Mensaje  de la Madre de la humanidad a Stefania Caterina  

Mis queridos hijos:

Hoy deseo deciros que Dios vence el mal  en vosotros y alrededor de vosotros.

El mal, hijos, no es un principio abstracto sino un espíritu creado  por Dios y que se ha rebelado a Dios. Se llama Lucifer, y es el demonio  del cual  proviene  el origen y la fuerza de toda maldad. En torno a Lucifer existen millares de otros demonios que actúan a sus órdenes; siembran odio y confusión en las almas, suscitan envidias y peleas, inducen a pecar contra Dios y el prójimo. El conjunto de los demonios y de sus acciones  es el  MAL, con mayúscula,  que actúa incesantemente en el universo y al que todo hombre encuentra en su camino.

Si el hombre se abre al Mal y consiente a sus impulsos negativos, comete el  pecado y se corrompe: esto es el pecado: un comportamiento que nace de la aceptación  libre y conciente, por parte del hombre de aquello que es contrario a Dios. El pecador sabe que comete un pecado y actúa con intención deshonesta.

No debéis confundir el pecado con vuestras fragilidades humanas. A menudo os equivocáis porque sois débiles y superficiales; pero si reconocéis vuestros errores, os arrepentís y le pedís ayuda a Dios podéis reparar vuestros yerros. Dios comprende vuestra fragilidad y os endereza fácilmente si lo deseáis.

Cuando muchos hombres pecan y deliberadamente ignoran a Dios, como sucede sobre la Tierra, el pecado se multiplica y forma un manto espeso que cubre la humanidad entera; es semejante a una red que aprisiona las almas y las esclaviza; este es el espíritu del mundo, que hace sufrir a los hijos de Dios y que hoy es poderoso sobre la Tierra.  Es de este espíritu que nacen las ideas equivocadas,  los comportamientos ambiguos y las modas perversas que dirigen las vidas de muchas personas. El  demonio nutre el espíritu del mundo sugiriendo a los hombres propósitos malvados  e induciéndolos a pecar.

La situación de la Tierra hoy es  grave porque la mayor parte de la humanidad ha perdido el camino al verdadero Dios. Sin embargo si amáis a Dios  y reconocéis a mi Hijo Jesús como único Señor y Salvador no tenéis nada que temer. Jesús vino a la Tierra para enfrentar y vencer  el Mal de una vez para siempre. Si lo acogéis como vuestro Salvador, El actuará  con su poder y el mal no os podrá dañar.

Si hoy el Mal gobierna sobre  la Tierra es porque muchos hombres ignoran o rechazan a mi Hijo Jesús,  el único que podrá revelaros al verdadero Dios; el único que sabe oponerse al demonio y derrotarlo. Sin embargo la Redención operada por Jesús a favor de todos los hombres no es acogida por todos los hombres; muchos continúan cometiendo grandes pecados atraídos por los halagos  del demonio que les promete una felicidad ilusoria y una falsa libertad. Así el espíritu del mundo se engrandece y se refuerza cada día más  y podéis ver las consecuencias.

Sabedlo, hijitos que el diablo actúa sin descanso  y que todos vosotros, sin excepción  estáis expuestos a la tentación. ¿Qué es la tentación?  Es la acción incesante del Mal  que busca entrar en vuestra vida, sirviéndose  de vuestros pensamientos y de vuestros sentidos. Dios permite las tentaciones porque os reforzáis en la lucha contra el demonio; pero no os deja solos en la tentación. Os muestra siempre el camino de escape. Así que cada vez  que vencéis el Mal en vosotros, os santificáis siempre más y podéis ayudar a otros a vencer las tentaciones. ¡Hijitos,  consagradme vuestros sentidos y vuestros pensamientos! Yo los custodiaré en la pureza y los ofreceré  a Dios. Poneos  al resguardo en mi Corazón Inmaculado, que no conoció nunca el Mal, para que yo lo preserve del pecado. Os ofreceré continuamente a mi Hijo, e intercederé por todos vosotros para que el Espíritu Santo os colme de sus dones. Así estaréis íntegros, verdaderos  hijos de Dios que honran al  Padre, creen en el Hijo y escuchan la voz del Espíritu Santo.

Vosotros solos no podréis vencer el Mal; ningún hombre podría hacerlo sin la intervención de Dios Uno y Trino. Dejadle entonces a Dios  la posibilidad de actuar libremente en vosotros,  colocando vuestras vidas en sus manos. De esta forma resultaréis siempre vencedores sobre el Mal, porque en cada prueba experimentaréis la victoria de Jesús. Su muerte y resurrección actuarán en vosotros, os comunicarán la santidad, cuyos frutos se derramarán en el ambiente que os rodea y sobre la humanidad entera. La santidad de los Hijos de Dios es el arma más poderosa contra el infierno. Con vuestra santidad Dios vence el Mal dentro de vosotros y torno de vosotros. Allí donde vive un santo la tierra florece y las criaturas gozan de la presencia de Dios que vive en  ese Santo.

Por esto os invito  a la santidad,  que no es una obra humana  sino que es obra de Dios. Ella brota en lo íntimo de quien cree y se abandona plena y humildemente a la acción divina. La santidad no requiere grandes obras sino que requiere fe y abandono confiado. Las grandes obras las cumple Dios en vosotros; al hombre le toca creer y dejar actuar  al Omnipotente, como lo hice Yo.

Sed simples, hijos míos, sed humildes y dejad que Dios os transforme día a día. Entonces surgirá vuestra verdadera imagen, aquella que Dios ha impreso en vosotros y no aquella que vosotros o los demás quisieran ver.  Así seréis la alegría de Dios y de los hijos de Dios. El mal os rozará pero no os podrá vencer.

Yo soy vuestra Madre y os amo. Os quiero a todos conmigo en la nueva creación, allí donde el   Mal y el pecado no entrarán. Camino con vosotros y os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

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