5 de Enero de 2021- VIGILIA DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR
Mensaje de Jesús: EN MI NOMBRE VENCERÉIS
“Queridos hijos:
Hace pocos días ha comenzado el año 2021 y Yo vengo a recordaros cuanto ya os he dicho: ha llegado el tiempo de mi VENIDA INTERMEDIA en medio de mi pueblo, en la potencia del Espíritu Santo. Mañana celebraréis la Epifanía, es decir mi manifestación al Universo entero. Y es justamente en esta vigilia que deseo manifestarme a vosotros, mi Iglesia de todo el Universo presente en esta Tierra.
Hoy me hago presente entre vosotros para iniciar un camino intenso de evangelización, conversión y sanación de la Tierra. Corresponde a vosotros, hijos de esta humanidad, evangelizar vuestro planeta. La evangelización trae consigo siempre la conversión y la sanación de los individuos y de los pueblos enteros.
La misión que he confiado a mis doce Apóstoles es la misma, ahora que entonces, y corresponde a vosotros y a la Iglesia predicar el reino de Dios, sanar a los enfermos en el cuerpo y en el alma, perdonar a los pecadores y ayudarlos a convertirse y arrojar a los demonios.
La Iglesia tiene urgente necesidad de ser evangelizada. No obstante los esfuerzos de muchos santos a lo largo de la historia no se ha convertido y continúa rechazándome con obstinación. Las distintas confesiones cristianas no han cambiado a esta humanidad. Prédicas y sermones, documentos e iniciativas de todo género han dejado indiferente a la mayor parte de la humanidad.
Hoy, el cristianismo de la Tierra se presenta sobre todo como una gigantesca asociación humanitaria, que socorre a los hombres en sus necesidades materiales, más que en las espirituales. La caridad es necesaria y laudable, pero no puede por sí sola representar la misión total de la Iglesia. Desde hace tiempo ya, muchos cristianos han dejado de hablar de mí como Hijo de Dios, Único Señor y Salvador. En nombre del diálogo, se prefiere hablar del Dios católico, un dios entre los demás dioses. Falta un camino de conocimiento y de conversión, y nada cambia en el corazón de los hombres.
A esto se añade la ausencia de proclamación de la vida en el Universo por parte de todas la confesiones cristianas, y sobre todo el rechazo por parte de las mismas de reconocer la presencia y la obra de mi Iglesia en todo el Universo. Todo esto ha llevado a un empobrecimiento de la acción de los cristianos. Su testimonio no deja un signo profundo, con los resultados que estáis viendo.
Por esto era necesario el camino de este pueblo que ha decidido acoger la presencia de otros hermanos del Universo y formar con ellos una sola Iglesia. No una Iglesia nueva sino la única Iglesia:
- Formada por Mí sobre la Tierra
- Fundada sobre el testimonio de los Apóstoles
- Bañada por la sangre de los mártires
- Edificada por la palabra de los Profetas
- Fortalecida por la vida y la obra de los santos de todos los tiempos y de todos los planetas.
Esta Iglesia que existe desde siempre en la Tierra ha sido sofocada y arrinconada, limitada en su accionar por jerarquías y mecanismos de poder, que nada tienen que ver con la fe en Mí; aun cuando se hayan amamantado de mi autoridad. Ahora mi verdadera Iglesia debe surgir en su poder, en la Tierra y en el Universo entero. Por esto vengo en medio de vosotros, para llenaros de mi gracia. Así os prepararé a mi venida gloriosa, última y definitiva sobre la Tierra, en la cual me manifestaré a toda la humanidad del Universo y la juzgaré con el poder que he recibido de mi Padre.[1]
Mi presencia entre vosotros será silenciosa y escondida a los ojos del mundo, tal como sucedió en mi primera venida a la Tierra. También entonces, durante los años de mi preparación para la vida pública permanecí en silencio; pero mi presencia y mi plegaria preparaban los corazones y los acontecimientos.
Desde ahora hasta mi venida gloriosa estaré en mi pueblo de todo el Universo; de forma invisible a los ojos de cuantos me rechazan, durante todo el tiempo que el Padre quiera. Seréis vosotros, mi pueblo, los que manifestaréis mi poder y testificaréis mi presencia en medio de vosotros. Yo actuaré en la profundidad de vuestro espíritu y vosotros llevaréis al exterior los frutos de vuestra unión conmigo. Los signos y los milagros acompañarán vuestra misión porque yo seré quien trabaja junto a vosotros. Os pido que seáis dóciles y obedientes a mi autoridad para que yo pueda disponer de vosotros,
Utilizad mi Nombre para pedir y para dar. El poder de mi Nombre abre las puertas a los verdaderos milagros y lo que parece que es imposible resulta posible. Deseo que de ahora en adelante pidáis todas las cosas en mi Nombre.
Antes de toda plegaria, individual o comunitaria, y antes de toda celebración;
- Invocad al Espíritu Santo, para que os ayude a pedir aquello que es conforme con los deseos de Dios. El conoce vuestros deseos y los del pueblo, pero conoce también los deseos de Dios y no permitirá que pidáis cosas que no están de acuerdo con Dios.[2]
- Después consagraos a mi Madre, la Esposa del Espíritu Santo, para que todo vuestro pedido sea filtrado a través de sus intenciones purísimas. Ella elevará a Dios sólo los pedidos dignos de ser acogidos.
- Al final pedid al Padre que os escuche en mi Nombre. Yo estaré delante de El para pedirle que atienda vuestras plegarias cuando sean justas y necesarias para vuestro bien y el de aquellos por los cuales rezáis.[3]
Muchas veces Mi Nombre ha sido utilizado no siempre para el bien. Muchos poderosos de la Tierra y muchos representantes de confesiones cristianas han utilizado mi Nombre para obtener consensos y cubrir sus infidelidades. No pocas veces mi Nombre ha sido utilizado para justificar verdaderos delitos. Ya es tiempo que mi Nombre sea utilizado por un pueblo fiel, por mi verdadera Iglesia de todo el Universo. No permitiré más que mi Nombre sea profanado por hombres ávidos de poder y de gloria, ni que sea invocado en fiestas y celebraciones superficiales y llenas del espíritu del mundo. Como está escrito: “no puedo soportar delito y fiesta”.[4]
A vosotros en cambio os pido que invoquéis con fe mi Nombre. Con mi Nombre venceréis la hostilidad del mundo y el odio del enemigo. Y Yo estaré siempre a vuestro lado, si me invocáis con un corazón puro y con el deseo sincero a ayudaros a vosotros mismos y a vuestros hermanos a progresar en el camino de la santidad.
Pero os digo que prestéis atención, porque el tiempo que se abre ante vosotros es el tiempo del gran engañador Lucifer engañará a muchos y ofuscará los pensamientos de los hombres, para llevarlos a la perdición. Buscará también de utilizar mi Nombre para seduciros, pero no lo logrará. Si sois fieles a mí y a cuanto os he indicado, no podréis ser engañados: la Luz del Espíritu Santo estará en vosotros y el Corazón de mi Madre vigilará vuestro camino. Nadie podrá seduciros porque Yo estaré en medio de vosotros como Camino, Verdad y Vida.[5]
Manteneos unidos a Dios y a todos los instrumentos extraordinarios que no dejarán de protegeros y ayudaros en vuestra gran obra de evangelización de la Tierra. Los siete grandes Arcángeles, con san Miguel a la cabeza abrirán todos los caminos que habréis de recorrer. No temáis e id en mi Nombre a llevar la salvación a cuantos la desee, a despertad las conciencias dormidas y a dar alivio al que sufre. Manifestad el poder y la obra de mi Iglesia de todo el Universo
Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
[1] Jn 5, 26-27
[2] Rm 8, 26-27; 1Cor 2, 9-16
[3] Jn16, 24-28
[4] Is 1, 12-13
[5] Jn 14, 5-7