1. El pueblo nuevo celebra la vida

Queridos hermanos y hermanas:

Con este título que recogerá  diversas reflexiones a seguir, henos de nuevo con vosotros. Continuamos viviendo en el silencio, tal como os lo habíamos dicho antes, porque es el mejor modo  de vivir en la presencia de Dios, comprender su voluntad y ponerla en práctica.

 

Sin embargo el Señor continúa mandándonos a vosotros que camináis sobre el camino marcado en estos años. Nos manda cuando lo considera necesario porque conoce las dificultades de sus hijos sobre la Tierra. Trataremos de no volver  sobre discursos que ya habéis escuchado, sino que los profundizaremos para acompañaros, para explicaros los pasos a dar en este año  que será muy  movido, insidioso y que demandará a cada uno hacer elecciones para no tardar más en participar en la obra de Cristo en todo el universo.

1-Deseamos antes de todo reasumir  la identidad de nuestro ser y de nuestro  operar.  Desde hace varios años estamos activamente dedicados a la obra de la recapitulación  del universo en Cristo, no por un  particular mérito nuestro sino  por el querer de Dios.

No hemos recibido simplemente mensajes o tenido visiones:  todo nuestro ser y nuestra existencia  entera   estuvieron implicados  en esta obra de la Santísima Trinidad, junto a los instrumentos sublimes como María Santísima y san José, junto a los instrumentos extraordinarios de este tiempo: los ángeles, el Núcleo Central, los hermanos del universo fieles a Dios. La obra de Dios en nosotros ha sido transformarnos siempre más para poder ser un día criaturas nuevas junto a todos los hijos de Dios en el universo.

Nuestra espiritualidad consiste en vivir el  santo Evangelio de  nuestro Señor Jesucristo con la simplicidad  de la  santa Familia de Nazareth con el ejemplo de san Francisco y de santa Clara de Asís. La nuestra no es una vida basada  sobre una regla estática sino dinámica: estamos continuamente envueltos en la novedad maravillosa del Espíritu Santo que nos lleva a una serena y gloriosa esperanza  que va más allá de toda esperanza humana. Esta novedad toca nuestras profundidades y nos lleva a la comunión  universal para hacernos alcanzar la plenitud de la vida en Dios, en comunión con todos los ángeles, los santos,   los justos que habitan el universo entero y la Tierra y con los hermanos y hermanas  del purgatorio. Esta dedicación  nos empuja siempre más a elevarnos para estar sometidos a las leyes del puro espíritu que fluyen de la Santísima Trinidad. Por  esto  ofrecemos nuestra vida a Jesús por medio del Corazón Inmaculado de María y el Corazón de san José, el justo por excelencia, en comunión con el Cuerpo Místico de Cristo para ser Eucaristía Viviente. Este es el único modo para llegar a la resurrección, para ser criaturas nuevas.

2- Nuestro trabajo consiste en comunicaros la vida de Dios que fluye por el universo, una vida dinámica. En el siguiente mensaje de Jesús, esto es evidente. Jesús dice:  “El año que se abre delante de vosotros por algunas características será hermoso, por otras será muy difícil… será un año difícil para la humanidad del bajo universo, de modo particular para la Tierra…   Afirma después que comienza una profunda purificación  de la Iglesia Católica y de las demás iglesias cristiana…además una profunda acción purificadora sobre la Tierra que producirá muchos dolores”.

Os ayudaremos con nuestra entrega y con la oración. Os indicaremos los  pasos interiores a cumplir, os advertiremos de los peligros  y de los cambios a realizar en vuestras vidas. Quien quiera ser  transformado es normal que esté dispuesto a cambiar la propia vida: el comportamiento, el modo de rezar, de participar en los sacramentos; es natural que desee comportarse responsablemente delante de Dios en las situaciones en que se encontrará en este año.

Estamos llamados a levantar la cabeza, a celebrar la vida y a manifestar  la gran esperanza que nuestro Salvador nos comunica.

“Ahora sois hombres nuevos, y Dios os renueva continuamente para llevaros al conocimiento perfecto y haceros semejantes a Él que os ha creado”. (Col 3,10)

Al dejaros ahora con las palabras de Jesús, os bendecimos y os acompañamos con mucho amor.

Stefania Caterina y Tomislav Vlasic

Mensaje de Jesús  del  1 de enero   de 2014-   Un año bello  y difícil

 

Hijos  míos:

Deseo daros una potente bendición en este primer día del año. Os animo a seguir adelante asumiendo una responsabilidad siempre más grande de cara a los aconte cimientos que os esperan.

El año que se abre delante de vosotros por determinadas características será hermoso,  por otras muy difícil.  Será bello para quien me ha elegido: quien eligió mi vida tendrá gracias cada vez más abundantes. Efectivamente: todas las gracias rechazadas por tantos hombres se las daré a quienes respondan sinceramente. Será un año difícil  para la humanidad del bajo universo, de modo  particular para la Tierra: todo aquello que no ha sido hecho en estos años y a lo largo de los milenios por los cristianos de la Tierra  carga pesadamente sobre toda la humanidad de vuestro planeta. Debo por lo tanto comenzar a purificar mi pueblo sobre la Tierra, debo purificar la Iglesia.

Será un año en el que veréis comenzar una  profunda purificación  de la Iglesia católica y de las demás iglesias cristianas  porque mi nombre  no puede más ser utilizado  para fines distintos del de dar gloria a mi Padre. Mi nombre ha sido frecuentemente ultrajado sobre la Tierra, usurpado, utilizado para fines distintos de aquellos de Dios.  Regalándome a vosotros, el  Padre ha querido daros su vida, su poder,  “el  poder de llegar a ser hijos de Dios”. (Jn 1,12) Sin embargo, muchos cristianos no han utilizado este  poder para testimoniar ser hijos de Dios, lo utilizaron más bien  para afirmarse en el mundo y resultaron siendo hijos de este  mundo.

Será el año de mi profunda acción purificadora sobre la Tierra que producirá también muchos dolores. No seré yo quien os cause el dolor: serán vuestras  no-elecciones, las no-respuestas; todos aquellos que en realidad son No.  No tenéis nada  que temer si estáis firmes en mí, si sois fieles, si estáis sobretodo, unidos a mí  a través del Corazón de  María y  de José.  Ellos están de tal  forma unidos a mí que estar en su Corazón significa para vosotros  estar en mi Corazón. Por eso desde ahora os confío a ellos; invocadlos, rezadles.    Manteneos unidos  a los demás instrumentos extraordinarios de este tiempo: a los ángeles, al Núcleo Central, a los hermanos fieles a Dios, a los santos, a los justos.

No os digo estas cosas para asustaros. Quien me sigue no tiene nada que temer porque camina en la luz (Jn.8,12). Os invito a dejar de lado toda hipocresía y astucia porque si no os despojáis  enteramente de vuestro egoísmo, sufriréis.   Yo sé que habéis elegido la  vida pero os conozco  y sé también qué frágiles sois. Hay una fragilidad que no viene del pecado: es la fragilidad de la criatura en cuanto tal; Yo me inclino sobre esta fragilidad. Pero hay otra fragilidad que viene  del  pecado, del orgullo, del egoismo: esta no solo os hace débiles sino que os destruye  ( 1 Jn5.16). Existe por lo tanto, una fragilidad que no destruye la criatura pero existe otra que la destruye. Podéis distinguir dentro de vosotros cuándo sois débiles porque habéis pecado y cuándo sois frágiles simplemente  porque sois criaturas.

Repito a vosotros lo que he dicho a mis apóstoles y discípulos: estad atentos a cómo escucháis (Lc.8,18). Cada palabra que oís en el  Evangelio, en  los mensajes, en todo lo que os ha sido dicho, estad atentos para escucharla en el modo  justo: o sea, permitid a  mi  palabra cambiar vuestra vida, porque de otra forma, esa misma  palabra os hará sufrir y os condenará.  Yo no deseo que os suceda esto; al  contrario, deseo que seáis libres, serenos,  hijos de Dios  felices en la casa de vuestro  Padre. Por eso ¡coraje!

En este año espero de vosotros que evangelicéis la Tierra, partiendo siempre desde mi gracia, de una vida simple unida a mí. No os pido grandes cosas; os pido que vuestra vida sea profundamente coherente con lo que habéis  oído estos años. Si hacéis esto, mi gracia os elevará sobre alas de águila. (Ex19,4)

Os bendigo, hijitos, y os confía a mi Madre y a san José. Os pido rezar mucho por la humanidad de vuestra Tierra que está tan lejos de mi Corazón. ¡Haced esto, sed mensajeros de mi  vida y el mal no os tocará, os lo  prometo!

Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

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