Mensaje de Jesús a Stefania Caterina
“Les traigo la alegría de la resurrección como se la llevé a los apóstoles. Es la alegría que se prolongará hasta el final de los tiempos, y más allá del tiempo, porque en la nueva creación gustarán conmigo la alegría plena de la resurrección.
Hoy recuerdan la Divina Misericordia. Yo soy la Misericordia del Padre que se ha hecho carne y descendió sobre la Tierra.
Hijitos, deseo que cada uno de ustedes y que todo este pueblo sea un pueblo misericordioso, fuente de misericordia para toda la humanidad. La misericordia nace de la justicia. ¿de qué justicia hablo? No de aquella que piensan los hombres que a menudo es venganza, ojo por ojo, diente por diente; la justicia divina no es esta. La justicia en el pensamiento de Dios es vivir como justos, o sea, según las leyes de Dios y en la verdad. Yo soy la Verdad. Si permanecen unidos a Mí viven en la justicia de la Verdad; en esta justicia se vuelven capaces de misericordia.
Si el hombre no vive como justo no puede dar misericordia y tampoco puede recibirla porque su corazón está cerrado. Yo les he enseñado a perdonar. El perdón es una gran parte de la misericordia: pero misericordia quiere decir también inclinarse sobre el que sufre. El hombre justo y misericordioso no justifica el pecado pero se inclina sobre el pecador; le tiende una mano como tantas veces Yo lo hice con ustedes. Les pido que sean un pueblo justo, que vive según la justicia y camina en la verdad, que se inclina sobre el que sufre y el que peca, lleva mi palabra y está unido profundamente conmigo. De este modo serán un pueblo misericordioso.
Muchos hablan hoy de misericordia; pero a menudo se trata de una misericordia separada de la justicia y alejada de la verdad. Esta no es misericordia, es una suerte de condonación humana, un remiendo por aquí o por allá. No, les repito: esta no es misericordia. Solo el hombre justo que vive en la verdad, genera misericordia a su alrededor. En su misericordia genera también justicia y verdad, que a su vez generan misericordia, y así en adelante, en un continuo ciclo de amor. Por eso justicia y misericordia están unidas entre sí y se sostienen una con la otra. Juntas forman ese espléndido mosaico que es la vida de Dios; que perdona las ofensas y no ofende a nadie.
Hijitos, la Tierra tiene necesidad de misericordia; también los cristianos y los sacerdotes tienen necesidad de misericordia. La Tierra tiene necesidad de misericordia pero de una misericordia justa, que no sea un golpe de esponja sobre la iniquidad sino una verdadera resurrección en la justicia. Yo no amo sus pecados sino que los amo a ustedes. Por el amor que les tengo los perdono. Así deben hacer ustedes: deben amar a Dios y a los hermanos para ser un pueblo justo. Si tienen este amor serán fuente de misericordia.
Perdonen las ofensas, olviden las culpas; no justifiquen el mal sino apaguen las discordias; no peleen, no litiguen, dejen que sea Dios quien resuelva sus controversias. Dejen que se muera vuestra justicia y entren en la verdadera justicia que es verdad, que es vivir como Yo les he enseñado.
En esta justicia obtendrán misericordia y regalarán misericordia. De esta forma disminuirán sus problemas y sus enfermedades. Muchas de la dolencias y enfermedades de ustedes nacen de la falta de justicia y de misericordia dentro de ustedes. Ustedes se enferman cuando no aceptan la verdad y no se ven tal cuales son; cuando no aman y no perdonan; cuando postergan para después su decisión de vivir según las leyes de Dios.
Entonces pueblo mío les pido un gran paso: les pido que vivan. Vivan todo aquello que les he enseñado, pónganlo en práctica y serán hombres y mujeres justas, un pueblo justo. Sean fuente de misericordia justa y de justicia misericordiosa. Así los podré mandar como corderos en medio de los lobos. Sépanlo, hijitos, el cordero no es nunca débil. El cordero es más fuerte que el lobo. Lo es siempre, aunque muera, porque el cordero lleva en sí la justicia y la misericordia de Dios, que lo vuelven más fuerte que el enemigo, que cualquier enemigo.
Los convoco a esto y los bendigo. Deseo que permanezcan un instante en silencio y Yo pasaré entre medio de ustedes y pondré mis manos sobre cada uno de ustedes. Entréguenme todas sus enfermedades, sus debilidades, sus dolores, pecados. Dejen que los envuelva en mi misericordia; déjense renovar y elijan ser hombres y mujeres nuevas.
Los bendigo y los protejo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”