Mis queridos hijos:
Hoy deseo deciros que LA VIDA NACE EN EL MOMENTO DE LA CONCEPCIÓN, cuando Dios os crea. Aquí comienza el misterio maravilloso de la vida. A los ojos de Dios sois ya criaturas completas desde el primer instante en que comenzáis a desarrollaros en el seno materno. Vuestro cuerpo debe seguir las etapas del crecimiento pero el espíritu y el alma son eternos y funcionan al instante. Si así no fuese el embrión sería solo un grumo de carne, como muchos de vosotros quizá piensan; y de aquí nace el grave pecado del aborto. Se engañan, porque consideran que un hombre es verdaderamente tal solamente cuando está en condiciones de pensar con su propio cerebro. El cerebro es sin embargo sólo un órgano que tiene necesidad de tiempo para desarrollarse; vuestro pensamiento, en cambio, es formado en el espíritu y en alma desde el primer instante de la vida, y espera, solamente ser manifestado al exterior. Esto sucede no bien vuestro cerebro se ha desarrollado y está en condiciones de recibir los impulsos que le transmite el alma, la cual a su vez los recibe del espíritu. Os he explicado que en el espíritu del hombre actúa el Espíritu Santo que os mantiene en vida físicamente y espiritualmente. Desde el momento de la concepción y por toda la duración de la existencia humana el Espíritu Santo os transmite la vida, mediante sus impulsos. Ellos contienen todas las informaciones, genéticas, biológicas, químicas para el funcionamiento del cuerpo; os transmite también EL AMOR, LA INTELIGENCIA, Y LA FUERZA de Dios, que hacen de vosotros criaturas capaces de vivir y actuar a imagen y semejanza de Dios.
Los científicos de la Tierra no os han explicado nunca esto porque ellos no lo conocen ni lo comprenden.
Su ciencia se basa sobre la observación de fenómenos físicos, sobre las cuales fabrican hipótesis, teorías y leyes. Para ellos, lo que no puede ser demostrado no existe. Entonces la vida del hombre resulta un fenómeno para observar y no un misterio para explorar a la luz de la fe. Es verdad que la vida también está hecha de leyes físicas y de fenómenos para observarse, pero la vida no está toda ahí: más allá del fenómeno físico existe la inmensa dimensión del espíritu donde operan las leyes espirituales que gobiernan la creación entera y determinan los fenómenos. Si no se comprende esto no se llega nunca a descubrir las verdaderas causas que están en el origen de todo evento físico y espiritual. Esta es la razón por la cual los médicos y científicos de la Tierra no logran resolver ni a sanar muchos problemas y patologías de esta humanidad: la mayor parte de ellos no acepta el misterio de la creación y la existencia de Dios Creador. No conoce las leyes del espíritu y esto cierra sus ojos al espacio del misterio, porque Dios concede su sabiduría a los humildes y a cuantos lo buscan. Sin Él la sabiduría queda humana, parcial y limitada. Si la ciencia pidiese ayuda a Dios podría resolver muchos problemas.
Os he dicho que comenzáis a pensar desde el momento de la concepción. Por lo tanto estáis entonces en condiciones de elegir: apenas creados estáis cara a cara con Dios Trino y Uno, vuestro Creador. Él os pide elegir entre amarlo y servirlo a Él o a Lucifer. Si queréis vivir una vida ofrecida a Él o una vida egoísta: si aceptáis o no a Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador. Este es el momento más solemne y decisivo de vuestra existencia, comparable solamente con el que viviréis después de la muerte cuando os encontraréis una vez más cara a cara con Dios, esta vez para rendir cuenta del regalo de la vida y de cómo lo habéis utilizado.
¿Por qué Dios os pide elegir en el momento de la creación? Porque así lo hizo con vuestros progenitores, y así lo hace con cada hombre, dándole a cada uno la posibilidad de ejercer su libertad cuando todavía no ha sido influenciado por las experiencias de la vida. Dios no crea pecadores sino hombres libres; el pecado es siempre una elección de cada uno. ¿Por qué se os pide elegir a Jesucristo? Porque solo a través de Él conocéis al Padre, recibís al Espíritu Santo, y sois liberados del poder del demonio.
Si en el momento de la concepción el hombre elige a Dios, recibe una misión que se realizará a los largo de la existencia terrena; si elige a Lucifer, su vida estará orientada hacia el mal. Si no elige ni a Dios ni a Lucifer, como sucede a menudo, su vida será incierta y vacilante. En todos los casos el hombre será libre de cambiar sus elecciones durante la vida, porque siempre es libre. Dios no abandona a nadie y todos les ofrece la luz para entender, a través de las experiencias y las pruebas de la vida, cómo corregir las elecciones equivocadas. Vuestro Creador no cesa nunca de indicaros el camino correcto, y lo hace de muchas maneras. Perdona a todo el que se arrepiente y quiere cambiar de vida. En Dios hay siempre esperanzas para todos, aún para el pecador más grande. No lo olvidéis nunca.
La vida sobre la Tierra pone a prueba vuestras elecciones; por eso no basta el sí a Dios en el momento de la concepción para ser santos a sus ojos; es necesario renovar aquél sí cada día y en plena libertad. Las pruebas pueden reforzar vuestro sí inicial, pero también debilitarlo, si no sois perseverantes en la fe. Por eso Jesús ha dicho que es necesario orar siempre para no caer en la tentación.(1)
De la elección en el momento de la concepción derivan importantes consecuencias para el hombre. La primera y la más inmediata entre todas, su posición en el universo, o sea la pertenencia a una u otra humanidad. De la elección inicial dependen también el recuerdo de Dios y la búsqueda de la verdad, la capacidad para enfrentar las pruebas de la vida; la profundidad del pensamiento; el logro de la plena identidad y de la autonomía; el desarrollo humano y espiritual; la felicidad. Son aspectos delicados y profundos que deseo explicaros poco a poco, para que los comprendáis bien, porque son importantes para vuestra vida.
Os preguntaréis por qué no recordáis vuestra elección en el momento de la concepción. Porque Dios no ha querido condicionar vuestra libertad, o que os tornéis fatalistas o que os culpabilicéis por la elección hecha. No obstante que la elección inicial sea fundamental para la orientación de vuestra vida, eso no significa que seáis para siempre esclavos de esa elección. Dios os ha creado para la libertad y la vida en Dios no es nunca estática, está en continua evolución, es fuertemente dinámica.
Por ahora me detengo aquí y os invito y os invito a reflexionar sobre vuestra vida y sobre vuestra conducta. No es importante saber cuál ha sido vuestra elección en el momento de la concepción; es importante aquello que decidís hoy para cambiar nuestra vida para mejor. Hijitos, aceptad la ayuda de Dios, haced que sea Él quien os ayude. Acoged a mi Hijo Jesucristo muerto y resucitado para redimiros de vuestros pecados. Comenzad con Él una vida nueva, al reparo del maligno que quiere degradar y hacer infeliz vuestra existencia.
Estoy siempre con vosotros y os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
- 26; Mc.14. 38