ESTAD A LA ALTURA DE VUESTRO DEBER

Queridos hermanos y hermanas:

Os presentamos el mensaje de San Francisco de Asís en el que da testimonio de su vida y nos proporciona criterios nuevos para comprenderla mejor e ilumina el tiempo presente.

Los hombres nos han trasmitido una historia de la vida de San Francisco según sus interpretaciones. Estamos en cambio en el tiempo en el que la Iglesia está descendiendo del Cielo para ayudarnos a entrar en la verdad integral.

Este mensaje se junta a lo que san Francisco nos ha revelado en diversas ocasiones y que hemos reportado en los libros y en otros mensajes[1].

Con los augurios de una buena y fructuosa lectura os bendecimos y acompañamos  como siempre con nuestra plegaria.

4 de Octubre de 2020                                   Stefania Caterina y TomislavVlasic

Mensaje de San Francisco de Asís – ESTAD A LA ALTURA DE VUESTRO DEBER.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: ¡la paz esté con vosotros! como un padre y un hermano deseo acompañaros a la nueva creación. Se os ha dicho que vuestro camino es mariano y franciscano; y estos dos aspectos son inseparables[2].

El amor a la Madre de Dios ha orientado todo mi camino. Estaba totalmente inmerso en el Corazón Inmaculado de María.

Ningún camino espiritual puede nacer del querer de un hombre, por más virtuoso que sea, pero es siempre una iniciativa de Dios que llama y el hombre responde. Sin embargo la debilidad del hombre lo vuelve a menudo incierto y temeroso en la respuesta; y es entonces que actúa la Madre Celeste. Su amor puro e inmaculado envuelve a cuantos han sido elegidos por Dios y los ayuda a responder: su mano los sostiene y les indica los pasos justos; intercede, conforta, entusiasma, bendice. Toda vocación auténtica nace de la llamada de Dios y del seno de la Madre, se encarna en aquellos que responden y resulta una obra de Dios, visible a los ojos del hombre.

Así nació el Franciscanismo: de la llamada de Dios, del Corazón de María Santísima y de mi respuesta. Era el más pequeño entre los hombres, no tenía ningún mérito pero Dios me ha llamado y yo le he permitido cambiar mi pensamiento y mi vida. Esta ha sido mi conversión.

Después de mi conversión he pasado mucho tiempo en la soledad y en la plegaria para comprender cuál era la voluntad de Dios. Ningún camino de cuantos ya existían me parecía adecuado para mí: no pretendía ser ni sacerdote ni monje; mucho menos fundar una nueva orden religiosa. Quería solo pertenecer a Cristo, por medio de la Madre de Dios, viviendo una vida simple de hijo de Dios según el Evangelio, en armonía con la creación. No era ningún soñador extraordinario, como muchos pensaban; por el contrario deseaba ser un hombre concreto, capaz de realizar su vocación. Intuía que tenía que abrir un camino nuevo, simple y exigente al mismo tiempo. El Señor me salió al encuentro mostrándome su voluntad. En este tiempo de soledad fui visitado por los Arcángeles, especialmente por San Miguel, de quien he recibido grandes revelaciones sobre la vida del Universo y sobre la misión de la Iglesia. He sabido así que tenía hermanos sobre otros planetas. Creí en su existencia, los acogí en mi corazón y los amé.

Después de estas explicaciones recibidas de los Arcángeles, fui visitado por hermanos del Universo fieles a Dios, ya sea físicamente o en el espíritu. Me explicaron tantas cosas sobre su vida, sobre su servicio a Dios, su relación con criaturas diferentes del hombre. Mi comunión con ellos duró durante toda mi vida terrenal y ha sido para mí una fuente de alegría indecible además de progreso espiritual. Sobre todo esto no he hablado nunca nada con nadie, ni siquiera con mis hermanos. Esperaba que los tiempos madurasen para revelar todo esto.

Para ayudarme en el camino Dios me puso al lado a una mujer extraordinaria: Santa Clara, con la que compartía todas las cosas. También ella fue visitada e instruida como yo, porque juntos debíamos cumplir la obra de proclamar a la Iglesia, sobre la base de las revelaciones recibidas, el gran plan preestablecido por Dios desde la eternidad: recapitular en Cristo el Universo entero, un plan que vosotros conocéis bien.

Para realizar todo esto el Señor deseaba crear, a través de nosotros dos, una gran familia espiritual, humilde pero poderosa en el espíritu, compuesta de hermanos y hermanas, que habrían debido vivir juntos, para recrear la armonía perdida entre el hombre y la mujer, para ser una levadura nueva en la cristiandad. Habrían ayudado a la Iglesia de la Tierra a abrirse a las realidades del Universo y a aceptar la presencia de otros hermanos. Para esto servían las revelaciones que habíamos recibido.

La familia franciscana era el instrumento elegido por Dios para aquel tiempo al servicio de la Iglesia. Sin embargo, ni la humanidad de ahora ni la Iglesia están preparadas para acoger el Franciscanismo tal como era en el pensamiento divino. Clara y yo lo entendimos desde un principio. Con dolor aceptamos ser alejados uno del otro. De esta forma, a pesar de la santidad de tantos franciscanos y franciscanas a lo largo de los siglos, el Franciscanismo no ha podido expresar toda su enorme potencialidad y se ha adaptado a la realidad de la Tierra. No digo esto para criticar, porque mucho ha sido hecho por el Franciscanismo pero también es mucho lo que quedó oculto.

El Señor comprendió mi dolor y el de Clara, un dolor grande que le ofrecimos a Dios. Y Él en su bondad nos ha prometido que nuestro ofrecimiento abriría el camino para generaciones futuras, que un día habrían entendido y acogido del plan de Dios de recapitular en Cristo toda la creación.

Hoy ha llegado el tiempo en el que un pueblo inmenso ha sido recogido por Dios desde todas las partes del Universo para formar la única Iglesia de Jesucristo, fundada sobre la Tierra, pero viva y operante en todo el Universo. También vosotros formáis parte y deseáis manifestar sobre la Tierra el rostro de esta Iglesia y anunciar los planes de Dios. También por vosotros he rogado y sufrido, junto a Clara y es por esto que somos para vosotros un padre y una madre.

La historia de la salvación ha visto un continuo pasar de testimonios de una generación a otra, de un pueblo a otro, pero el plan de Dios Padre ha permanecido igual: atraer a sí a todos los hombres y a todas las criaturas, a través de Jesucristo, en el Espíritu Santo, para llevar a la creación entera a la armonía con su Creador

Queridos hermanos e hijos, sed conscientes que vivís en un tiempo extraordinario en el que Dios lleva a su cumplimiento su plan de amor y de salvación. Lucifer, homicida y usurpador ha corrompido parte de la humanidad y profanado la creación. Ahora debe ser echado fuera y arrojado a la tinieblas que ha elegido: “ahí donde hay llanto y estridor de dientes” (Mt 8-12) junto a todos aquellos que lo han adorado y servido.

Vosotros, junto cuantos han comenzado este camino, pertenecéis a la “Iglesia de Jesucristo del Universo”, que es el instrumento último y definitivo elegido por Dios para dar cumplimiento a su obra. Todo lo que quedó inconcluso a lo largo de los siglos será realizado por Dios por medio de su Iglesia de todo el universo.

Recordad que representáis esta Iglesia sobre la Tierra y que debéis estar a la altura de vuestro deber. Permaneced por lo tanto humildes y simples pero decididos. No permitáis que nadie detenga vuestros pasos, pero no tratéis a nadie con rudeza. Mostrad a todos el Rostro misericordioso del Salvador y el amor tierno de su Madre Celeste. Levantad del polvo a la humanidad doliente que busca a Dios, pero no sabe cómo encontrarlo. Con vuestra oración y vuestra entrega ayudáis a los pecadores a arrepentirse, a los enfermos a sanar, a los lisiados a caminar; ¡hay tantos enfermos y lisiados en el espíritu, pobres hijos de Dios a quienes nadie cura![3]

Es tiempo que en todos vosotros el amor de Dios supere el odio del infierno, la vida de Dios expulse la muerte, el bálsamo de la plegaria cure las heridas de la humanidad. Muchos os rechazarán pero muchos os escucharán. Dios espera que su Iglesia florezca en el amor y en las obras. Nadie podrá detener los planes de Dios: todo aquello que intente contrastar a esta Iglesia se pulverizará contra sus muros.

Os recomiendo que cuidéis mucho vuestra disciplina interior y exterior. Que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo de testimonio de la obra de Dios en vosotros y a través de vosotros. Cuidad el cuerpo cuanto el alma y el espíritu.

En mi vida terrenal he descuidado y castigado mi cuerpo, maltratándolo como a un asno. Después he comprendido mi error. El cuerpo de los santos que viven por el Señor, no es un asno sino el templo santo de Dios. Haced de modo que vuestro templo resplandezca. Sed dignos y sobrios en el hablar y en el vestir. Nutrid vuestro cuerpo sin exageraciones pero conscientes de que él es instrumento indispensable para vuestra misión sobre la Tierra.

Dios desea que seáis sanos y felices. No quiere las enfermedades que provienen de la corrupción del hombre alimentada por el maligno. Ocasionalmente el Padre permite la enfermedad como una prueba para fortificar la fe de sus hijos, para corregir la conducta, lo para asociarla al misterio del sufrimiento salvífico del Hijo. Cualquiera que sea la causa de la enfermedad, si la ofrecéis a Dios a través de María Santísima, podréis enfrentarla con la fuerza de la fe. Seréis bienaventurados si sabéis sufrir con Cristo porque seréis instrumentos de salvación.

Sed gentiles y generosos, amigos de Dios y de la humanidad. Entonces el Señor os enviará a cuantos buscan la vida verdadera y la Iglesia crecerá en santidad y justicia.

Huid de la ambición y no busquéis nunca sobresalir. Cada servicio que se os confíe desarrolladlo con amor y seriedad pero sabed que no es lo que hacéis lo que os hace grandes, sino lo que sois a los ojos de Dios el cual mira vuestra humildad. La originalidad y la santidad son lo más importante de todo servicio, porque las obras no son otra cosa que el fruto de vuestro árbol que hunde sus raíces en la santidad de Dios.

Estoy junto a vosotros con Santa Clara. Nuestras oraciones os acompañan siempre. Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.


[1] Reescribir la Historia Vol.I.”En el pensamiento de Dios “ pag116. ”A la nueva creación” vol III. Mensaje del 17 de setiiembre 2012: “El amor puro de Dios”

[2] Mensaje de María Santísima, 14 de agosto 2020 “La Liturgia viviente”

[3] Is 61,1-4; Lc 4,8-21

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