LA MISERICORDIA ES VERDAD

10 de abril de 2021 – Vigilia del Domingo de la Divina Misericordia

Mensaje de Jesús

Vivid en la verdad y haced viva y actual mi obra de Redención, volviéndoos a la vez en corredentores. No llegaréis a esto si no aceptáis sumergiros en mi Sacrificio por medio de mi Madre. Recordad bien que no seréis nunca corredentores sin la obra de mi Corredentora. Ser corredentor no es una simple afirmación sino la misión de cada uno de vosotros y de mi Iglesia de todo el Universo. Esto es lo que hace de vosotros mis verdaderos discípulos misericordiosos y justos, portadores de la vida hasta los confines extremos del Universo.

“Queridísimos hijos:

Después de la Celebración de la Pascua os preparáis a celebrar el domingo de la Divina Misericordia, y es lo justo. En efecto, después de mi muerte y resurrección me aparecí a mis apóstoles y a mis discípulos para llevarles a ellos el fruto de mi Pasión y de mi Resurrección, o sea la Misericordia. Solo aceptando morir y resucitar por vosotros os he obtenido misericordia.

Esto vale para todos vosotros. Si no aceptáis entrar plenamente en mi Sacrificio por medio de mi Madre Corredentora, no podréis ni obtener y otorgar misericordia. No es suficiente hablar de la Misericordia, invocarla de forma superficial y considerar que os sea debida en virtud de solo mi Sacrificio. Esto no basta: es necesario también vuestra participación libre y sincera en mi obra de Redentor, que os vuelve corredentores, merecedores de misericordia y dispensadores de la misma.

Sin vuestra participación en mi muerte y resurrección la misericordia queda como un concepto abstracto, inconsistente, falto de fuerza. Si en cambio aceptáis ser sumergidos mediante la Corredentora en mi pasión, podéis llegar a la resurrección, para vivir una vida nueva, como resucitados. Entonces nace en vosotros como fruto la misericordia, porque el Padre ve renovarse en cada uno de vosotros y en el pueblo mi pasaje victorioso de la muerte a la vida. Así os concede misericordia, y a través de vosotros a cuantos desean ser perdonados y convertirse, pasando a su vez, de la muerte a la vida.

Muchos cristianos de la Tierra han olvidado ser corderitos que se inmolan junto a mí, Verdadero Cordero Pascual, por la vida del Universo entero. Han perdido el significado de la unión íntima conmigo. Han delegado en mí toda la responsabilidad: consideran que yo ya lo hice todo y que no hay más necesidad de otros sacrificios. Piensan que todo pecado es automáticamente perdonado, sin ninguna otra obligación; que mi misericordia es una esponja que pasa y cancela toda culpa sin distinción. Os digo que no es así. La generosidad de Dios no significa desempeño de parte vuestra: la gratuidad de la gracia divina no os autoriza a ser inoperantes e indiferentes. Sabed que la misericordia es verdad, porque YO SOY LA VERDAD. La verdad pone en claro todas las cosas y escruta vuestra profundidad: hace emerger en vosotros los límites y los pecados y os muestra la verdadera vida, porque YO SOY LA VIDA. Si aceptáis mi verdad y elegís mi vida, uniéndoos plenamente a mi sacrificio por medio de la Corredentora, comienza a actuar en vosotros mi misericordia que os perdona y os indica un nuevo camino que recorrer, porque YO SOY EL CAMINO.

La verdad que habéis acogido os vuelve libre de los condicionamientos del mundo.[1] Os hacen instrumentos de misericordia que liberan a aquella parte de la humanidad deseosa de un verdadero cambio. Así a través de vosotros, la misericordia obra en el mundo; pero sin verdad no hay verdadera misericordia.

Si vivís inmersos en mi muerte y resurrección, resultáis también instrumentos de justicia, no de la justicia humana, sino de la divina: sois una luz que disipa las tinieblas. Así vuestras vidas y vuestras obras adquieren fuerza de la verdad y juzgan la vida y las obras del mundo. Pero sin la verdad no hay verdadera justicia

La Misericordia que celebraréis mañana debe hacerse carne en vosotros. Debe impulsaros a la verdadera y sublime caridad, porque la caridad es misericordia. Quien ha obtenido misericordia no puede no ser misericordioso; no puede permanecer insensible frente a la necesidad de quien tiene hambre, no solo del pan para el cuerpo sino de aquel pan para el espíritu. Espero de este pueblo la generosidad para quien busca la vida. Así como yo he sido generoso con vosotros, así sedlo para con los pobres de Dios, hambrientos y sedientos de misericordia, de justicia y de verdad. El desierto de la Tierra debe florecer por vuestro intermedio.

Vivid en la verdad y haced viva y actual mi obra de Redención, volviéndoos a vez corredentores. No llegaréis a esto si no aceptáis sumergiros en mi Sacrificio por medio de mi Madre. Recordadlo bien que no seréis nunca corredentores sin la obra de la Corredentora. Ser corredentores no es una simple afirmación sino la misión de cada uno de vosotros y de mi Iglesia de todo el Universo. Esto es lo que hará de vosotros mis verdaderos discípulos misericordiosos y justos, portadores de la vida hasta los confines extremos del Universo.

Hijos míos, yo estoy presente en medio de vosotros. Mi VENIDA INTERMEDIA a la Tierra es el regalo del Padre en este tiempo para la humanidad de todo el Universo, y no solo para la vuestra. He venido a liberar a mi Pueblo del miedo y de las dudas que el demonio siembra a manos llenas. La humanidad del Bajo Universo está enredada en la telaraña tejida por las fuerzas del Mal y esto es evidente sobre todo en la Tierra. Yo estoy aquí con la potencia del Espíritu Santo para liberaros y fortaleceros, para mostraros el rostro del Padre para que también vosotros lo mostréis a los demás.

Aferrad mis manos y sentidme cerca en cada momento de vuestra vida diaria y en vuestras vidas. Si os abandonáis a mí sin reservas, y me dejáis actuar en vosotros, sentiréis mi presencia. No busquéis sentirme en vuestros razonamientos, en las emociones superficiales, y en los esfuerzos humanos. No os canséis llamándome con plegarias vacías sino dejáos formar por el Espíritu Santo. El os transmitirá la vibración de mi presencia, sutil, pero siempre más poderosa de día en día . Os envolverá con el fuego de mi amor y seréis instrumentos adaptados para este tiempo.

Sed dóciles, humildes como mi Madre, pero conscientes de mi presencia en vosotros y entre vosotros. Sed mi pueblo santo, llevad a la humanidad sufriente misericordia y justicia viviendo siempre en la verdad.

Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”

[1] Cfr. Jn 8,32