Mis queridos hijos:
hoy deseo deciros que DIOS CREA LA VIDA Y LA PROTEGE. El es el Creador y la vida tiene su origen en Él; sin él no existiría nada. Cuando Dios creó al hombre y a todas las demás criaturas les fijo leyes para promover y proteger la vida de la creación íntegra. Son leyes de amor y de justicia que protegen la vida tanto física como espiritualmente. Son las leyes de la vida.
Las leyes de la vida están escritas en lo profundo de vuestro ser, o sea de vuestro espíritu, porque estáis creados a imagen y semejanza de Dios y por eso estáis orientados hacia lo que es de Dios. También están escritas fuera de vosotros, resumidas en los Diez Mandamientos y en el Evangelio. En los animales y en las plantas operan las leyes de la vida y ellos saben orientarse perfectamente hacia lo que le sirve a su existencia. Lo mismo hacen las estrellas y los planetas y todas las demás criaturas. En Dios todo es perfecto y nada está dejado al acaso, porque Dios gobierna todo lo que existe.
Tampoco vuestra vida está librada al acaso: si amáis a Dios y lo buscáis con todo el corazón si os entregáis y os confiáis a él dejándolo actuar libremente, las leyes de la vida trabajan en vosotros con gran poder; entonces Dios os guía y cumple en vosotros su obra. Y porque su primera gran tarea es la vida Dios se toma el cuidado de vosotros: os ama, os perdona os guía en vuestras elecciones e ilumina todos vuestros pasos. Entonces vuestra existencia no es un sucederse caótico de eventos o una serie de deberes frustrantes sino que se trasforma en un regalo inmenso para vosotros, para quién esté a vuestro lado, y para cuantos os encontráis en el camino. Hasta la naturaleza percibe el amor de Dios en vosotros y os lo retribuye.
Si amáis a Dios Uno y Trino estáis inmersos en la vida y permitís que la vida germine en vosotros y produzca frutos de de amor, de bondad y de paz. Por eso os invito una vez más a entregar vuestra vida a Jesús a través de mi Corazón. Esta entrega si es libre y sincera os sumerge en la vida divina y día tras día os transforma.
Yo soy vuestra Madre y os presento continuamente a Jesús. Jesús os presenta al Padre que os acoge en su Hijo y os regala el Espíritu Santo en nombre de Jesús. El Espíritu Santo sostiene vuestra vida física y espiritual; os dirige infaliblemente hacia Jesús, Camino, Verdad y Vida y el ciclo recomienza: Jesús os entrega al Padre, el Padre os acoge y os entrega el Espíritu Santo y así incesantemente. Este es el accionar de la Santísima Trinidad en vosotros que os hace hijos de Dios, la única acción capaz de transformaros para una vida mejor.
¡Hijos míos, no permitáis a Satanás y al espíritu del mundo que os separen de Dios! Si abandonáis a Dios dejáis vuestra vida en las manos del ladrón que la roba y la pisotea. Satanás odia la vida de Dios porque la ha rechazado y os odia a vosotros porque sois de Dios y le recordáis su miseria. Destruyendo vuestra vida se ilusiona en destruir la obra de Dios que os ha creado. No temáis hijos; si ponéis vuestra vida en las manos de Dios Uno y Trino estáis a salvo, ninguna acción del enemigo podrá destruiros porque Dios es más grande que todos y que todo; su fuerza es invencible. Satanás podrá poner trabas y fastidiaros pero no podrá nunca abatiros, porque el Defensor, el Espíritu Santo opera en vosotros. El es el custodio de la vida y no permitirá que el ladrón entre en vosotros.
¡Sabedlo bien hijos que Dios creó la vida y no la muerte. Esta es obra de Satanás y de los hombres que se hicieron sus aliados! El pecado original abrió la puerta a la muerte, antes desconocida, porque quebrantó la ley de la inmortalidad, la más importante entre las leyes de la vida. Dios lo permitió por justicia y por respeto a vuestra libertad, pero no será así por siempre.
Llegará el día en que la muerte no tocará más la creación y Dios restablecerá la ley de la inmortalidad violada por el pecado. El mal será derrotado para siempre y los hijos de Dios vivirán eternamente libres en la creación nueva, unidos a su Creador y en comunión entre ellos.
¡Este es vuestro destino, hijos míos! Estáis llamados a una gran esperanza. La fidelidad a Dios alimenta esa esperanza y el Espíritu Santo la vuelve peremne en vosotros. En esta esperanza florece la vida.
Como Madre vuestra desearía veros florecer en la plenitud de la vida. Intercedo continuamente por vosotros y le pido a Dios que seáis felices, colmados de gracia, inmersos en la fe, en la esperanza y en el amor. Pedid también vosotros conmigo, pero no solo por vosotros mismos sino por tantos hermanos vuestros que no conocen al verdadero Dios, por ignorancia no por rebelión, y son de buena voluntad. La plegaria de los hijos de Dios puede hacer mucho por la humanidad.
Estoy a vuestro lado, camino con vosotros hacia la creación nueva, y os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”.