Reflexiones y oraciones
A cargo de Tomislav Vlašić
8º Parte
Queridos hermanos, queridas hermanas, continuamos con nuestro camino y nuestras reflexiones, junto con nuestras oraciones.
Hoy abordamos el tema: el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, y comenzamos esta reflexión:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor, Dios nuestro, renueva en nosotros todas las gracias del bautismo, renueva todas las gracias de nuestra vida y haznos la gracia de que podamos comprender estos tiempos, acoger todos los impulsos de tu Espíritu, comprender todas los signos que pones delante de nosotros, y tener la fuerza para decidir vivir según Cristo, tal como nos ha enseñado Jesucristo. Amen.
Hoy hago una reflexión, después publicaremos en la web el noveno capítulo del libro «Más allá de la Gran Barrera», escrito por Stefania Caterina, donde se presenta con detalle este tema. Este tema lo presentaré en el contexto de la obligación del cristiano que proviene de su bautismo, de su deber en estos tiempos. Voy a presentar este deber de una manera particular, en estos tiempos ricos de acontecimientos, y me gustaría presentar también el contexto en el que nos encontramos de acuerdo con nuestra experiencia que continúa en el Núcleo Central, continúan los señales y la claridad de lo que esta ocurriendo en el universo.
Los acontecimientos en el universo se precipitan. Los hombres de la Tierra no han comprendido que quiere decir, poner una humanidad fiel a Dios, a la cabeza de la evangelización del universo. Nos ha sido explicado que estos hermanos y hermanas no son titubeantes, y que con la fuerza del Espíritu Santo que han conservado, y no sólo conservado, sino evolucionado en su fidelidad, han comenzado y son rápidos. Y su velocidad no es comparable a nuestra lentitud en la Tierra. Lo que sabemos de todo lo que esta sucediendo en el universo es que han recorrido una parte del universo. Como ya hemos explicado, el universo se compone de tres universos: el universo alto, donde están las humanidades fieles a Dios; el universo medio, dónde están los hombres y mujeres indecisos; y el bajo universo que se ha rebelado, en particular la Tierra, la cual hizo un pacto con Satanás. Ahora, por lo que nos ha sido explicado, la humanidad fiel a Dios ya ha recorrido el universo medio y están haciendo las acciones finales durante este año. Entonces, después del universo medio, la evangelización pasa por el universo bajo, que también incluye la Tierra. Y nosotros entramos en la época de los acontecimientos relacionados con el universo bajo y que sobre todo involucran a la Tierra. La Tierra entra a una etapa definitiva de preparación para la segunda venida de Cristo. En esta etapa, todo debe ser puesto ante una elección: o Dios o Satanás. No sabemos cómo Dios va a hacer todo eso, está en su sabiduría divina. Hemos recibido tantas señales, tantas explicaciones que nuestro deber es dar testimonio, decir a la tierra, a todos los hombres de la tierra, a la Iglesia de Dios, que pronto vamos a entrar en los grandes acontecimientos. Todavía estamos en el año 2013 en el que la Santísima Trinidad, particularmente, actúa sobre las almas en la Tierra. Todavía quedan unos pocos meses para despertarse con la potencia de esta gracia y tomar nuestra responsabilidad delante de todos los hijos, y las hijas del universo.
¿Qué se espera de los cristianos? Quiero hablar de lo que se espera de todos los cristianos, independientemente del conocimiento que tenga de la existencia humana en el universo, aquello que es consecuencia y el fruto del bautismo. San Mateo presenta el relato del bautismo de Jesús. Cito una parte: “Y Jesús, después que fue bautizado, salió del agua; y los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y se oyó una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido” (Mt 3, 16-17). Estamos bautizados en virtud del bautismo de Jesús. A través de él estamos inmersos en la Santísima Trinidad. Si estamos unidos místicamente a Cristo por medio de su sacrificio y resurrección, si somos cristianos adultos que verdaderamente viven su bautismo, entonces Dios se manifiesta en nuestras vidas; y Dios confirma y protege su vida dentro de nosotros. Así , en nosotros se renueva el bautismo de Jesucristo; y debemos ser conscientes de ello. Por esto, la Iglesia cuando presenta su identidad, dice que la identidad de la Iglesia es “la manifestación de la vida Trinitaria y del sacrificio eucarístico”. Por el bautismo estamos marcados con el signo sacerdotal, profético y real. Pocos, muy pocos cristianos son conscientes de este signo, de este don, y estos dones deben emerger, deben manifestarse, deben manifestarse totalmente.
Habéis oído hablar del Anticristo, a diferencia de los anticristos, el Anticristo recibirá grandes poderes de Satanás, pero los hijos de Dios recibirán mucho poder del Señor para afrontar esta batalla, y en el nombre de Jesucristo precipitar el infierno en el lago de azufre. Este es el proceso que los cristianos deben realizar, debe ser manifestado, y como dice San Pablo en su carta a los Romanos (Rom 8, 22-23), que todas las criaturas gimen, sufren los dolores esperando la redención, pero también los hijos de Dios, quienes recibieron las primicias del Espíritu Santo esperan la redención completa y la manifestación de su identidad, tal como son en Dios. Todo debe manifestarse a plena luz.
San Pablo nos enseña, y así lo enseña la Iglesia, que nosotros somos el templo de Dios. No es una frase vacía! El templo de Dios es el templo donde vive Dios Trino y uno; vive, no duerme. Dios Padre envía al Hijo, el Hijo nos ofrece y se ofrece, ofrece la humanidad dentro de nosotros. El Hijo oficia en nosotros su oficio sacerdotal. El Espíritu consagra, lleva a la perfección. Entonces, nuestro bautismo recibe su dinamismo gracias a la Santísima Trinidad que opera en nosotros, si cedemos espacio a la Santísima Trinidad y colaboramos con la Santísima Trinidad. De Jesucristo descienden todos los sacramentos, por medio de él hemos sido salvados. Entonces, en el Sacramento del Bautismo nos unimos a él, decidimos vivir como él, junto con él: entonces vivimos nuestro bautismo, pero al mismo tiempo somos enviados. El cristiano adulto es llamado y enviado. San Mateo nos dice las palabras de Jesús: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra, por tanto, id, haced que todos se conviertan en discípulos míos, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enseñadles a obedecer todo lo que os mandado, y sabed que yo estaré siempre con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 18-20). Los cristianos pasivos suelen atribuir este poder sólo a los sacerdotes y al Papa, pero no es así. En virtud del bautismo, en virtud de nuestra respuesta todos somos enviados. La historia de la Iglesia lo confirma. Entre las personas potentes en el Espíritu Santo hay muchas mujeres, muchos hombres laicos, sencillos, digamos que todos los que han decidido vivir santamente. Por lo tanto, Dios en su bondad quiere comunicar esta vida a cada uno de nosotros y nosotros podemos vivirla, y al mismo tiempo manifestarla a los demás.
Cuando hablamos del bautismo en el Espíritu Santo y fuego, no quiero repetir lo que ha escrito Stefania, estoy seguro de que lo veréis en concreto, porque esta explicado en todos sus aspectos. Quiero decir solamente que este bautismo no es contra el bautismo ordinario que la iglesia administra, no es ni siquiera contradictorio, pero como se ha explicado, es una amplificación de la gracia del bautismo: es una gracia especial para estos tiempos para llegar a cada alma del universo, todo hombre que no podamos alcanzar con la predicación y no podamos alcanzar especialmente con el agua. Y también se nos ha dicho que hay ciertos planetas, donde no hay agua, pero hay vida, y los hombres se han adaptado a aquella vida. Así que estamos llamados a cumplir este servicio sacerdotal en nuestro interior. He dicho que nosotros somos el templo de Dios, y Dios obra en nosotros y nosotros participamos de su obra. Lo que hemos experimentado desde diferentes puntos de vista en estos años, es que muchas almas, muchos hombres esperan el bautismo, y nosotros, si vivimos santamente con Dios, si ofrecemos nuestras vidas a Jesús a través de María Santísima, en comunión con la Iglesia universal, atraemos a estas almas. Nuestras almas, yo diría, no son sólo un templo, sino que son un santuario y puede ser un gran santuario, donde vienen las almas y reciben la gracia. Por lo tanto, en la práctica, estamos invitados a dar la vida por nuestros hermanos y hermanas que están buscando a Dios y no consiguen encontrar el camino, que el Espíritu Santo muestre en nosotros aquella luz que conduce a Cristo. Y ofreciéndonos a ellos, para ellos, atraemos su mirada, y las almas piden el bautismo. Naturalmente, no es necesario que uno tenga revelaciones particulares. Cada uno, consciente de esto, participando a la Santa Misa, ofreciéndose para estas almas, rezando un rosario, diciendo las oraciones para estas almas, es invitado a bautizar a aquéllas que están presentes, aunque no las veamos, simplemente dando un nombre masculino, femenino, haciendo la señal de la cruz, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si comenzáis a vivir esto, haréis una gran contribución a la humanidad de todo el universo, donde la Iglesia de la tierra no tiene los medios para llegar. En estos tiempos se nos a dado la gracia especial de poder actuar en Espíritu, y el Espíritu Santo lleva nuestros deseos de unir a todos los hombres en una familia espiritual. Aquí nadie puede excusarse: «Yo no conozco los hombres en el universo, no sé si existen.» Nuestra obligación viene del bautismo, porque estamos en comunión también con los ángeles, aunque no los veamos; estamos en comunión con los santos, aunque no los veamos, estamos en comunión con todo el Cuerpo místico de Cristo, que se mueve en este período histórico para recoger a todos para que sean recapitulados en Cristo.
Las humanidades fieles a Dios en el universo proseguirán con su misión. Como sabéis bien, el año pasado Dios esperaba la tierra, que la tierra se moviera, que la Iglesia de la tierra se moviera al frente de esta misión. No ha recibido la respuesta. Pero estos hermanos se mueven e irán hasta el final, y esperan de la Iglesia de la Tierra una respuesta. ¿Qué respuesta? Que se abracen, que la Tierra, que ha recibido el poder del Espíritu Santo en Pentecostés reavive este poder en si misma, ame lo que es de Dios y reconocerán a nuestros hermanos y hermanas fieles a Dios cuando se presentarán. Ellos, ya ahora actúan en el Espíritu Santo. Ellos no van a venir corporalmente como nosotros pensamos, como son presentados algunas veces en experiencias extrañas de algunas personas. Ellos manifestaran el poder del Espíritu Santo y quieren potenciar con esta potencia la Iglesia de la tierra, para que recupere aquella potencia del Pentecostés, y la Iglesia, dispuesta en la Tierra a despertar este poder del Pentecostés, irá a abrazar a estos hermanos, estas hermanas de todo el universo. Como se ha dicho, todo el universo se convertirá en una familia, una única familia de Dios. Pero el universo será recapitulado en Cristo, en Cristo sólo en el Espíritu Santo. Será introducido a las leyes del Espíritu puro, cuando todos viviremos con Dios Padre. Entonces, digo también a la Iglesia, al Pueblo de Dios: nadie puede excusarse, nadie puede echarse atrás. Que la Iglesia en este momento manifieste su identidad, manifieste la vida trinitaria en su interior, la manifieste a todo el universo, manifieste que, viviendo la Santa Eucaristía, la vive en unión mística con Cristo, ofreciéndose con Él, de manera que todas las humanidades dondequiera que se encuentren, puedan ser alcanzadas, puedan recibir el bautismo y puedan participar de la Eucaristía que les será visible en el Espíritu Santo.
Quiero concluir que quedan unos meses para disfrutar de una gracia especial de la Santísima Trinidad que ha sido dada este año a la humanidad de la Tierra, a la Iglesia para prepararse para los acontecimientos. No sé que acontecimientos, pero sin duda una fuerza del Espíritu Santo que pondrá a prueba a todos para elegir a Dios o a Satanás.
A todos vosotros que habéis escuchado estas reflexiones, esta reflexión, propongo que decidáis ofrecer la vida a Jesús a través de María y formar un cuerpo, un pueblo que quiere responder a Dios en virtud del bautismo, en virtud de la misión cristiana. Si hay un número grande de personas que se ofrecen, la acción de cada hermano, de cada hermana será potenciada y la Iglesia oficial será potenciada, el Papa Francesco será reforzado. En la última audiencia preguntó: «¿Sabes que el día en que fuiste bautizado? Ve a ver, y luego celebra la fiesta de tu bautismo.» Es bonito. Yo os propongo que despertéis nuestro bautismo y empecemos esta acción ofreciendo nuestras vidas a Jesús a través de María. Comencemos a rezar para que todo sea recapitulo en Cristo, comencemos a bautizar a las almas. Podéis encontrar en la pagina web como bautizar, pero si estáis listos, si estáis decididos, entonces ahora bautizamos todos, a todas aquellas almas, todos aquellos hombres en el universo que no tienen la oportunidad de conocer a Jesucristo, de recibir el Espíritu Santo, de conocer a Dios Padre.
Si estáis preparados para ser bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad, ofrecidos a Jesús a través de María Santísima, os doy el nombre de Miguel y Micaela, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que Dios Misericordioso os conceda la misericordia y la paz. Que Dios Misericordioso imprima en vosotros el sello del Espíritu Santo, os proteja de la influencia infernal, os una al Cuerpo Místico de Cristo, a todos los santos, os una a todos los que se ofrecen y aumentan la luz de Cristo, luz del mundo, para que todo el universo sea iluminado. Y yo os bendigo, vosotros que estáis bautizados y vosotros que bautizaréis y estaréis cada día en mis oraciones, en mi oferta, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.