Mensaje   de la  Madre de la humanidad  a Stefania Caterina. 

Queridos  hijos míos:

CON ESTE MENSAJE CONCLUYO MI COLOQUIO CON VOSOTROS. Es hora de que caminéis sobre vuestras piernas después de tantas palabras que os he dirigido  en estos tiempos. Os he hablado siempre y de muchas maneras tratando de recordaros que Dios es el centro de vuestra vida y de toda la historia. Con mis apariciones en muchos lugares de la Tierra, os he mostrado mi rostro y os he tendido la mano. Ahora me retiro y vuelvo a la Santísima Trinidad, en la que vivo  y en desde la cual he venido para interceder como Madre por todos mis hijos.

El tiempo se acorta, hijitos, porque mi Hijo está por volver en su gloria. Se manifestará a todo el universo y  nadie podrá ya más decir  que Dios no existe. Todos lo verán pero no todos lo recibirán. Separará los hijos de la luz  de los hijos de las tinieblas. Sólo el Padre sabe cuándo sucederá esto: pero hoy ya podéis intuir que los tiempos están cambiando.

La acción de Lucifer se refuerza día a día. El anticristo y el Falso Profeta están trabajando para seducir a la humanidad y arrastrarla,  con la violencia y el engaño  al abismo. Los hombres  y la naturaleza están trastornados, y lo estarán cada vez más. En vano los hombres buscarán ayuda de los científicos, de los teólogos y de los magos, porque la salvación sólo viene de la Santísima Trinidad, por medio de mi Hijo Jesucristo.

Solo Jesús es el Salvador; rechazándolo a El  rechazáis la salvación. Hijitos, os vuelvo a llamar a la esencia de la vida cristiana, o sea, a la fe en Jesucristo, Hijo de Dios, nacido, muerto, resucitado y ascendido a los cielos, donde está la derecha del Padre. Jesús es Sumo Sacerdote y Rey del Universo.  Delante de Él  todos deberán bajar la cabeza, lo quieran o no. (1)

Hoy muchos cristianos  han olvidado las verdades de la fe y se dejan atraer por los placeres y las modas del mundo. De esta forma corrompen sus pensamientos y sus vidas. La mayor parte de los hombres de la Tierra buscan otros dioses y los colocan  en el mismo nivel que el verdadero Dios. Consideran que es suficiente invocar a un dios cualquiera para estar en la verdad. Una religión vale lo que otra, un dios vale lo que vale otro. Jesús no es diferente de otros maestros o gurús. Y así se habla del Dios católico, musulmán, etc. ¡Qué gran engaño!

Hijitos, hay un solo Dios que gobierna el universo entero: la Santísima Trinidad. Es vuestro único Dios, que os ha creado y os ama. Se ha hecho visible en la carne en Jesús, mi Hijo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Os ha manifestado la vida divina y os ha hecho partícipe de esta vida. Os ha sanado del pecado, ha curado vuestras enfermedades y os ha abierto el camino de la resurrección. ¿Qué más necesitáis?

Hijitos, no os dejéis engañar por las palabras vacías de los falsos profetas. No sigáis a cuantos se visten de corderos y  son lobos. Uno solo es el Cordero de Dios: Jesucristo; sólo a Él debéis seguir. Si permanecéis en Él sabréis qué hacer y cómo enfrentar las tragedias del mundo, cada vez más numerosas. Tendréis en vosotros la vida de Dios que vence la muerte, dispersa la potencias del mal, destructoras de la vida.

Os he hablado de Dios y de su vida que se expande en todo el universo. Hoy os digo  que la Iglesia que mi Hijo fundó sobre la Tierra, no quedó confinada  en la Tierra, sino que está presente en todo el universo. Tenéis hermanos y hermanas, esparcidos en el universo, que invocan como vosotros el nombre de mi Hijo y que se llaman Cristianos.  Jesús dio la vida también por ellos y los consideró dignos de pertenecer a su pueblo.  El hecho que no podáis verlos con vuestros ojos no significa que no existan. No seáis como tantos arrogantes que niegan todo aquello que no comprenden. Los grandes misterios de Dios se comprenden en la humildad y en la oración,  como  me ha sucedido a Mi.

Llegará el día  en que todos los hijos de Dios vivirán unidos en la creación nueva, que mi Hijo establecerá al final de los tiempos. En ella no entrarán  aquellos que sirven a Lucifer, rechazan al verdadero Dios,  y no aman a sus hermanos. No entrará  tampoco cuantos han utilizado el nombre de mi Hijo para servirse  sí mismos o su propio egoísmo. Hoy, la humanidad de todo el universo está todavía en camino para converger en una única meta: estar reunida en Jesucristo y formar un solo pueblo. Sin embargo ya hoy podéis experimentar la presencia viva de la Iglesia de Jesucristo de todo el universo, abriendo vuestro corazón a la novedad de los tiempos que vendrán.  Rezad al Espíritu Santo para tener la luz y no rechazar todo  como chicos caprichosos.

¿Queréis ser parte también  vosotros  de la Iglesia de Jesucristo de todo el universo?  Si lo queréis, se os piden  tres cosas: 1- entregar completamente la vida a Dios Trino y Uno, por medio de mi Corazón Inmaculado; 2- vivir una vida íntegra, en el respeto  de las leyes divinas que os fueron reveladas por mi Hijo en el Evangelio; fueron también escritas en vosotros, el Espíritu Santo las mantiene vivas en vuestro espíritu; 3- creer en la existencia de otros hijos de Dios  en el universo, que junto a vosotros forman su Iglesia, una e indivisible;  vivir con ellos en comunión de espíritu y de oración.

El tiempo corre veloz y os esperan acontecimientos grandiosos y tremendos. Tenéis necesidad de la comunión con Dios, por medio de Jesús. Tenéis también necesidad de la comunión con todos vuestros hermanos, que en la Tierra y en el universo recorren vuestro mismo camino. Por eso apresuraos en elegir de qué parte estar. La Iglesia de la Tierra como la  habéis visto hasta hoy, dividida, aplastada por el espíritu del mundo, infectada por muchos parásitos, deberá dejar el puesto a la  verdadera Iglesia de Jesucristo viva y vibrante en todo el universo. No os  turbéis por esto y no os escandalicéis, porque Dios debe purificar a su Pueblo;  es un acto de justicia y de misericordia.

Yo estaré siempre cerca en todos vuestros pasos. Agradezco a todos vosotros que habéis escuchado mis palabras. Rezo por cuantos tienen el corazón duro y están encerrados en sus razonamientos y en sus miedos. Descienda sobre todos vosotros y sobre vuestras familias la paz de Dios y el amor de Jesús que he llevado en mi seno por todos vosotros.

Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo  y del Espíritu Santo”.

  • Fil 2,9-11

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