Mensaje de la Madre de la Humanidad del 13 de Febrero de 2018 a Stefania Caterina

Mis  queridos hijos;

Hoy deseo deciros QUE LA VIDA EN DIOS ES UNA VIDA DE AMOR Y DE COMUNION. Sois fruto del amor y de la comunión entre las Tres Personas de la Santísima Trinidad porque estáis destinados a vivir en el amor y en la comunión entre Dios y entre vosotros.

En el comienzo, Dios Trino y Uno ha creado a los progenitores; no un solo hombre y una sola mujer sino numerosos hombres y mujeres que formaban el primer núcleo de la humanidad. El deseaba que se amasen con verdadero amor y que se trataran los  unos a los otros como hermanos y hermanas hijos del mismo Padre. Los había llamado a vivir como sus hijos amados, colmados de honor y de dignidad, custodios de la creación. Libres e inmortales los progenitores vivían en la presencia de Dios inmersos en una naturaleza bellísima y amiga del hombre.

Lucifer, principio de todo mal, envidioso de la gracia que había  perdido, rebelándose al Creador  se había insinuado entre Dios y aquellos primeros hombres para seducirlos y corromperlos. Les había prometido a los progenitores hacerlos más poderosos que Dios y una buena parte de ellos se dejo engañar rebelándose a Dios. Esto es el  pecado original cometido al inicio de la vida humana.  El pecado se infiltró en la creación generando muerte, sufrimientos y enfermedades. El pecado original corrompió también la naturaleza y distanció entre sí  las constelaciones y los planetas.

No todos los progenitores se rebelaron al Creador y muchos de ellos no cometieron nunca el pecado original.  Permanecieron fieles a Dios y a sus leyes. De ellos nacieron otras humanidades libres y evolucionadas que se mueven en el universo al servicio de los hijos de Dios y de los hermanos más débiles.

Los  progenitores de vuestra humanidad, en cambio, se rebelaron  contra Dios, hasta realizar una verdadera alianza con Lucifer. Vuestra humanidad se volvió débil, corrupta y enemiga de Dios.

Después de la muerte la consecuencia más grave del pecado original ha sido la división entre los hijos de Dios. Todavía hoy  los hombres  están dispersos en la inmensidad del universo y viven en condiciones muy diversas: algunos sobre planetas separados por distancias inconmensurables, otros, en planetas en conflicto entre ellos, otros aislados  y en el desconocimiento, como vosotros, de la existencia de otros hermanos en el universo. Solamente las humanidades que permanecieron fieles a Dios conservaron la comunión entre ellas y viven en planetas vecinos  y accesibles .Mi Hijo Jesús fue enviado por el Padre, con la potencia del Espíritu Santo, sobre la Tierra, el planeta más alejado de Dios, para reparar el pecado de tantos progenitores y restablecer la alianza con el Creador. Se cargó el  pecado de los progenitores, la muerte y el sufrimiento fruto de ese pecado y los venció con su Sacrificio y con la total obediencia al Padre. Jesús murió y resucitó en la Tierra por todos los hombres del universo. Ha reabierto el camino hacia Dios y hacia la verdadera comunión  entre todos los hijos de Dios. Cuantos han creído y creen en mi Hijo Jesús están destinados a ser parte de la nueva humanidad. Ella será reunida desde todos los planetas y habitará en la creación nueva hasta el final de los tiempos.

He recorrido brevemente con vosotros la historia de vuestros orígenes para haceros comprender mejor la grandeza de vuestro camino cristiano. La redención operada por Jesús no se limita a la Tierra solamente sino que abraza el universo entero.  Vosotros, por lo tanto, formáis parte de un grandioso plan de amor y de comunión universal. Ese diseño  que el pecado original ha manchado pero no ha destruido. Porque Dios Padre devolverá a sus hijos su originaria belleza y su dignidad, por medio de su Hijo Jesucristo y en la  potencia del Espíritu Santo.  Ahora estáis en camino y yo estoy aquí para ayudaros a entender y para caminar con vosotros.

Por esta narración podéis ver cómo el pecado original ha destrozado la comunión fraternal entre los primeros hombres. Estoy también vale para vosotros hoy: los pecados que cometéis en vuestras vidas os alejan de Dios y rompen los lazos de amor con los demás hombres. Si hijos míos, el pecado  es rebelión a Dios y a sus leyes. Eso trae siempre consigo las amargas consecuencias del egoísmo de la indiferencia y del odio que socaban separaciones profundas entre los seres humanos. El pecado es el principio de toda corrupción y es la linfa  que alimenta la muerte física o existencial. La Tierra está llena de pecados, por eso los hombres se odian cada vez más.

¡Guardaos del pecado, hijos!  No os rebeléis a Dios y vivid en paz entre vosotros. Si amáis a Dios y ponéis vuestra vida en sus manos conoceréis su voluntad. Si hacéis su voluntad estaréis al resguardo del Maligno  y de sus engaños  que seducen al mundo.

Levantad la vista, hijos, y pensad cuántos hermanos y hermanas viven en el universo. Sentíos en comunión con ellos. Tenéis hermanos fieles a Dios puros y poderosos que os aman inmensamente; ruegan por vosotros y esperan encontraros cuando Dios lo disponga. Tenéis hermanos que sufren como vosotros y como vosotros  creen y esperan en Él;  unid vuestras plegarias y vuestros sacrificios a los suyos y elevad con ellos a Dios vuestros sufrimientos.

Sabed que Dios está llamando a sus hijos en este  tiempo para formar la humanidad nueva y que ya hay en el universo un pueblo que vive según las leyes de Dios. El crece siempre más. Uníos a este pueblo y sentiréis la grandeza de la comunión universal. No importa si no podéis por ahora ver y conocer algunas cosas, porque Dios os ha regalado el Espíritu Santo que actúa en vosotros y os hará conocer aquello que os sirve. Vuestro Espíritu es inteligente y tiene una vista muy superior a la de los telescopios. Vuestra vista interior se agudiza por la fe; quien cree ve aquello  que otros no ven. Por eso no hagáis como los hombres faltos de fe que quieren entender todo antes de creer y no llegan a nada. Creed y comprenderéis.

Estoy cerca para ayudaros a entender lo que os ocurre. Tened fe en Dios y en mi amor de Madre. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

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