Queridos lectores:
Hemos comenzado el año 2012 en el cual todos deseamos y esperamos realizar los pasos cada vez más decisivos en la fe para estar preparados a participar plenamente en todo aquello que el Señor dispondrá en este año. Como Jesús lo había prometido,(1) el Espíritu Santo ha iniciado su enseñanza con el siguiente mensaje.
Su conversación comienza en un evento fundamental para nosotros: el de nuestra creación. Cuantos de vosotros han leído el libro “Más allá de la gran barrera” ciertamente recordarán el tema tan delicado de la elección en el momento de la concepción,(2) que ahora el Espíritu Santo retoma y profundiza. Se trata de un acontecimiento que puede escapar a nuestra racionalidad, pero que ahonda sus raíces en el misterio más profundo de la vida de Dios. Por eso, podemos mirarlo sólo con los ojos de la fe y con la certeza que el Espíritu Santo nos hará comprender lo que es útil para nosotros, como personas y como pueblo de Dios.
El Espíritu Santo desea mantener un diálogo vivo con nosotros a través de este sitio. Por cuanto me ha explicado no debemos esperarnos mensajes particulares sobre variados temas y con una frecuencia mensual, como ha sido hasta ahora. Se tratará más bien de una conversación sostenida, que seguirá un preciso hilo conductor, y que se articulará en tiempos y modos diferentes, según aquello que sea más útil para nuestro camino. Se nos pide entonces, ser más elásticos, y de abandonar nuestros esquemas mentales; y esto es beneficioso. A menudo, en efecto, pensamos que Dios razona como nosotros, y que deba respetar horarios y calendarios como hacemos nosotros. Afortunadamente Dios está mucho más allá de todo esto y creo que quiere enseñarnos a hacer otro tanto, enseñándonos a vivir día a día de su Providencia que siempre es amor. Personalmente, estaré a completa disposición del Espíritu Santo para transmitiros siempre lo que recibiré en el tiempo justo.
Aprovecho la ocasión para agradecer de corazón a todos aquellos que han orado por mí en este tiempo en el que estoy atravesando dificultades familiares todavía no resueltas, debido a la salud de mi anciana mamá. Ofrezco esta dificultad y todas mis plegarias a Dios por cada uno de vosotros y por todo su pueblo, para que se abra siempre más el camino delante de cada hombre de buena voluntad. Estoy segura que Señor estará muy cerca de nosotros, y seguirá con amor cada uno de nuestros pasos.
Os saludo y os bendigo en Cristo; cuento con vuestras plegarias.
MENSAJE DEL ESPIRITU SANTO del 28 de enero de 2012
“Queridísimos hijos: comienzo con vosotros un coloquio que será fructuoso para vuestro camino, y a través del cual os acompañaré en el descubrimiento de vuestra vida, pero también de la realidad que os sobrepasa y que os circunda. Comienzo justamente desde el misterio más grande, o sea, vuestra vida, y que es fundamental. Solo si comprendéis el misterio de vuestra vida, podré ayudaros a penetrar los otros misterios; de otra forma mi palabra podría resultaros muy difícil.
Pocos estiman la propia existencia como el regalo más grande de Dios; incluso, para muchos de vosotros la vida es solo una carga. Muchos solicitan milagros y buscan signos extraordinarios, pero no se dan cuenta que la propia vida es el signo más grande de la potencia y de la bondad del Creador. El hombre, en efecto, está creado a imagen y semejanza de Dios, y es una criatura sublime, porque es capaz de acoger en sí mismo la vida y el pensamiento del Omnipotente.
¿Qué es, entonces, la vida de cada uno de vosotros? Es un puntal fundamental e insustituible en el plan de Dios, y NO el resultado casual de una combinación de células. Vosotros estáis aquí porque Dios ha previsto vuestra presencia en este espacio y en este tiempo, para que participéis en su obra y difundáis su vida ahí donde os encontráis. No sois fruto de la casualidad sino del Amor Trinitario que está por encima de todos vosotros. Mientras no comprendáis esto no podréis darle un sentido a vuestro vivir. Muchos entre vosotros afirman no saber porqué viven; y el oscuro mal de la depresión aflige a buena parte de la humanidad. Las pruebas y las dificultades que encontráis sobre vuestro planeta, adverso a Dios, no hacen otra cosa que aumentar la sensación de vacío que se alberga en tantos corazones.
¿Qué es entonces la vida y dónde nace? La vida es la irradiación directa de la potencia creadora divina, y nace en la dimensión sublime del puro espíritu. Dios es Espíritu y de su Espíritu sois creados: su vida se transmite de su Espíritu a vuestro espíritu. La dimensión espiritual está por encima de toda otra dimensión. Cada acontecimiento que sucede en la dimensión real está preparado en la dimensión espiritual; los eventos espirituales preceden a los reales.
En el momento en el que os crea, Dios imprime una potente vibración en vuestro espíritu, y él comienza a su vez a vibrar. Esta es la VIBRACION INICIAL DE LA VIDA, de la cual se inicia vuestra existencia. Desde este momento y por toda la duración de vuestra vida, Dios continuará transmitiéndoos ininterumpidamente las vibraciones de su amor que os mantendrán en vida. En la vibración inicial de la vida están guardadas todas las informaciones de naturaleza biológica, física y química que sostendrán vuestro ser; pero también las leyes espirituales que os pondrán en condición de buscar a Dios y de vivir en armonía con El. Estas son transmitidas a vuestro espíritu y allí permanecen depositadas: cuanto más unidos vivís a Dios, mejor funcionará vuestro espíritu, y estará en condición de hacer aflorar correctamente todas estas informaciones, transmitiéndolas al alma, y esta al cuerpo.(3) Este flujo de información que continuamente fluye de Dios a vuestro espíritu no se interrumpe ni siquiera después de la muerte física, porque vuestro espíritu continúa viviendo en la dimensión de la eternidad. En otra ocasión conversaremos de la vida después de la muerte. Volvamos al momento de vuestra creación.
Al crearos, Dios os llama; la creación y el llamado son todo uno. En efecto, no estáis creados por casualidad, sino que a cada uno de vosotros le es confiada una misión, establecida desde la eternidad y preordenada por el pensamiento divino. Por eso es que en el momento que sois creados, sois, también, llamados. En este momento, vuestro espíritu está cara a cara con el Creador. Dios os manifiesta su voluntad, os da la luz y la gracia para comprender aquello que se os pide; os coloca en las condiciones más favorables para que podáis responder.
Dios desea que aceptéis libremente y concientemente vuestra existencia y vuestra misión personal. Por eso es de fundamental importancia esta elección inicial: Dios no decide autoritariamente lo que seréis o haréis. Os propone lo que es mejor para vosotros, según su sabiduría, ero deja que vosotros aceptéis con libertad; y vosotros estáis verdaderamente libres de aceptar su plan o no, con todas las consecuencias que se derivan. Si decidís vivir en armonía con el querer de Dios, tendréis toda la ayuda para hacerlo, y, a pesar de las pruebas de la vida estaréis siempre en condiciones de cumplir la misión que habéis elegido. Si en cambio, os negáis, os encontraréis débiles, y estaréis obligados a reemplazar el proyecto de Dios con un proyecto vuestro. Dios no os abandonará, porque os ama, pero os dejará actuar según vuestros planes, porque respeta vuestra libertad. Permitidme que os diga que el proyecto de Dios es siempre superior al vuestro y que muchos de vuestros fracasos nacen de proyectos humanos, faltos de la luz y de la fuerza de Dios.
A la llamada de Dios sigue vuestra respuesta y Dios os pone en condiciones de ver toda la realidad tal como es. Dios es siempre leal con vosotros, no os esconde nada, y cuando os pide que decidáis, os brinda todos los elementos útiles para formaros un juicio. El Creador os estima capaces de discernir, por esto os pone de frente a la verdad, y se revela a vosotros. En este momento, vuestro espíritu está perfectamente en condición de ver a Dios tal como es, y vosotros estáis cara a cara con Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo. Por eso, si decidís servir al Dios Verdadero debéis aceptar y amar a las Tres Personas Divinas; De modo especial debéis acoger a Jesucristo como Dios y Salvador, seguirlo en el camino, para pasar junto con El, en toda prueba, de la muerte a la vida.
Sabéis bien que en el universo actúa también Lucifer, el adversario de Dios y de los hijos de Dios. También la realidad del mal debe mostrarse a vuestro espíritu en el momento de la creación, a fin de que podáis escoger. Con estas dos realidades, el bien y el mal, deberéis siempre confrontaros, y Dios os pide elegir entre una o la otra, ya desde el inicio de vuestra existencia. A cada paso que deis en la vida os encontraréis inexorablemente frente al bien y al mal, y deberéis elegir.
En esta fase Dios permite a Lucifer tomar la delantera para tentar a vuestro espíritu; y busca de llevarlo lejos de Dios. Os promete ganancias y favores, a cambio de la rebelión a Dios. Su odio se lanza especialmente contra Jesucristo, y busca de toda forma de presentaros una imagen falsa de Jesús, una idea distorsionada de la Cruz, haciéndoos creer que servir a Jesucristo significa solamente sufrir y ser humillados. Por el contrario, Lucifer os promete libertad, satisfacción del placer, cumplimiento de los deseos egoístas, conocimiento y poder que los tornará semejantes a Dios y superiores a los demás. En esta elección entre Jesucristo y Lucifer muchos espíritus vacilan, permanecen indecisos y rechazan a Dios. El escándalo de la Cruz resulta un obstáculo que muchos no quieren superar. No es suficiente, en efecto, creer en Dios; es preciso también creer que Jesucristo es Dios y es el único Salvador, el único Mediador entre Dios y los humanos. Muchos tropiezan contra esta verdad y se refugian en los falsos dioses.
En este cara a cara inicial entre el Bien y el Mal, como os he dicho, se expresa plenamente la libertad de vuestro espíritu. Dios siempre os dejará la libertad frente a cada decisión que debáis asumir en la vida; ella es inviolable y es la verdadera prerrogativa de los hijos de Dios. La libertad tiene como consecuencia la responsabilidad: porque sois libres, sois también perfectamente responsables de vuestras elecciones. En efecto, Dios os da a conocer sus leyes, desde el momento de la creación el las imprime en vosotros para que podáis orientaros hacia el bien, pero la elección es sólo vuestra. El no interfiere con vuestra libertad ni os condiciona, porque sois hijos y no esclavos. Sois libres, por lo tanto de elegir, y estáis en condiciones de comprender las consecuencias de vuestra elección, cualquiera que esta sea. Los males que afligen vuestra humanidad no vienen de Dios sino del mal uso de vuestra libertad.
Dios, sin embargo, no os abandona nunca, aunque lo hubierais rechazado en el momento en que fuisteis creados. Aún cuando habéis despreciado su proyecto sobre vosotros, Dios busca enderezar por todas las formas vuestros caminos torcidos: os manda la ayuda necesaria, continúa dándoos, incesantemente nuevas oportunidades, para daros la forma de corregiros. Esto significa que ninguno de vosotros está constreñido a sufrir irremediablemente las consecuencias de su elección inicial, porque sois libres en cada momento y por toda la eternidad. Es más difícil recuperarse si habéis dicho no al principio, porque seréis más débiles, pero no es imposible, si aceptáis a Dios, si le pedís sinceramente ayuda, si os empeñáis en cambiar. Nada es imposible para Dios.
Los hombres de la Tierra no han comprendido qué significa la elección del espíritu en el momento en que son creados. La teología ignora este tema, si bien la Biblia reporta la experiencia de los profetas, llamados ya desde el seno materno.(4) Embebidos como estáis de racionalismo no podéis admitir que vuestro espíritu esté en condiciones de pensar y de elegir, antes, incluso, que vuestro cerebro. Pero si así no fuese ¿qué sería el hombre antes de haber desarrollado plenamente el pensamiento racional? ¿Un ser inerme, privado de capacidad y de dignidad? ¿Y de qué cosa nace el pensamiento del hombre? Es del espíritu del hombre que aflora la vida: el espíritu, dirigido por el Espíritu de Dios, guía todos los procesos de crecimiento y de desarrollo de la vida, espiritual y física. Sabedlo, por lo tanto, que la inteligencia, la dignidad, la capacidad de elegir del hombre nace en el momento en que se forma la vida, porque el espíritu viene antes que el cuerpo y sobrevive al cuerpo.
No haber comprendido esto ha llevado a buena parte de vuestra humanidad a despreciar la vida en el seno materno, en el convencimiento que un feto no es otra cosa que un conjunto de células. Así el tremendo pecado del aborto pesa como una roca sobre la Tierra, y es la causa de muchos males. Os digo que en el seno de una mujer encinta vive una persona que ya ha cumplido una elección precisa, y que tiene el derecho de vivir libremente su vida. Dios os respeta aun cuando lo rechazáis, mientras que muchos de vosotros rechazan sin ningún respeto. ¡Reflexionad sobre cuanto os estoy diciendo, porque es de vital importancia para vuestra humanidad! La vida no es obra vuestra; por lo tanto no os es dado crearla o destruirla, a vosotros os corresponde acogerla y ayudarla a crecer, sin egoísmo ni pretensiones, sin crueldades inútiles.
El Creador ha puesto en el espíritu de cada hombre una chispa de su vida y de su inteligencia, y la elección de Dios, en el momento de la creación vuelve plenamente activa esta centella permitiéndole expandir el fuego de la vida. Por el contrario, en el hombre que rechaza a Dios, la chispa divina permanece latente, y el hombre vive muy por debajo de sus potencialidades.
De la elección del espíritu depende la persona en su totalidad, porque alma y cuerpo reciben la estructura más idónea a la elección realizada y a la misión que desarrollar. Cuanto más plena sea la elección de Dios, tanto más equilibrada y fuerte será la persona; cuanto más se aleja de Dios, tanto más frágil será. En efecto: elegir inequívocamente a Dios lo vuelve al hombre capaz de comprender las leyes espirituales de la vida, los deseos de Dios, lo abre a recibir sus dones, hace crecer su inteligencia. Esto es particularmente evidente en las humanidades que permanecieron fieles a Dios desde el origen, donde los individuos eligen incondicionalmente a Dios desde su creación, y son sanos, equilibrados, inteligentes, fuertes espiritualmente y físicamente.
No se puede decir lo mismo de quien rechaza a Dios y decide seguir las promesas del demonio: el individuo no será equilibrado y tampoco sano, porque tenderá a no tener en ninguna cuenta la vida recibida exponiéndola permanentemente al peligro; tenéis muchos ejemplos de esta conducta en aquellos que desprecian a Dios y a sus leyes.
Entre quienes se deciden por Dios y cuantos se deciden por Lucifer existe una tercera categoría de personas: los indecisos, que no eligen a Dios ni al demonio. Querrían todo y nada; son atraídos por Dios pero asustados por la responsabilidad que conlleva el servirlo fielmente; están atemorizados por Lucifer pero fascinados por sus promesas. Permanecen en una situación ambigua que los lleva a una vida incierta, oscilando siempre entre el sí y el no. Frente a cada elección importante reviven el drama inicial de su indecisión. Son muchas las personas de esta clase en todo el universo; hay humanidades enteras sobre diversos planetas, cuyos progenitores han elegido no elegir.
Se deslizan en un egoísmo que los vuelve apáticos; ellos no hacen ni el bien ni el mal.
De la elección inicial depende también la colocación del individuo en las diversas humanidades del universo. Quien elige a Dios sin titubeos y acepta plenamente su misión está destinado a formar parte de una humanidad fiel donde podrá trabajar mejor para realizar la tarea recibida de Dios. Quien permanece indeciso formará parte de humanidades indecisas; quien rechaza a Dios vivirá entre quienes son como él, y esta es una consecuencia lógica de las elecciones hechas por el hombre en el momento en que es creado. Sin embargo, Dios supera toda lógica porque ama al hombre, aún cuando el hombre no ama a Dios; el amor de Dios está por encima de toda otra ley del universo.
Sucede, en efecto, y sucede desde siempre, que muchos hombres que en el momento de su creación han pronunciado un sí pleno a Dios, han vivido entre las humanidades rebeldes. Esto es evidente sobre todo en la Tierra, el planeta más hostil a Dios, pero también el único sobre el cual Jesucristo se ha encarnado, ha muerto y ha resucitado, y donde ha fundado su Iglesia, su pueblo llamado a testimoniar la vida de la Santísima Trinidad. Hombres y mujeres de espíritu alto y noble, han aceptado de Dios la misión de vivir sobre la Tierra para mostrarles a los hermanos el camino hacia Dios. Con su vida han preparado la venida de Jesucristo y testimoniado después su venida y su obra de salvación. Generaciones enteras de santos, de mártires y profetas a menudo desconocidos y perseguidos, han recorrido los caminos de la Tierra, arrojando una semilla de esperanza y teniendo vivo el recuerdo de amor de Dios. Han sido las luces siempre encendidas por Dios en la oscuridad, a menudo profunda de vuestra humanidad rebelde.
Todavía hoy viven entre vosotros y su testimonio está siempre vivo. Están unidos a Cristo, que sobre la Tierra se ha inmolado por vosotros y recorren su camino: se sacrifican también ellos por cada uno de vosotros. Y sin embargo, esta humanidad vuestra, de corazón endurecido, ni siquiera los ve, incluso los desprecia, considerándolos una nada; pero ellos son la lámpara de Dios que ilumina vuestros pasos, y su estirpe heredará la Tierra. No los grandes de este mundo ni los poderosos, sino los pobres de Dios, aquellos que le pertenecen y que no tienen nada fuera de Dios; estos justamente reinarán con su Señor en todo el universo.
¡Uníos a los santos y formad el pueblo de Dios porque la Tierra no está abandonada a si misma! Vendrá el tiempo, y es este, en el que Dios no permanecerá en silencio, sino que suscitará santos y profetas. Ellos levantarán alta la voz en medio de su pueblo y vosotros la sentiréis fuerte y clara, si estáis verdaderamente decididos a vivir según las leyes de Dios, abandonando vuestro egoísmo de una vez para siempre.
Esta es mi obra en este tiempo: unir entre ellos a los hijos de Dios de todo el universo, para formar un pueblo santo, el pueblo real y sacerdotal que será inmenso e invencible. Será la verdadera comunión de los santos, que no necesitará de medios humanos, porque mi acción potente pasará de espíritu a espíritu; os colocaré en condición de percibir toda su magnitud. Todo esto a cambio que estéis dispuestos a dejaros transformar por Dios, poniendo toda vuestra vida en sus manos, creyendo firmemente en su amor y en su fuerza.
Solo la potencia de la fe y de la plegaria, unidas a la entrega sincera de vosotros mismos a Jesús a través de María Santísima abrirá vuestro espíritu a mi acción. Os llevaré a Cristo, y Cristo os entregará al Padre, el cual os acogerá y os hará criaturas nuevas. Todo otro esfuerzo será inútil. No serán las palabras hermosas ni las teoría fascinantes, ni las citas eruditas o las acciones impactantes las que os introducirán en la vida de Dios, sino la fe, la esperanza, el amor, la entrega incondicionada de vosotros mismos a Dios, la sincera y desinteresada dedicación a Él.
Por ahora me detengo aquí, pero continuaremos la conversación sobre la vida, que he apenas comenzado y que deseo profundizar. Como os conozco bien, os digo: no os pongáis de inmediato a analizaros a vosotros mismos, para descubrir cuál haya sido la respuesta en el momento en el que fuisteis creados. No es importante ahora, porque cualquier haya sido vuestra elección, vosotros permanecéis libres en todo instante y podéis decidir ahora y al instante pertenecer a Dios. De esto hablaremos todavía.
Por ahora dejad vuestras interpretaciones y vuestros juicios, y poned delante de Dios Trino y Uno toda vuestra vida, desde el momento de vuestra concepción hasta hoy. Entregadle a Él todas las elecciones que habéis hecho en la vida, por justas o equivocadas que sean, y pedidle que su amor atraviese toda vuestra existencia y la regenere. Decidle que lo amáis y que tenéis confianza en Él, que deseáis vivir bajo su mirada. Su luz os invadirá y nada podrá turbaros. Yo os ayudaré a dar los pasos que deberéis andar para ser criaturas nuevas, os lo prometo. Tened fe y veréis el milagro de una existencia nueva, porque la vida de cada uno de vosotros es un prodigio, y como tal debe mostrarse a todo el universo.
Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
1- Mensaje de Jesús de noviembre de 2011. Publicado en este sitio.
2- Cfr. Más allá de la gran barrera. Cap.13
3- He hablado con detalle de la relación espíritu- alma-cuerpo en el libro Más allá de la gran barrera. Cap.13
4- Jueces 13, 2-5; Jer. 1,4-10; Lc. 1, 5-25 -57-66