5 de Junio 2021, Vigilia de la Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Mensaje del Padre
“Los pueblos del Espíritu”
La comunión entre los miembros de mi única y verdadera Iglesia de todo el Universo está destinada a crecer y a ser cada vez más visible. Estáis llamados a sentiros en comunión con todos vuestros hermanos. Cuando entre vosotros os buscáis y os encontráis – físicamente, en espíritu o con los medios que hoy os ofrece la tecnología – se crea entre vosotros una dimensión espiritual que defino como “una villa del espíritu”, un lugar de encuentro espiritual donde circula el amor trinitario que os une los unos a los otros. No es una imagen de fantasía, porque la realidad del espíritu no son imágenes virtuales, sino realidades concretas, que dan frutos también concretos para aquellos que creen.
“Queridos hijos:
Vengo a vosotros en la vigilia de esta gran solemnidad en la que veneráis el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo Jesucristo. Vosotros no estáis todavía conscientes de la grandeza de la Eucaristía, presencia viva de Jesús en medio de vosotros. Es un tesoro que os ha sido confiado y que brota de mi amor por vosotros, del sacrificio de mi Hijo y de la acción del Espíritu Santo. Sin la presencia Eucarística de Jesús la Tierra no habría podido resistir la obra incesante y perversa de Lucifer y sus secuaces, que operan en la Tierra desde siempre.
La Hostia que recibís durante la Celebración Eucarística no es un símbolo ni un recuerdo: es una realidad grandiosa y tremenda, porque encierra en sí el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. Tiene en sí la potencia trinitaria y la energía primaria que necesitáis para vivir. Cada vez que recibís el Cuerpo y la Sangre de Jesús se os da lo que necesitáis en ese preciso momento, en ese punto del camino en el que os encontráis: como el Maná en el desierto que llegaba día a día, y según la medida adaptada a cada uno.
El Pan del Cielo que mi Hijo os da es el verdadero alimento para el espíritu, el alma y el cuerpo, porque la energía primaria que contiene en sí sostiene vuestra vida espiritual y física, refuerza el espíritu y el alma y sana el cuerpo, como bien lo sabían los primeros cristianos, que se sanaban de sus enfermedades simplemente mirando el Santísimo Sacramento. Sin embargo, a lo largo de los milenios el amor por Jesús Eucarístico se ha enfriado mucho entre los cristianos de la Tierra, muchos de los cuales ya ni siquiera creen en la Presencia de Jesús en la Eucaristía. A esto se añade la frialdad de muchos sacerdotes y la participación distraída de buena parte del pueblo. Todo esto ha transformado progresivamente la Celebración Eucarística de memorial en rito, generando hábitos y acostumbramiento. Por eso muchos cristianos se sienten disgusto durante ciertas celebraciones Eucarísticas áridas y apresuradas y advierten un sentido de vacío y muchos de ellos no frecuentan más las Iglesias.
Ahora es el tiempo en que la Iglesia de todo el Universo, presente sobre la Tierra testimonie que el centro de su vida y de su obra es la presencia Eucarística de Jesús. Esta presencia no es distinta de Aquella en carne y hueso que se manifiesta sobre los planetas fieles, cuando Jesús los visita.
Deseo que entréis cada vez más en comunión con Jesús, a través de su presencia Eucarística y honréis y veneréis su Cuerpo y su Sangre aunque no tengáis todos la posibilidad de participar cada día en la Celebración eucarística por diversos motivos, o porque no sois bienvenidos en las iglesias católicas, por seguir este camino.
No obstante todas estas dificultades, sabed que no estaréis privados de la gracia. He enviado a la Tierra una vez más a Jesús en su VENIDA INTERMEDIA, para que actúe, en la potencia del Espíritu Santo, para nutrir y reforzar a todos aquellos que desean sinceramente pertenecer a la Santísima Trinidad. El poder de esta acción opera en cada momento y lugar donde estéis. Por vuestra parte, debéis estar dispuestos a vivir según lo que aprendisteis en estos años: íntegros, entregados a Dios, en comunión con la Iglesia de todo el Universo, a través del Corazón Inmaculado de María; dispuestos a renovar cada día vuestra adhesión al camino y a los programas de la Iglesia de todo el Universo y para todos aquellos de esta Tierra que no pueden participar físicamente en la Celebración Eucarística.
Además de todo esto existe otro medio muy importante que eleva y refuerza vuestra vida cristiana: la comunión fraterna, que es un estado de gracia y la manifestación más sublime del pueblo cristiano. Ella abarca: la comunión con los hermanos del Universo que no veis pero que existen y que un día encontraréis; la comunión con los hermanos de la Tierra que comparten el camino y los programas de la Iglesia de todo el Universo; la comunión con todos los hombres de buena voluntad, que todavía no forman parte de esta Iglesia pero que están en camino y están siendo ayudados.
La comunión cristiana, la verdadera de que os hablo, no nace de una voluntad humana, sino que es un regalo mío, y es fruto del Sacrificio de Jesús, de la acción incesante del Espíritu Santo y de la obra de María Corredentora que ruega por vosotros y se ofrece, postrada delante del altar del Cielo. A esto se une vuestro sí a Dios, personal y comunitario, que os permite acoger el regalo de la comunión fraterna y de hacerlo crecer siempre más entre vosotros.
Vuestro sí renovado cada día, refuerza el vínculo fraterno que os une y os hace testigos de Cristo que ha querido hacerse vuestro hermano y os ha llamado a amaros los unos a los como otros como Él os ha amado. En el amor recíproco crecéis día a día, y os ayudáis mutuamente en el camino, sobre todo cuando este se hace duro y fatigoso. Jesús continúa nutriéndoos con su Cuerpo y con su Sangre para que vuestra comunión sea cada vez más fuerte, porque es en la Celebración Eucarística que se forma la verdadera Iglesia. No en un rito apresurado, sino en un auténtico memorial, que renueva para vosotros, en vosotros y entre vosotros el Sacrificio del Cordero Sacrificado.
La comunión entre los miembros de mi única y verdadera Iglesia de todo el Universo está destinada a crecer y a ser cada vez más visible. Estáis llamados a sentiros en comunión con todos vuestros hermanos. Cuando entre vosotros os buscáis y os encontráis – físicamente, en espíritu o con los medios que hoy os ofrece la tecnología – se crea entre vosotros una dimensión espiritual que defino como “una villa del espíritu”, un lugar de encuentro espiritual donde circula el amor trinitario que os une los unos a los otros. No es una imagen de fantasía, porque la realidad del espíritu no son imágenes virtuales, sino realidades concretas, que dan frutos también concretos para aquellos que creen.
Os invito a formar estos pueblos del espíritu, donde podréis encontraros en el amor y la oración, aunque no os reunáis frecuentemente, donde estaréis seguros de encontrar hermanos que os aman. El Espíritu Santo os ayudará y os inspirará el modo justo. Jesús os guiará y os acompañará a cada paso.
Pido a los sacerdotes de esta Iglesia que ofrezcan desde el altar, desde ahora estos pueblos del espíritu para que nazcan y se desarrollen según mis deseos, nutridos por el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo, en el poder del Espíritu Santo, por el Corazón Sagrado de María. Pido a todos vosotros que recéis para que estos pueblos del espíritu resulten células pulsantes del Cuerpo Místico que es mi Iglesia de todo el Universo.
Vendrá el tiempo en que estos pueblos del Espíritu serán también pueblos hechos de casas donde habitarán los miembros de mi Iglesia y mostrarán al mundo un nuevo modo de vivir y de habitar. Serán lugares santos, al reparo del mal y de la corrupción del mundo. Llegarán los tiempos en los que será importante para vosotros habitar lo más cercano posible los unos de los otros, para ser viable vuestro camino y más fuerte la comunión. Todo esto, sin embargo, no sucederá mágicamente, ni descenderá del cielo pero será fruto de la oración, de la entrega y de la buena voluntad de un pueblo capaz de vivir según el pensamiento de Cristo.
Poneos, entonces, en camino hacia estos pueblos del espíritu y Yo os ayudaré de todas formas. Es un proyecto grande que es desde siempre mi pensamiento. Para vosotros que habéis acogido y creído en estos programas será la primera prueba de la nueva creación. Es mi promesa.
Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.