

Y para esto os bendigo, os acompaño, os protejo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hasta el próximo sábado, gracias.

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