¡Sal de ti mismo y permanece en la presencia de Dios! (1 Reyes 19, 1-18)
Queridos hermanos y hermanas,
La invitación de Dios a quienquiera que quiera conocerlo es la misma que la que dirigió al profeta Elías (1 Reyes 19:1-18) salir de uno mismo y abrirse a Dios. Este es el pasaje más obvio y natural hacia la relación entre la criatura y Dios; al mismo tiempo, es el más difícil. Como testimonia toda la historia de la salvación, todos los santos, e incluso el gran profeta Elías: también él tuvo que salir de sus razonamientos, de sus visiones de la salvación, de su poder carismático para entrar en el silencio y aceptar la acción salvífica de Dios.
El hombre es un ser comunicativo, estático. También la naturaleza es así: se abre para ser calentada, regada, fecundada para ofrecer su fruto. A diferencia de la naturaleza, el hombre es libre, se comunica con Dios en el amor dandole de nuevo la vida a él. Así crece, se transforma y alcanza su perfección en comunión con Dios.
1. ¿Porque el hombre tiene miedo de la justicia de Dios? La justicia de Dios es el hábitat perfecto en el que se desarrolla la vida de cada individuo y de toda la comunidad humana. Allí, todo es perfecto: el amor, el orden, el conocimiento, la vida y todo aquello que sea un deseo noble del hombre. En el hombre cerrado, contrariamente, todo es imperfecto y conduce a la corrupción como consecuencia de su pecado.
Misteriosamente, el hombre se esconde, huye de este hábitat suyo perfecto, del rostro de Dios. Encuentra mil razones para cerrarse en su voluntad y su forma de pensar y, así se autolimita. Cerrándose delante de la justicia de Dios, entra en el miedo, deforma su vivencia religiosa y se convierte en un hipócrita. Evitando la justicia de Dios que es la realidad de Dios, el espejo de la perfección, prefiere hablar superficialmente de misericordia, de gracia, tener experiencias extraordinarias, carismas, servicios especiales, éxitos, o se priva de la capacidad para conocer el bien y el mal. De este modo entra en el torbellino de la confusión: en el fondo, tiene miedo de entregarse a Dios para ser totalmente regenerado por él; se condena a sobrevivir allá donde se encuentra y luego morir.
2. Conocemos la perfecta apertura a Dios de María, que es la única criatura nueva. Su actitud ante Dios se resume en las palabras del Arcángel San Gabriel: «He aquí la sierva del Señor. Hágase conmigo conforme a tu palabra» (Lc 1,38). Toda su vida se desarrolla en esta actitud, desde el momento de su Inmaculada Concepción hasta la asunción al cielo en cuerpo y alma. Y ella misma lo explica en un mensaje a Stefania Caterina: «Hijitos, yo no estoy muerta! Cuando fui asunta al cielo, yo no estaba en un estado de muerte, sino de éxtasis profundo. En este éxtasis fui llevada al Cielo, en el tripudio de gloria del Omnipotente. Estaba profundamente en éxtasis y todo mi ser hecho de espíritu, alma y cuerpo, se elevaba acompañado de los ángeles que abrían el camino, así como os lo abrirán a todos vosotros cuando entraréis en la nueva creación. Rodeada por los siete grandes Arcángeles y por miríadas y miríadas de ángeles, fui ascendida al cielo». [1]
Esto al hombre le parece increíble. Aleja de sí la verdad de convertirse en una nueva criatura, como si fuese irreal. Pero esta es la realidad que estamos invitados a poseer. La Virgen explica: «Todo vuestro camino espiritual debe tender a la progresiva purificación del pecado y de la corrupción, hasta alcanzar el estado inmaculado que os hace partícipes de la gracia divina y dignos de pertenecer a la nueva humanidad. El genero humano entero, en todo el universo, alcanzará este estado de pureza para entrar en la nueva creación: la nueva criatura inmaculada y también la nueva humanidad » [2]
¡Qué gran éxodo de la humanidad! Es la plena y definitiva realización de nuestras aspiraciones.
3. Buscad, buscad, eso es, rogad a Dios y acoged la vida que os comunica; no sólo para sobrevivir. ¡No pidáis las cosas para ponerlas en vuestros bolsillos agujereados, en la vida corrupta! buscad el reino de Dios; pedid de convertiros en personas nuevas, para que vuestra vida se realice plenamente. Todo lo demás os será dado como fruto de vuestra sumisión a las leyes de Dios (Mt 6, 24-34).
Todos veis la crisis profunda de la humanidad. Se propaga y aumenta la degradación moral, cultural, faltan puestos de trabajo y aumenta la pobreza. La gente inmersa en la crisis, esta tensa, temerosa y se entienden cada vez menos entre ellos; y lo mismo sucede en la política como en muchas otras áreas. Hasta la naturaleza está enojada y desorientada: inundaciones, huracanes, contaminación… ¿Lo habéis notado? ¿Estáis tratando de averiguar la verdadera vía de salida de esta situación? ¿Habéis comprendido la causa? La humanidad se ha cerrado en sí misma, en la dimensión material destinada a ser transformada y a no ser tal como es. No encontrar vías de salida, ahoga y amenaza con implosionar. La humanidad ha perdido el contacto con su origen y su fin: «Vendré pronto y daré la recompensa a cada uno, según sus obras. Yo soy el Primero y el Último, el Principio y el Fin, el origen y el final – dice el Señor«(Apocalipsis 22:12-13). Busquémosle, amémosle, y convirtámonos a Él. Entonces caminaremos en la luz, entenderemos los acontecimientos que se desarrollan delante nuestro, en lugar de ser consumidos por las preocupaciones y la desesperación. Buscadle y comprenderéis los acontecimientos, veréis la manera de salir de la crisis.
» Tranquilo está mi corazón,
para ti tocaré y cantaré.
Despiértate, salterio y arpa;
Quiero despertar el alba.
Te alabaré entre los pueblos, oh Señor,
Te cantaré alabanzas entre las naciones.
Tu amor es grande, se eleva hasta el cielo,
tu fidelidad alcanza las nubes.
Muéstrate, oh Dios, por encima de los cielos,
Y que tu poder cubra toda la tierra!
Sálvanos con tu mano, respóndenos
Y serán liberados aquellos que te aman».
Que el Señor os dé el fruto de vuestra búsqueda y vuestra plegaria y os bendiga.
Tomislav Vlašić