Mis queridos hijos:
“Hoy deseo deciros que vuestra vida está modelada por vuestro pensamiento. Día tras día, año tras año el pensamiento dirige vuestra existencia, porque es con el pensamiento que comprendéis el sentido de la vida, de las experiencias y de los sentimientos. No me refiero a la cantidad de pensamientos que van y vienen en vuestra mente, sino del pensamiento con mayúscula, aquel que nace en la profundidad de vuestro espíritu. Este pensamiento determina en vosotros la disposición fundamental con la que os ponéis frente a Dios, a vosotros mismos y a los demás. De esta disposición brota la dirección de vuestra existencia.
En el momento en que Dios os crea imprime en vosotros la gran vibración de la vida que contiene también la capacidad de pensar. No olvidéis que estáis creados a la imagen y semejanza de Dios: así como Dios piensa y con el pensamiento gobierna el universo así también vosotros pensáis y con el pensamiento gobernáis vuestra vida.
Ya nos he hablado de vuestra elección en el momento de la concepción. Si en aquel momento habéis elegido amar y servir a Dios, vuestro pensamiento será profundo; si no habéis elegido nada, permaneciendo indecisos vuestro pensamiento será débil y superficial; finalmente, si habéis rechazado a Dios eligiendo el mal vuestro pensamiento será destructivo para vosotros y para los demás.
Esto sucede porque la profundidad de vuestro pensamiento es proporcional a la profundidad de vuestra relación con Dios: el pensamiento profundo es aquel que se enraíza en la profundidad de la fe. Si estáis unidos al Padre por medio de mi Hijo Jesús, el Espíritu Santo actúa en vosotros y os comunica un modo de pensar totalmente nuevo. Es decir, os enseña a pensar según las leyes divinas, en armonía con las enseñanzas del Evangelio, y esto cambia vuestra vida. Aprendéis a afrontar las situaciones y las pruebas con la inteligencia divina que pertenece a los verdaderos hijos de Dios.
A través de las experiencias de la vida terrenal podéis confirmar o modificar la elección hecha en el momento de la concepción porque sois libres. Cada día sois llamados a elegir entre el bien y el mal, entre la verdad de Dios y las mentiras de Lucifer y del mundo. Es un desafío constante que os ayuda a crecer y es el pensamiento que os orienta en las elecciones. Si estáis unidos a la Santísima Trinidad tendréis un pensamiento elevado, fuerte, dinámico, continuamente alimentado y reforzado por la acción de la gracia. En caso contrario estaréis perdidos y carentes de la verdadera sabiduría.
Hijos míos, la mayor parte de los hombres de la Tierra está alejada de Dios. El pensamiento de los hombres se forma sobre la base de los impulsos que le llegan del exterior, esto es del pensamiento dominante en el mundo. El hombre resulta incapaz de acoger los impulsos divinos en su espíritu, se atiene a las modas, a las opiniones de los demás, sigue el ejemplo de tantos ídolos presentes en el mundo. Así el pensamiento de la humanidad es superficial, débil y corrupto; y los resultados los tenéis a la vista. Los jóvenes son los que mayormente sufren porque se dejan atraer más fácilmente por el pensamiento del mundo y no logran enderezar su vida porque están carentes de un pensamiento constructivo.
Muchos creen que poseen un pensamiento elevado porque entienden las cosas racionalmente, porque han estudiado mucho, porque son astutos y han alcanzado el éxito. Confunden el pensamiento con la racionalidad, con la lógica humana, con la ciencia humana. El pensamiento del que os hablo, en cambio, no tiene nada que ver con la ciencia humana. Él deriva de la acción del Espíritu Santo que incesantemente regala sus impulsos a vuestro espíritu, quien los transmite al alma, la que con su intelecto los elabora y los transmite al cerebro. Cuanto más íntegros sois y más entregados a Dios, más en condiciones estáis de recibir los impulsos del Espíritu Santo, de comprenderlos y de ponerlos en práctica. Así vuestra vida está guiada por Dios y orientada al bien; vuestro pensamiento es positivo y concreto, y vosotros difundís paz y armonía en vuestro entorno y resultáis una ayuda para os demás.
Os pido, hijos míos, que entreguéis vuestra vida a la Santísima Trinidad a través de mi Corazón. Yo puedo ayudaros a alcanzar un pensamiento elevado, porque soy vuestra Madre y deseo para vosotros sólo el bien. Dejaos guiar por Mí y yo os conduciré al Corazón de mi Hijo donde está guardada la verdadera sabiduría, porque Él es la Sabiduría de Dios que se hizo carne por vosotros.
Estoy a vuestro lado en el camino de la vida y os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.