Muy queridos lectores:
En el mensaje que os propongo la Virgen María nos revela muchos detalles de su vida y de su misión. Nos llama a una vida simple, vivida junto a Ella, en el servicio de Dios y del prójimo. Es un llamado a la transformación para entrar en la creación nueva. En este camino, Nuestra Señora es la estrella de la mañana y la puerta del cielo. Contemplándola, entenderemos los acontecimientos de estos tiempos y el camino a cumplir para alcanzar la recapitulación en Cristo.
El contenido del mensaje es fuerte y nos incita al compromiso. Por eso hemos considerado oportuno no enviar en esta semana las reflexiones de Tomislav Vlasic para no sobrecargaros y daros la oportunidad, así, de reflexionar con calma sobre las palabras de la Virgen. Estamos seguros que el mensaje será un óptimo apoyo también para vuestra plegaria.
Os auguro que podáis experimentar la dulzura de nuestra Madre y Reina, aún en las pruebas y en los trabajos de esta dura existencia terrenal. Estoy cerca de vosotros con el plegaria y el amor. El Señor os de la paz.
Stefania Caterina
Mensaje de la Virgen María del 15 de agosto de 2013
“Mis queridos hijos,
¡os bendigo con gran alegría! Este día marca el triunfo de la humanidad nueva. A través de mí se abrió un camino en el cielo: yo he abierto el camino a la nueva creación para la nueva humanidad.
Hijitos,¡yo no he muerto! Cuando fui asumida al cielo, no me encontraba en un estado de muerte sino de éxtasis profundo. (1) En este éxtasis fui llevada al cielo en la exultación gloriosa del Omnipotente. Estaba profundamente en éxtasis y todo mi ser hecho de espíritu, de alma y cuerpo, se elevaba acompañada por los ángeles que me abrían el camino, así como se lo abrirán a todos vosotros cuando entréis en la nueva creación. Rodeada por los siete grandes Arcángeles y por miles y miles de ángeles fui asumida al cielo.
En el éxtasis no hay nada de subjetivo o de emotivo: es un regalo puro de Dios. El verdadero éxtasis no es nunca inconciente; al contrario es la verdadera conciencia de las cosas del cielo. Un conocimiento tal es tan grande que aturde a las criaturas. Si las personas no cayeran en éxtasis cuando ven las cosas del cielo, estarían mal físicamente: no soportarían las frecuencias altísimas que pasan a través de ellos en el momento en el que ven y oyen.
Os doy un ejemplo para ayudaros a comprender: durante mis apariciones sobre la Tierra, los videntes caen en éxtasis; en el momento en el que yo estoy físicamente presente, se encuentran de golpe en contacto con una dimensión distinta y superior a la que viven habitualmente. Es la dimensión del puro espíritu, en la que las leyes físicas y naturales son completamente distintas; el cuerpo humano podría sufrir consecuencias graves. En el estado de éxtasis, en cambio, todas las leyes físicas y naturales están suspendidas y la persona está en condiciones de vivir una experiencia tal. Podéis entender cómo fue necesario que entrase en éxtasis, porque fui directamente al cielo con el cuerpo, atravesando la Gran Barrera del cielo, y entré en la dimensión del puro espíritu. Mi éxtasis era tan profundo que parecía un estado de muerte; pero no estaba muerta: estaba en condiciones de comprender y de participar en la acción de Dios.
Han surgido muchas discusiones teológicas sobre mi asunción al cielo. Muchos han considerado inevitable que yo experimentase la muerte, dado que mi Hijo, que es Dios, murió en la cruz: si Dios-.Hombre se sujetó a la muerte ¿por qué su Madre, que es una criatura, no habría debido morir? Esto sería obvio si Jesús no hubiese resucitado y ascendido al Cielo. Con su resurrección y ascensión al cielo, en cambio, mi Hijo abríó el camino a la nueva creación y yo fui la primera criatura nueva en entrar con mi cuerpo en la dimensión del puro espíritu, más allá de la Gran Barrera del cielo.
No olvidéis que yo soy inmaculada desde la concepción. ¿Qué significa esto?
Se os ha explicado que en el momento en el que Dios os crea sois confrontados con Lucifer y debéis elegir entre Dios y él, entre el Sumo Bien y el Mal. Para mí no fue así: en aquel momento Dios me pidió si quería aceptar mi misión de Madre del Salvador. El privilegio de ser la Madre de Dios implicaba diversos aspectos: la plena participación en el sacrificio de Jesús, la coparticipación en su sacrificio de Redentor, la disponibilidad para ser Madre también de la humanidad y de acompañar al pueblo de Dios en su camino hacia la nueva creación. No dudé en responder que sí. Estaba complétamente dirigida a Dios, absorbida en su luz, envuelta por su santidad. Desde entonces he estado indisolublemente ligada a Jesús, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, unida para siempre a su vida y a su destino de dolor y de gloria. He acogido a Jesús en mi espíritu mucho antes que en mi seno. Mi sí en el momento de la concepción ha precedido a aquel del Arcángel Gabriel: en el momento de la Anunciación estalló en mí el recuerdo de mi primer sí.
Ya en el momento de la concepción, Dios me hizo conocer que no estaría sola: Jesús, debía nacer y crecer en una familia y esta familia debía ser un modelo no solo para las otras familias sino para la Iglesia entera. Dios me habría puesto al lado un hombre justo y fiel, una ayuda sólida y concreta para hacer frente a mi misión. He aceptado con alegría la presencia de José en mi vida y en la de mi Hijo. A mis ojos José era un justo, un santo, un verdadero y gran adorador del Hijo de Dios. El ha sido después de mí el primero en recibir entre sus brazos al pequeño Jesús recién nacido; era digno. Después de Jesús, José fue la alegría de mi corazón, mi sostén, el amigo más querido. No estábamos apegados humanamente el uno al otro. No había nada de sentimentalismo en nuestra unión: estaba el amor puro de Dios que nos unía en la pureza y en la fidelidad al plan divino. José no era inmaculado como yo pero supo respetarme y participar plenamente en mi pureza; era una flor de virginidad y de pureza. Sabía guardar el silencio divino y en aquel silencio comprendía todas las cosas.
Su muerte prematura fue uno de los grandes dolores de mi vida terrenal; un dolor que ofrecí a Dios. El espíritu de José, sin embargo, estuvo siempre a mi lado; pude percibir su amorosa presencia en los días oscuros de la Pasión, recorrió conmigo el camino de la cruz, estuvo conmigo junto a la cruz; no podía ser de otro modo: amó tanto a Jesús y empleó para él toda su vida sobre la Tierra. Era joven José y su vida fue breve. Mi Corazón sufre al ver como su figura fue descuidada, casi ignorada y deformada a lo largo de los siglos; y sin embargo ¡le debéis mucho!
Desde el momento en que he aceptado mi misión Lucifer no se me ha podido acercar ni tentar de ninguna forma. A lo largo de la duración de toda mi vida terrenal el mal no ha podido ni siquiera rozarme. He observado y comprendido la terrible acción de Lucifer, he pasado por muchas pruebas, he experimentado el dolor pero no la tentación y mucho menos el pecado. ¡Por eso Lucifer me odia tanto! Mi pureza ha sido una pura gracia que Dios me ha concedido en vista de mi misión única e irrepetible en la historia de la salvación y en la historia de la humanidad.
Para vosotros no fue así. Aunque habéis dicho sí en el momento de la concepción todavía sois tentados y atacados por Lucifer durante la vida terrenal. También las humanidades del universo fieles a Dios que no han cometido el pecado original experimentan la acción tentadora del demonio. Esta sin embargo, resulta vana en sus enfrentamientos porque estos hermanos son poderosos en el espíritu, en ellos no opera la corrupción como en vosotros, los de la Tierra. Dios permite que seáis tentados para que crezca vuestra fe y el sí pronunciado al inicio de vuestra vida terrena se refuerce.
Mi pureza es un privilegio muy particular ligado a mi maternidad divina; sin embargo todos estáis llamados a la pureza. Todo vuestro camino espiritual debe tender a la progresiva purificación del pecado y de la corrupción hasta el logro del estado de pureza que os vuelve partícipes de la gracia divina y dignos de pertenecer a la humanidad nueva. El género humano íntegro en todo el universo deberá alcanzar este estado de pureza para entrar en la nueva creación: la criatura nueva será inmaculada y así la nueva humanidad.
Yo soy la Inmaculada, la criatura nueva por excelencia. Por esto fui asumida al cielo: para participar en la gloria del Creador, junto al cual intercedo por todos vosotros, y para abriros el camino a la nueva creación, así como Jesús lo abrió para mí. Jesús ha abierto un camino nuevo, el del Espíritu, para todos vosotros; era necesario, sin embargo, que una criatura en nombre de toda la humanidad, atravesase primera, en espíritu, alma y cuerpo la Gran Barrera después de Jesús, una criatura pura y fiel. Dios quiso que fuese yo tal criatura, inmaculada, Madre de Dios y Madre de la humanidad. Os he abierto el camino por amor y con amor; con mi obediencia y docilidad he sanado anticipadamente vuestras muchas infidelidades, sobre todo las del pueblo de Dios. Si no hubiese aceptado mi maternidad sobre vosotros y mi asunción al cielo sería mucho más difícil para vosotros recorrer el camino de Jesús: he sido y soy vuestra garantía delante de Dios que un día estaréis conmigo más allá de la Gran Barrera.
Cuando fui al cielo he atravesado la Gran Barrera que está hecha de luz. Así fui envuelta por la luz y por la omnipotencia de mi Hijo que me recibió entre sus brazos. Al atravesar la Gran Barrera de luz me volví Reina.
Fui al cielo como criatura inmaculada y entré en la dimensión pura del espíritu como Reina. Así será también para el pueblo de Dios: irá como pueblo nuevo y atravesando la Gran Barrera de luz devendrá un pueblo real y reinará para siempre con su Dios.
Hijos queridos, os he dicho estas cosas para ayudaros a entender mejor mi presencia y mi papel en vuestra vida. Espero de vosotros un camino de transformación. Todo parte del pensamiento de Dios, de dejarse plasmar por Dios según su pensamiento. Dejad que Dios plasme vuestros pensamientos, vuestro modo de ver y de sentir. Esto hace de vosotros criaturas nuevas. Hijitos: no resultáis criaturas nuevas cuando adquirís la fuerza de superhombres, o cuando sois hermosos, dinámicos, a la moda: resultáis criaturas nuevas cuando comenzáis a ver las cosas de un modo nuevo.
Como Madre ruego por vosotros y me ofrezco a Dios por vosotros. Os pido que no os llenéis la cabeza con tantas preguntas y con tantos proyectos, ¡no! Recordad que sois criaturas y que vosotros solos, sin Dios no podéis hacer nada (Jn.15,5).
Durante mi vida sobre la Tierra no he pensado nunca qué cosas me habrían sucedido; sabía que todo estaba en las manos de Dios y esto me bastaba. Sed confiados como los niños. Si os confiáis a Dios estaréis allí donde tendréis que estar, haréis lo que es justo que hagáis. Dios tiene necesidad de vosotros para realizar sus planes y desea realizarlos cuanto antes. Os ruego también que viváis una vida muy simple: tened pensamientos simples y no analicéis mucho las cosas; sed simples en el hablar, haced todo con simplicidad.
Durante mis apariciones en Fátima el ángel os ha enseñado esta oración muy profunda:
“Oh Dios mío,
Yo creo en ti,
Te adoro,
Espero en ti y te amo…” (2)
Que esta plegaria sea el programa de vuestra vida: creed, adorad, esperad y amad; ofreceos a Dios por cuantos no saben creer, adorar, esperar, y amar. Este es el programa de vida de todos mis hijos que desean pertenecerme. Creed, adorad, esperad y amad. No se os pide más.
Si vivís así, perteneceréis al Señor, mi Hijo, y el Espíritu Santo actuará continuamente en vosotros y os transformará. Entonces estaréis preparados también vosotros para sobrepasar la Gran Barrera de la luz: podréis traspasarla cuando seáis luz. Hay un solo modo para devenir luz: seguir a mi Hijo que es “Luz del mundo” (Jn 8,12), observar sus leyes, ser colmados de su amor y de su vida, seguir su ejemplo.
Hijos queridos,¡todo esto es así de simple, pero para la humanidad de la Tierra es tan difícil! Vivid así al menos vosotros que deseáis servir a Dios y que estáis llamados a esto. Amad a Cristo como ningún otro lo ama. Decid como Pedro:”Señor tu lo sabes todo, tu sabes que te amo” (Jn21, 17) Si estáis unidos a mi Corazón vosotros amaréis a Jesús más que los demás, porque nadie lo ama como yo que soy su Madre, pero también su sierva y su discípula.
Haced de tal modo que las personas vean en vosotros verdaderos amigos de Cristo y de su Madre, los amigos d e los santos.
Os bendigo hoy desde el cielo, desde esta dimensión de pureza absoluta. Vosotros me llamáis “Puerta del cielo”, y lo soy de verdad, porque os he abierto el paso a la alegría plena, al futuro glorioso que espera al pueblo de Dios.
Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
1- etimológicamente la palabra éxtasis significa “salir fuera de sí”. En la mística cristiana el éxtasis indica un estado en el que el hombre sale de sí mismo y es inmerso en la realidad divina por medio de la gracia.
2- En nuestro camino espiritual de almas que se ofrecen a Dios en sacrificio, a través del Corazón Inmaculado de María, la Virgen nos ha enseñado a rezar el “Rosario del amor sacrificado en la paz”, que encontraréis al final del mensaje.
3- La Virgen ha explicado que este rosario une las apariciones de Fátima con las de Medjugorje. En el rosario son recitadas varias veces las plegarias que el angel reveló en Fátima a los videntes, y la plegaria a la Madre de bondad, amor y de misericordia que la Virgen misma reveló en Medjugorje.
ROSARIO DEL AMOR SACRIFICADO EN LA PAZ
1ª.parte.
Credo..
Gloria al Padre…
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo presente en todos los tabernáculos de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales El mismo viene ofendido.
Oh Madre mía, Madre de bondad, de amor y de misericordia, te amo con todo el corazón y me ofrezco a ti.¡ Por medio de tu bondad, de tu amor y misericordia , sálvame !Yo quiero pertenecer a Ti. Te amo mucho y deseo que tú me custodies.
De lo profundo de mi corazón oh Madre de bondad te ruego: dame tu bondad para que con ella yo pueda merecer el cielo. Te ruego por tu inmenso amor: concédeme poder amar a cada hombre como tu amaste a Jesús. Te pido también la gracia de estar palpitante de amor por ti. Yo me confío completamente a ti y deseo que tú estés junto a mí en cada paso, porque tú eres llena de gracia , y quisiera no olvidarte nunca.
Pero si un día yo perdiese la gracia te suplico de regalármela nuevamente. Amen.(3veces9
-Santísima Trinidad…(3 veces)
2da. Parte
Padre Nuestro…
Después por diez veces se repite la siguiente invocación:
– Oh Dios mío, creo en Ti, te adoro, espero en Ti, y te amo.
R. Ti pido que perdones a todos aquellos que no creen en Ti , no te adoran , no esperan en Ti y no te aman.
-Gloria al Padre….
-Oh Jesús mío perdona nuestra culpas, presérvanos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Santísima Trinidad…
Toda esta segunda parte se recita tres veces.
Al final
.el eterno descanso…